Opinión

El collar de la dama venezolana

  • Jaime Peñafiel
  • Periodista político y del corazón. Experto en noticias sobre la aristocracia y la familia real. Ex redactor jefe de la revista ¡Hola! y fundador del diario El Independendiente y La Revista. Escribo sobre la Casa Real.

Numerosos han sido los viajes que he realizado a Venezuela a lo largo de mi vida. Algunos acompañando a los reyes de España en visita oficial, como aquel primero, el 15 de octubre de 1976. Pero la Venezuela de entonces, regida por Carlos Andrés Pérez, perteneciente al partido Acción Democrática, padre de ocho hijos y que ejerció el cargo de presidente en dos periodos, 1974-1979 y 1989-1993, amén de ser vicepresidente de la Internacional Socialista desde 1976 a 1992 (imposible de comparar con el actual e impresentable Nicolás Maduro) no tenía nada que ver con la que se ha encontrado el compañero Cake Minuesa, con las consecuencias de todos conocidas.

En aquellos años míos, Venezuela era un país rico, democrático y con una sociedad importante en la que abundaban los millonarios, como Carlos Escotet, Gustavo Cisneros, Lorenzo Mendoza o María Corina Machado quien, junto con Antonio Ledezma y Diego Arria, crearon la plataforma ciudadana Soy Venezuela. Todos ellos residían en la exclusiva urbanización Las Mercedes, en Caracas, conocida popularmente como el Manhattan venezolano. También en El Rosal, Altamira o La Castellana.

En uno de mis viajes coincidí en la capital venezolana con mi amigo Tomás Terry, que me presentó a Pilar Siso, una gran dama, muy rica ella, que había sido víctima de una famosa española, a quien había acogido en su mansión de Caracas, a petición de un importante empresario español que quería agasajarla.

Dicho y hecho. Pilar Siso ofreció una gran cena en su mansión a la que asistió lo más importante de la sociedad caraqueña. Para tal ocasión y en honor de la invitada, quiso lucir sus mejores joyas aunque, cuando se dirigía al comedor para la cena, pasó por el cuarto de baño y advirtió que se había excedido colgándose, incluso, un valioso collar de Bulgari que su marido le había regalado con motivo de las bodas de plata. «Mejor para otra ocasión», se dijo al tiempo que lo dejaba en el baño para guardarlo antes de irse a dormir.

Era… Mariví Dominguín

Ya es hora que desvelemos la identidad de la famosa española. Se trataba de Mariví Dominguín, aunque, en realidad, se llamaba Ana María Gutiérrez González, prima hermana del famoso torero Luis Miguel Domiguín, polémicamente famosa cuando se convirtió en amante del torero, siendo como era ¡¡20 años!! más joven y, además, casado como estaba con Lucía Bosé.

Aunque Mariví se había casado, a los 16 años, con José Ramon Castillo Housch, cuando regresaron del viaje de novios, se hizo amante de Luis Miguel, con quien se reunía en la finca Villa Paz, en la localidad conquense de Saelices, a la que Lucía intentó incendiar cuando supo que su marido y su prima se encontraban allí, amándose. Ya se lo había advertido Luis Miguel a Mariví: «Como descubran lo nuestro, nos matan».

Durante varios años, la jet mundial fue testigo de este apasionado idilio, ya que la paseaba por el mundo entero. Incluso la llevaba a las cacerías de Franco. «Éramos la única pareja ilegítima a la que admitían».

Pero todo esto se estropeó bastante cuando Luis Miguel y Mariví, ella en bikini y él en bañador, aparecieron abrazados y besándose en la portada de la revista Garbo, siendo denunciados por «escándalo público» y multados con 100.000 pesetas de las de entonces, siendo la revista secuestrada. Además, de una supuesta infidelidad de ella que el torero no perdonó.

Mariví y las joyas de la venezolana

Luego vendría Adolfo Abril, aquella eminencia médica con quien contrae matrimonio en 1978. «Estuvimos unos años juntos queriendo salvar la situación, pero no fue posible», reconoció en su jocoso libro de memorias Paseo por el amor y la vida.

El doctor Abril era tan mujeriego como Luis Miguel. Las infidelidades hicieron imposible que el matrimonio funcionara. Y se separaron. A esta relación fallida con el doctor le sucedieron otras, como la de Augusto Algueró y otra con un conocido financiero. Pero volvamos a Caracas y a la cena que el matrimonio Siso le había organizado.

