APUNTES INCORRECTOS

La chusma de la izquierda

La chusma de la izquierda
La chusma de la izquierda

Tomo un Cabify camino de casa. Tengo la suerte de dar con un chófer letrado que es de Venezuela, la nación que han arrasado Chávez y Maduro, los amigos de Pablo Iglesias y compañía, es decir de Sánchez y del inefable Borrell. Es una bendición. Pego la hebra con él. Hace tiempo que sus hijos han emigrado a España. Él y su esposa apenas llevan un año aquí. Han tenido que cerrar en Caracas un apartamento de doscientos metros cuadrados con un jardín fastuoso buscando un cierto futuro «porque el país está definitivamente perdido y aquella se ha convertido en una situación que sólo se podría resolver con sangre», me dice con un aire de tragedia.

Venezuela está inundada de cubanos, que son los que dictan las reglas del juego. Ya lo dijo Fidel Castro: «vamos a aprovecharnos de la tonta democracia para cambiar poco a poco la mentalidad del pueblo». La operación ha consistido en persuadirlo con éxito de que el Gobierno les va a regalar todo y de que «ya no tendrán que trabajar jamás». No hay que trabajar jamás. Esta es la misma estrategia que ya está en marcha en España.

El mensaje del Ingreso Mínimo Vital (IMV) es que la gente supuestamente más necesitada tendrá una remuneración de por vida que le eximirá de integrarse en el mercado laboral legal, aunque no de hacer las chapuzas de costumbre para completar un salario adecuado que le permita levantarse de la cama a las once de la mañana y pegar sus huevos en el sofá de escay viendo ‘la Sexta’ mientras los trabajadores honestos ya están listos para infundir energía al país desde las siete. Este es un artilugio normativo letal que disuadirá completamente al ciudadano de buscarse la vida como ha hecho mi amigo el del Cabify.

Para fraguar esta operación, afirma el chófer venezolano, «nos han robado todo, la expropiación ha sido masiva, han acabado con las perspectivas de futuro de los mayores, como es mi caso, pero desde luego con el horizonte de los jóvenes, que han conseguido que sean adictos al Régimen». El adoctrinamiento ha tenido un resultado formidable. Cuando le pregunto al conductor su impresión sobre España me responde: «Pues algo parecido».

«La retórica de Pablo Iglesias es similar a la de Chávez y a la de Maduro. Hace tiempo que tenemos todo esto diagnosticado, que la música es la de siempre. Es un manual perfecto, diseñado y engrasado en todas las partes del mundo. No sé cómo no se dan cuenta. Nosotros ya lo hemos vivido. Ya lo hemos experimentado, y sería una pena que España, adonde hemos llegado buscando mejores expectativas corriera los mismos riesgos. Allí también la mayoría entre la que me encontraba pensábamos que la fatalidad no sucedería, que no sería posible, pero ha ocurrido».

El pasado 12 de octubre, el día de la Hispanidad, la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, esa de la que la tropa idiota del PP dice que no es la más lista de la clase, escribió en ABC un artículo colosal. En él denunciaba el complot internacional al que se refería tácitamente mi chófer venezolano. Tras la derrota de la izquierda con el final de la Guerra Fría y la Caída del Muro de Berlín, ésta decide rehacer sus filas impulsando el nuevo socialismo bolivariano con el fin de convertir el continente sudamericano en una gran Cuba. El ‘Grupo de Puebla’ y el ‘Foro de Sao Paulo’ promueven su combate a muerte contra el liberalismo, con terminales que llegan a las revueltas violentas en Chile, en Ecuador, en Colombia e incluso en Estados Unidos a través de ese engendro llamado ‘Black Lives Matter’. El propósito de la chusma de la izquierda es universalista, católico, qué duda cabe. Y esto lo escribió la señora Ayuso con dos cojones, los que no tienen los meapilas del PP que la denuestan.

