Opinión

La Cataluña linchada

La ley de Lynch no es patrimonio exclusivo de las películas dedicadas al Far West. En la Cataluña de Carles Puigdemont, como es norma de los gobiernos nacionalistas, el linchamiento moral del discrepante es un elemento fundamental de su forma de hacer política. Amedrentar al que osa salirse del pensamiento único secesionista, o al que pone en apuros alguno de sus postulados o al alguno de sus líderes, forma parte de su ADN.

La última víctima de este tipo de linchamiento civil ha sido Cristian Segura. Su delito, ser periodista y haber puesto en conocimiento de la sociedad que el juez Santiago Vidal iba presumiendo de las presuntas ilegalidades que cometía la Generalitat de Puigdemont y Junqueras. Y no solo eso. También cometió la ‘afrenta’ al nacionalismo de destapar las amenazas que Lluís Llach iba profiriendo en actos públicos a los funcionarios y policías en el caso que les diera por cumplir la legalidad democrática vigente en España.

Nada nuevo. Nada que no hayan padecido otros ciudadanos que hayan sido molestos para el nacionalismo. Hace unos años el ex diputado Antonio Robles ya sufrió este intento de asesinato civil. Dolores Agenjo, la única directora de un colegio público que se negó a ceder las llaves para la ‘consulta’ del 9-N, también sufrió los embates de la maquinaría de picar carne secesionista. Son miles los ciudadanos que en Cataluña han sufrido este tipo de acoso moral.

OKDIARIO sabe de qué va la película. No en vano fue señalado por el autodenominado “Observatorio del discurso del odio de los medios”, un invento de los periodistas secesionistas más radicales con el apoyo económico del gobierno municipal de Ada Colau. ¿Su delito? Ser crítico con los abusos del nacionalismo gubernamental de ERC y el PdeCAT. Por desgracia, la ley de Lynch no forma parte del pasado ni de las películas de vaqueros. Es plenamente vigente en la Cataluña del 2017 gracias a los defensores de la autodenominada “revolución de las sonrisas”.