Cuando la invitada pidió ir al baño

Finalizada ésta y después de despedir a la invitada española, advirtió que la joya que había dejado en el baño cuando se cambiaba ésta por otras había desaparecido. Cierto es que recordaba que la invitada pidió ir al baño en un momento de la cena. «Pero no era de recibo telefonearla al hotel para preguntarle por la joya aunque sospechaba que ella se la había robado. No podía ser otra. El servicio era de toda confianza», me reconocería cuando me contó la historia del robo de su collar. Y con el gran disgusto se fue a la cama aceptando que se había quedado sin su joya, regalo, repito, de su marido con motivo del aniversario de boda.

La fotografía del Hola

Y aquí es cuando yo entro en la historia al recibir una llamada telefónica de Pilar Siso desde Caracas pidiéndome el favor de enviarle una fotografía que había visto publicada en el Hola, en la que aparecía Mariví luciendo su joya en una fiesta. Aunque estaba convencida de que era la que le había desaparecido, quería cerciorarse.

Cuando tuvo el original que yo le envié, mandó ampliarla casi a tamaño natural. Fue entonces cuando telefoneó a su amigo, el financiero que le había pedido agasajar a Mariví, advirtiéndole que, de no recibirla inmediatamente, la denunciaría ante la Interpol. Lógicamente Mariví reconoció haberla sustraído y prometió devolvérsela pero un mes después, ya que tenía una boda importante y quería lucirla. A Pilar Siso, una gran señora, le divirtió la salida de la desvergonzada ladrona española. Se quedó sin palabras. ¿Cómo era posible tal desfachatez?

Es que así era Mariví Dominguín, a la que, en 1993, le diagnosticaron un cáncer ginecológico. Desde ese momento, quiso aprovechar su proyección pública para visibilizar la dolencia y explicar cómo estaba afrontando la enfermedad. «Tengo cáncer, sí, pero voy a combatirlo. Quiero que se sepa que a la bestia negra hay que mirarla a la cara. A mí me gusta torear de frente». Como hizo con el amor y los engaños. Pero su actitud optimista no impidió, por desgracia, que, en diciembre de 1994, falleciera en la clínica Ruber de Madrid con apenas 51 años.

Chsssssss

La foto de la vergüenza: el Jefe del Estado recibiendo con la mejor de sus sonrisas a quien, ese mismo día, había atentado contra la integridad del Estado español que él encarna.

Los costosos caprichos de la hija de Elena y Jaime: ha elegido para sus vacaciones las islas Maldivas para bucear y nadar entre mantarrayas y tortugas. El camarote del barco cuesta ¡¡¡2000 euros!!! la noche.

¡Qué diferencia entre la muy cortesana prensa española y la británica que se ha hecho amplio eco del libro del periodista Robert Jobson, autor de una biografía no autorizada (como se hace siempre que se escribe en contra…), en este caso los secretos más íntimos de la protagonista: la princesa de Gales.

Si todavía fuera el reportero que fui, dedicaría una temporada a investigar al omnipresente Zapatero y su vida en Venezuela.

Según El Pollo Carvajal, ex jefe de los servicios de Inteligencia Militar del chavismo, el ex presidente español posee una mina de oro en el país.

Con lo inteligente que eres, no puedes caer en la vulgaridad de culpar a las malas críticas de tu libro por ser mujer: «A un hombre no le hubieran dado con esa virulencia». Reconoce con humildad que tienen razón. Que tu libro es malo de cojones.

En los Juegos Olímpicos de París, todo el mundo con la gigantesca credencial colgada al cuello, incluso las soberanas de todos los países menos ella. Debe pensar que es de sobra conocida.

Mientras algún ridículo empresario se ha comprado por 300 millones de euros un yate de 96 metros de eslora, la princesa más icónica de Mónaco sigue con el suyo de 36 metros construido en 1936.

Cierto que es su dinero. Pero siendo tan importante como es y tan, aparentemente, discreto, como creía que lo era, no entiendo lo del yate.

Cierto es que la familia real de los Países Bajos también disfruta con el yate más pequeño del mundo de 16 metros de eslora. Son cinco en el bote Alma, «sin seguridad sin personal, solo nosotros».