Apuntes Incorrectos

Calviño, una lección de incompetencia

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Aunque ya había dado muestras sobradas de su desarreglo y de su servidumbre al líder a cuenta del salario mínimo, de la revalorización imprudente de las pensiones o de la expansión desordenada del gasto público, lo que ocurrió la semana pasada con la vicepresidenta del Gobierno Nadia Calviño rebasa todo lo asumible incluso por los observadores más ecuánimes o complacientes.

Dos días después de que anunciara el cuadro macroeconómico, que prevé un aumento del PIB del 6,5% este año, el Instituto Nacional de Estadística anunció una rebaja del crecimiento del segundo trimestre desde el 2,8% al 1,1%. Se trata de una corrección tan insólita como inédita, que merecería una explicación detallada. No se ha producido. Pero lo peor del asunto es que Calviño conocía con antelación el descuadre y que a pesar de todo mantuvo el mensaje triunfalista de que la recuperación es robusta, está en pleno auge y que de la presente crisis saldremos mucho mejor parados que de la anterior.

Por eso me atrevo a afirmar que la señora Calviño, a la que los ingenuos y confiados tenían por la garantía de que este Gobierno mostrenco no cometería demasiados errores, es básicamente una persona sectaria e  incompetente y también una pieza clave de la alianza general para ocultar a los ciudadanos la verdad, que es el santo y seña del Ejecutivo.

Es sectaria porque no sólo no es ajena sino militante de todas las causas nocivas y excluyentes de Sánchez: el feminismo recalcitrante, el ecologismo irracional, la heterodoxia presupuestaria, el favoritismo hacia los sindicatos en perjuicio de las empresas, la convivencia con las irregularidades cometidas en las ayudas a Plus Ultra, por ejemplo, o la desidia en el respaldo a compañías honorables y más dignas de ser apoyadas.

Es incompetente porque ha sido incapaz de generar las expectativas positivas que podrían haber evitado que la economía se desplomara un 11% el año pasado -más que en ningún otro lugar del mundo- y ahora culpable de haber disuadido una recuperación más intensa y compensadora. El asunto del INE es revelador de las maneras en que se conduce esta señora con guante de seda y mano de hierro al servicio de Sánchez. Que tiene a su ministerio sumido en el caso más absoluto, pues ha despedido a parte de sus colaboradores y el resto se han marchado por su partidismo obsesivo y su falta de atención a los buenos y desinteresados consejos.

El INE es un organismo adscrito al Ministerio de Economía. Aunque trabaja de manera profesional e inmaculada, depende directamente de Calviño, está a sus órdenes. Es inaudito que la vicepresidenta haya prestado oídos sordos a sus advertencias sobre la revisión, y lo que es peor, que ahora impida a la institución explicar las razones de una corrección jamás conocida en la historia.

Y finalmente, Calviño participa del engaño general porque, a pesar de lo ocurrido, sigue vendiendo que el crecimiento del 6,5% este año y del 7% el próximo continúa siendo una previsión válida, no está dispuesta a reformar el cuadro macroeconómico, sostiene que es absolutamente realista, dice que está falsamente avalado por la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal, que el año está yendo de menos a más -¿es que podríamos esperar lo contrario tras la debacle de 2020?- y que España será uno de los motores de crecimiento de Europa en estos dos años.

Naturalmente, y si había todavía algún incauto, ya nadie cree a la señora Calviño. Todos los bancos de inversión han empezado con celeridad a alterar sus pronósticos de crecimiento, y supongo que la Comisión Europea, a la que habrá que dar explicaciones, estará desolada. Y no solo por esta pifia descomunal sino por la ineficacia que está demostrando el país para gestionar los fondos de ayuda que llegan de Bruselas con cuentagotas, así como por la disfuncionalidad alarmante del Gobierno para impulsar las reformas estructurales requeridas con el fin de impulsar la actividad y justificar la inyección de dinero público.

También dice Calviño que el consumo y la inversión van a despertar con intensidad, aunque lo cierto es que no hay ninguna condición para que esto suceda ante la ausencia clamorosa de incentivos para atraer capital exterior o avivar el gasto familiar a cuenta de un ahorro embalsado que no ve aliciente alguno para encontrar un desahogo.

Lo cierto es que España va a ser el país que acuse la menor recuperación de la UE y el que más va a tardar en recobrar el ritmo de crecimiento previo a la pandemia. Y va a ser así por la ausencia de políticas liberales, que serían las únicas capaces de sacudirnos de este marasmo, como las que practica por ejemplo la Comunidad de Madrid.

Si los mensajes que se envían a los ciudadanos y al resto de los agentes económicos es que los impuestos van a subir, que el mercado laboral va a ser más rígido, que los sindicatos van a recuperar el protagonismo, por suerte perdido, en el desarrollo de los negocios y que en consecuencia los beneficios empresariales, de los que se nutre la creación de empleo, van a caer, lo normal es que se expulse cualquier atisbo de inversión extranjera y que la apuesta por la nación sea cancelada.

Si a esto unimos la subida imparable de la inflación, la tentación siempre irresistible a licuarla con aumentos salariales inconvenientes y el traslado inevitable de la presión monetaria al coste de los bienes y de los servicios, no hay ningún motivo para avalar los embustes reiterados de Calviño y de Sánchez, el presidente mendaz para el que trabaja sin escrúpulos y con denuedo.

La revisión a la baja del PIB, que ha destrozado las previsiones de todas las casas de análisis privadas y públicas de dentro y de fuera de España, y que ha causado un daño reputacional tremendo, elevará el déficit del Estado y aún más la deuda pública explosiva que acumulamos, y que una eventual subida de los tipos de interés -si la economía europea crece con mucha más fuerza que la española- complicaría adicionalmente. Contra la propaganda oficial, en contra de lo que dice la sectaria, la incompetente y la servil Nadia Calviño todas estas circunstancias tan desfavorables dejarán a muchos españoles atrás. De modo que este eslogan tan del gusto de Sánchez se quedará en un puro espejismo. Calviño será la nueva Pedro Solbes al frente del Ministerio de Economía y Sánchez, el hijo putativo de Zapatero, otro de los socialistas más en causar el empobrecimiento imparable de la nación.  Así la historia se repetirá una vez más como una farsa grotesca.

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