El caro precio de la victoria
El título no viene sugerido por el de la película de Lawrence Kasdan que protagonizaron en 1981, William Hurt y Catherine Turner, sino porque el lance celebrado en la volcánica isla de Gran Canaria y el estadio que lleva el mismo nombre, se desarrolló, igual que el marcador definitivo, a golpe de pasión. Ese también fue el libro que escribió en los años 60 un mítico periodista deportivo sevillano al que apodaban «Juan Tribuna»: «Al pan, pan y al fútbol, pasión». No hay mejor manera de describir un duelo con poco fútbol en cuya primera mitad parecía no querer ganar nadie y, tras el descanso, ambos se desesperaron en busca de los tres puntos.
El Mallorca de Arrasate se pasó 45 minutos sin alejarse del que heredó de Javier Aguirre. La presencia de futbolistas creativos como Morlanes y Sergi Darder no encajaba con la idea un equipo adicto al fútbol combinativo, tardón en el pase, reiterativo en el servicio largo al encuentro de la cabeza de Muriqi, abandonado a su cuenta personal con sus marcadores en la que ninguno de sus compañeros parece confiar más que para el enredo. Solo unos cuantos avances del debutante Mateu Jaume, una grata sorpresa, tal vez favorecido por la decisión del técnico local, Diego Martínez, de mantener en el banquillo de Moleiro, internacional sub 21, que el mallorquín supo aprovechar.
De él, echándole un pulso a Alex Muñoz en un balón en profundidad, salió el primer gol. Antes del descanso Fabio Silva, que provocó la amonestación y lesión de Raíllo, había estrellado en el poste, a la diestra de Greif, un balón procedente de una mala entrega de Robert Navarro. Este último anotaría el segundo tanto visitante para redimir una ocasión en la que no se había atrevido a rematar aun con empate a cero. Una más de las numerosas contradicciones de un encuentro alocado, no loco.
Instalados en la ventaja de dos goles, en cierto modo inesperados, Muriqi decidió insertar sua apuntes particulares. En el minuto 75, remató a las nubes lo que debería haber sido el 0-3 y, tal cual sucede a quien perdona, apenas sesenta segundos más tarde, la fortuna en un tiro lejano de Essugo metió a Las Palmas en una guerra de la que había salido. Después interpuso la mano en área propia para regalar un penalti que restauraba las tablas iniciales y abría las puertas del limbo a dos puntos, con lo que cuesta conseguirlos. Puso la guinda al dedicar una peineta a su provocador, J.Mata, castigada condenando a inferioridad numérica a sus compañeros. La sanción vivo acompañada dde un libre indirecto del que ya les he explicado la historia.
Los «pío pío» se pasaron los 10 minutos de prolongación avivando el fuego que sus esforzados enemigos se apresuraron a apagar por cualquier medio. Mientras tanto alguien en el banquillo debía calcular si la lesión del capitán, las molestias de Darder, Robert Navarro y Dani Rodríguez constituían una factura excesiva por el premio adquirido. Es lo que pasa cuando uno, regalo en mano, se entretiene con el envoltorio. Pero si París valía una misa, según Enrique IV, tres plátanos de origen justificaban el viaje y el sacrificio.
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