Opinión

Cándido, toga con polvo y mujer que no se abstiene

El jefe en el área de Justicia del PSOE no es el compañero sentimental de Meritxell Batet, Juan Carlos Campo, ni Joaquim Bosch, ni siquiera José Ricardo de Prada, más escorado al radicalismo político.

Desde hace ya muchos años, el capo de la cosa es Cándido Conde-Pumpido, el hombre que siempre mira al suelo. Hijo del fiscal que hiciera gran carrera en el franquismo (Conde-Pumpido Ferreiro), el hoy magistrado en el Tribunal Constitucional y aspirante a presidir esta instancia, lleva muchos años en el machito y sus servicios a la izquierda política son incontables. Que se lo pregunten a Bono o al gran Pepiño, el de la gasolinera.

¿Qué existen otros personajes con toga en la acera de enfrente política? Sí, unos cuantos. Y también se critica cuando es de menester. Pero estamos hoy y aquí.

Se criticaría de igual forma a otro líder judicial en posiciones distintas si tuviera a su mujer incrustada en el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y no se abstuviera a la hora de cooptar nombres a sentarse en el edificio de la calle Doménico Scarlatti, máxime cuando el esposo aspira a ocupar la cúspide del Constitucional. La mujer del César debe ser honrada y parecerlo; elemental desde hace más de veinte siglos.

Sorprende, por tanto, que Clara Martínez de Careaga, mujer del susodicho, que forma parte del CGPJ, mantenga una posición irreductible a tal propósito como se ha solicitado insistentemente desde el corazón del propio Consejo.

«El vuelo de las togas de los fiscales no eludirá el contacto con el polvo del camino» (Conde-Pumpido, años 2006). Afirmación realizada en sede parlamentaria en su calidad entonces de Fiscal General y dispuesto a echar una mano a la persona que le nombró, Rodríguez Zapatero, en referencia a su negociación con ETA.

Ahí sigue, dieciséis años después. Ignoro si Conde-Pumpido estará entre los ricos que tiene que pagar un impuesto especial decretado por el Gobierno al que defiende. No me extrañaría. Lo que me extraña, en cualquier caso, es que una persona con tanto ancestro profesional judicial en su familia, teóricamente con tanta preparación técnica para esos asuntos, no tenga inconveniente en presentarse ante la opinión pública como lo que parece ser.