“Los buenos alcaldes dan prestigio a la ciudad”

La frase de este titular va entrecomillada porque se la he oído decir a Félix Revuelta, empresario riojano fundador de Naturhouse, que ha desarrollado su emprendimiento durante medio siglo en Barcelona, hasta decir ¡basta ya! a la deriva de un Procés que ha condenado a Cataluña a la ruina económica.
Hoy, como es bien sabido, Naturhouse ha establecido su sede en Madrid, con sumo dolor por la estima que siente Revuelta por la ciudad que le abrió sus puertas para crecer, como persona y como empresario. Ciudad, a la que llegó para cumplir el servicio militar en la Guardia Civil y en la que decidió permanecer, por amor y sentimiento de pertenencia a un lugar de fraternal acogida. Hasta que la intolerancia del nacionalismo la hizo irrespirable.
En realidad, Félix Revuelta, para contraponer al nefasto capítulo que anda protagonizando la inepta Ada Colau en Barcelona, ponía como ejemplo de «dar prestigio a la ciudad» al alcalde demócrata de Nueva York, Michael Bloomberg, y de igual modo le habría servido citar al también demócrata, Rudy Giuliani. Los dos, grandes protagonistas tanto en la gestión de aquel zarpazo cruel que fue el atentado de las Torres Gemelas como el trabajo a posteriori para devolverle el ánimo y autoestima a la ciudad.
Díganme ustedes qué han aportado a Palma los alcaldes Antoni Noguera y José Hila desde 2015 hasta el presente. Son perfectamente prescindibles.
En realidad la capital balear no ha conocido otro esplendor en democracia, que los acontecimientos que tuvieron lugar durante la década de los 80, en primer lugar diseñando las grandes líneas de acción para dotar a Palma de las infraestructuras necesarias y así entrar en la modernidad, mientras en paralelo crecía la oferta cultural, en clave de artes escénicas, con el Festival Internacional de Jazz, el Festival Internacional de Teatro y Cançons de la Mediterrània, que en apenas una década ya eran referentes indiscutibles. La aparición de la EMT también se corresponde con estos años y el tiempo ha convertido en simple anécdota aquella polémica derivada de la pastanaga.
Fue llegar Joan Fageda en 1991 y cargarse de un plumazo los festivales de jazz y de teatro (inolvidables ambos), dejando languidecer las Cançons, justo cuando a punto estaban de arrebatarle al Festival de Yerba en Túnez la hegemonía como altavoz de la cultura musical mediterránea. Al menos, Fageda dio continuidad al trabajo iniciado en el plan de infraestructuras y también puso punto final a ese disfraz multicolor en los autobuses.
Desde entonces Palma no ha vuelto a conocer una figura relevante al frente de la ciudad, o sea nuestro particular Bloomberg. Nadie ha sido capaz de hacer realidad el deseo –curiosamente- de Fageda de convertir Palma en la capital turística del Mediterráneo, al contrario: protestas continuadas contra el turismo desde que hay Pacte de Progrés, agudizadas con Noguera e Hila.
Desespera la incapacidad de los fanáticos de Més, Podemos, PSIB-PSOE y por contagio puede que también Proposta per les Illes (PI), a la hora de ver el daño que está causando a Baleares su ensoñación de los Països Catalans históricamente inexistentes, aunque necesarios para el negocio lingüístico multimillonario que ha generado la Normalización y Decreto de Mínimos.
La obsesión por la inmersión ha sido el único protagonismo destacado.
Pero a lo que iba: «Los buenos alcaldes dan prestigio a la ciudad», algo que no excluye a la izquierda, como las mayorías de Julio Anguita en Córdoba o sin ir más lejos, Dimitrios Partsalidis, alcalde comunista de Kavala en la Grecia macedónica. Paulino Buchens, último alcalde franquista, no fue un mal primer edil necesariamente. El gran desconocido en los años iniciales.
Le sucedió el socialista Ramón Aguiló, que siempre he defendido que ha sido el mejor alcalde de Palma en democracia aunque también es cierto que estaba todo por hacer, si bien encarnaba la mejor cara de la izquierda en lo referente a la gestión, que es la prioridad en cualquier ayuntamiento.
La gran ventaja de las Elecciones Locales es que el ciudadano tiene a mano la oportunidad de ponerle cara a los alcaldables. Los candidatos, por tanto, adquieren una especial significación debido a su extrema proximidad. Y la izquierda estos últimos años ha puesto en el despacho de Alcaldía a quienes ya sabemos: Noguera e Hila. Y de cara a 2023, ya sabemos que repite Hila en la parrilla de salida, además de estrenarse Neus Truyol, una sectaria de tomo y lomo. En ambos casos, nada que ver con “los buenos alcaldes dan prestigio a la ciudad”. Pongamos un Bloomberg en nuestro día a día.