Todos estos movimientos falsamente progresistas son sucursales de la misma corporación totalitaria ayudada por intelectuales de países libres y prósperos que se hacen ricos a base de socavar su propio mundo. Y acababa la gran Ayuso: «de aquí vienen Podemos y sus franquicias, y con ellos gobierna sin ningún atisbo de arrepentimiento el hombre en cuya boca toda verdad es sospechosa: Pedro Sánchez. Esta política de manipulación de los sentimientos, de frentismo, de división es la que usa ahora la Moncloa para ir contra Madrid, que con la Justicia, la Corona y la Constitución de 1978 son lo único que se interpone en su camino para impedir que hagan su santa voluntad». Puede que Díaz Ayuso no sea la más lista de la clase, pero estos párrafos son certeros y brillantes. ¿O no?

Naturalmente, para que toda esta operación propagandística en la que está inmersa el Gobierno y las terminales mediáticas que maneja el ‘rasputín’ Iván Redondo tenga éxito; para conseguir malversar nuestra juventud y engañar a nuestros mayores, a fin de consolidar el régimen autoritario de los señores Sánchez e Iglesias, se necesita dinero. Cuba lo obtuvo en los años duros de la Unión Soviética; después del petróleo venezolano. Ahora, tanto Cuba como Venezuela quizá de Irán, y seguramente de la peor calaña del planeta, que es China, siempre en todas las salsas capaces de socavar la civilización occidental y las democracias liberales, a las que nos ha exportado el maldito virus.

El problema de España es que no tiene un puto duro. Así. Como suena. No paga a tiempo los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE), retrasa el cobro del subsidio de desempleo, y lo del desgraciado Ingreso Mínimo Vital es un completo desastre, gracias a Dios. Sánchez confía ciegamente en los 140.000 millones que llegarán de Bruselas, pero a plazos, y desde luego bajo control estricto sobre su uso honesto, algo que no entra en los planes del psicópata que nos gobierna. Para paliar este contratiempo, el presidente está determinado a abusar del instrumento genuino que siempre han utilizado los socialistas de todos los tiempos: subir los impuestos. Pero subir los impuestos en mitad de la depresión más aguda desde la Guerra Civil tiene enormes contraindicaciones.

Aumentar la progresividad fiscal -una de la más elevadas de Europa- con la que está cayendo será demoledor para los trabajadores en activo, para las clases medias -que ya sufren una imposición punitiva- y para las empresas que atraviesan la peor coyuntura de la historia. Esto se hará bajo la extorsión de que todos los que levantan el país -ya hartos de cargar con la piedra de Sísifo camino de la cumbre para luego precipitarse sin solución de continuidad- están impelidos a contribuir solidariamente en el momento actual al sostenimiento del Estado del Bienestar, es decir, a subvencionar a la legión de jubilados, de parados y en general de pasivos que aspiran a vivir eternamente del maná del poder público bajo cualquier circunstancia y condición.

Aumentar el Impuesto de Sociedades sólo ayudará a minar la renta de los pensionistas que las sostienen con sus fondos de inversión, elevará los precios de los bienes comercializables y reducirá los salarios de los trabajadores en plantilla. Elevar el impuesto sobre la renta a las clases medias y altas devastará a la nata y crema del país -gracias a la cual sobrevive y sigue en pie-, disuadirá el interés por trabajar y promoverá la emigración de los mejores hacia destinos menos hostiles.

Y confiscar el patrimonio de los que lo han conseguido gracias a su esfuerzo y su diligencia expulsará el capital y el apetito inversor. Este es el plan infame que tiene en mente la chusma internacional de la izquierda, aquí representada por el psicópata Sánchez y el comunista Iglesias, que también alberga el proyecto de enterrar a Montesquieu y, si hay suerte, liquidar a su Majestad el Rey, como bien ha dicho su íntimo amigo y protegido comunista Enrique de Santiago, el que lo invitó este verano a Asturias y de donde salió tras una pintada que le definía a la perfección: ¡Fuera rata!

Todas estas cosas ya las visto y las ha sufrido el chófer que me conduce en el Cabify hacia mi hogar y que se hace cruces con que los mismos errores e iguales estrategias debidamente diseñadas y orquestadas internacionalmente estén arraigando en España, la madre patria donde él ha recalado para buscarse la vida, para buscar una vida mejor. ¡Qué mala suerte! Nos despedimos con un poso denso de amargura, después de haber compartido un horizonte desolador, dominado por una izquierda empoderada a la que es incapaz de hacer frente con las agallas y la determinación precisas una derecha liberal cobarde, apocada y meliflua que parece definitivamente rendida.

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