Opinión

Calviño y el fantasma de Solbes de las Navidades pasadas

Nadia Calviño se empeña en mantener unas previsiones económicas irreales, que han quedado desfasadas, y que han enmendado la práctica totalidad de las instituciones que realizan previsiones económicas. Sólo en la mente de la vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Economía, se mantiene la idea de que España va a crecer un 6,5% este año y un 7% en 2022, cuando el crecimiento económico ha ido perdiendo fuerza, con una rebaja muy importante del propio INE en sus datos de avance del primer  y segundo trimestre, especialmente de este último. Ahora, el Banco de España se ha unido a la Comisión Europea y a la OCDE, entre otras instituciones que han rebajado de manera muy importante las previsiones de la economía española.

Para que España creciese este año un 6,5%, el crecimiento del PIB en el último trimestre tendría que ser de alrededor del 11%-12% interanual, con un intertrimestral del 12%-13%, salvo que toquen mucho hacia atrás la serie, pero eso no dejaría de ser una componenda estética que no haría mejorar el nivel del PIB real hacia lo estimado por el Gobierno. Puede que el PIB nominal mantenga cierto impulso, derivado del efecto de los precios, vía deflactor del PIB, pero nada más que eso.

Por tanto, lo sensato sería que Calviño hubiese modificado el cuadro macro -que hace, por desfasado, que no sirva de soporte a los presupuestos-, para que las estimaciones fuesen lo más realistas posibles.

Como sensato sería que Calviño mantuviese el mismo discurso en Bruselas que en España cuando se presenta, por ejemplo, el plan de recuperación, acerca de las medidas que se tomarán en el mismo, como la anulación de la tributación conjunta.

Y como también sería sensato que Calviño dijese lo mismo en Bruselas que en España acerca de algo tan importante como es la reforma laboral, cuya derogación tanto daño puede hacer a nuestra economía.

Eso sería lo sensato, lo que se esperaría de la imagen de Calviño que han ido fabricando, como garante de la ortodoxia económica, desde su bagaje como Técnico Comercial y Economista del Estado y alta funcionaria de la UE. Es, de hecho, lo que se esperaría de una persona como ella, que cuenta con una gran formación, y que, por tanto, sabe perfectamente qué está pasando en la economía española.

Sin embargo, Calviño ha optado por abandonar su perfil técnico y servir de coartada a las políticas económicas contraproducentes de Sánchez. No es cierto que ella impida las equivocadas medidas económicas: la derogación de la reforma laboral sigue estando en marcha, y puede que prospere; el salario mínimo se ha seguido subiendo, cuando limita la creación de empleo; la política energética no se ha modificado, cuando no apostar por la nuclear y carecer de una estrategia eficiente de transición encarece los costes, principalmente de la industria; se alinea con la limitación de las bajadas de impuestos, cuando lo que menos necesita ahora la economía es una política fiscal contractiva por el lado tributario; y mantiene, como he dicho antes, negativa a reconocer que la economía está creciendo -y crecerá- mucho más despacio de lo previsto en su cuadro macro. Y, como colofón, llega a proponer cosas en Bruselas que luego matiza en España.

Calviño, así, hace aparecer ante nosotros al fantasma de Solbes como el fantasma de las Navidades pasadas. A Solbes también se le construyó una imagen de técnico, de amante del rigor, y llegado un momento, optó por el perfil político, abandonó el técnico y le dijo a Pizarro que exageraba al decir este último que había crisis. Poco después, se llego a más de seis millones de parados.

Solbes fue la coartada de Zapatero y Calviño ahora es la de Sánchez. De nada sirve que, años después, Solbes se arrepintiese en su libro, como de nada servirá que Calviño se autoenmiende dentro de unos años, cuando ya no sea vicepresidenta. Este desistimiento de su función como técnicos les hace ser más responsables de lo que suceda -antes a Solbes y ahora a Calviño-, porque ellos sí saben qué pasa y, sin embargo, mantienen una postura diametralmente opuesta a la que muestra la realidad de los datos. Es una pena, porque tenía la oportunidad de no repetir los errores de Solbes, de no darle marchamo de rigurosa a una política económica -la de Sánchez- que es equivocada, y de sobresalir como gran profesional. Sin embargo, Calviño ha decidido ya ser Solbes, de manera que su responsabilidad en las decisiones equivocadas será la mayor de todas.