Opinión
OPINIÓN

Arabia Saudí ya tiene armas nucleares

  • Pedro Fernández Barbadillo
  • Columnista de Internacional. En la editorial Homo Legens ha publicado 'Eternamente Franco' y 'Los césares del imperio americano'. Su último libro es 'Eso no estaba en mi libro de historia del Imperio español' (Almuzara).

El reino musulmán de Arabia Saudí (32 millones de habitantes) y la República Islámica de Pakistán (240 millones de habitantes) han firmado un tratado de defensa mutua por el cual un ataque a uno de ellos el otro lo considerará como ataque también a él. ¿Contra quién se dirige este pacto?

Ante un mapa, todo se vuelve más claro. Entre ambos países se extiende el que es desde hace décadas uno de los Estados-paria del mundo: Irán, cuyo empeño en hacerse con armamento nuclear ha provocado su aislamiento internacional y numerosos ataques y sabotaje por parte de Israel, de Estados Unidos y de varios países vecinos, que se sienten amenazados por la ayuda que presta a las comunidades de musulmanes chiítas de Irak, Yemen, Líbano o Arabia Saudí.

Las relaciones entre ambas naciones musulmanas sunitas comenzaron hace más de sesenta años. En la década de los 60 del siglo XX, la financiación saudí incluyó ayuda directa al Gobierno pakistaní, así como dinero para escuelas, mezquitas y programas caritativos islamistas. Islamabad devolvió el favor con el despliegue de varios miles de soldados en la frontera norte de Arabia Saudí durante la guerra entre Irán e Irak. Y el servicio de información pakistaní, el ISI, hizo de vehículo del dinero saudí y el armamento estadounidense para los muyahidines afganos en su guerra de resistencia contra la URSS.

Mientras Pakistán sufría bajo las sanciones occidentales en la década de los 90, de nuevo Arabia Saudí aportó fondos que permitieron que su programa nuclear continuara. Después de la primera detonación, en 1998, los pakistaníes renombraron una ciudad en honor al rey Faisal.

Con el acuerdo firmado en septiembre, Arabia Saudí por fin consigue armamento nuclear contra Irán, aunque con la bandera pakistaní. ¿Trasladará Islamabad algunas de sus 170 cabezas nucleares a la península arábiga para que apunten a Irán?, ¿y mantendrá su doctrina fuera de su territorio o la modificará?

La doctrina nuclear pakistaní ha evolucionado desde una disuasión nuclear existencial, centrada en evitar una derrota militar convencional, a una doctrina de «disuasión completa», que pretende evitar no solo un ataque nuclear, sino también una agresión convencional. Islamabad rechaza expresamente la política de «no primer uso», por lo que podría recurrir a sus misiles nucleares en respuesta a un ataque sólo convencional.

De ahí la preocupación internacional, sobre todo de Estados Unidos, en la crisis vivida esta primavera entre India y Pakistán, después de un atentado por parte de terroristas islámicos en Cachemira, que continuó con movilizaciones militares y varios ataques aéreos.

Desde que en 2015 Barack Obama alcanzara un pacto con Teherán sobre el programa nuclear iraní, en el que estaba involucrado el Consejo de Seguridad de la ONU, los saudíes han dado varios pasos para separarse del abrazo de su protector, que no se han rectificado a pesar de que Trump retirara a Estados Unidos de ese acuerdo en 2018 y de los 600.000 millones de dólares en inversiones aprobados este mismo año, durante la primera gira al extranjero de Trump en su segundo mandato.

La separación más llamativa ocurrió en junio de 2024, durante la presidencia de Joe Biden, vicepresidente de Obama. Riad no renovó el convenio con EEUU que en 1974 dio origen al petrodólar. A partir de su caducidad, los saudíes venden su petróleo en dólares, euros, yuanes, o yens.

Sin embargo, no podemos interpretar estos movimientos como una ruptura con Estados Unidos, con el que la casa de Saud mantiene una alianza desde febrero de 1945, cuando el progresista Franklin Roosevelt se reunió en el canal de Suez con el rey Abdulaziz Ibn Saud: protección militar y aceptación de la monarquía a cambio de petróleo, ampliado en 1974 con la inversión de los petrodólares en la deuda pública norteamericana. Este acuerdo sí se ha cumplido, mientras que se encuentra a Estados Unidos interviniendo, por acción o por omisión, en el derrocamiento del sha de Irán.

Pero en un escenario en que Estados Unidos empieza a prestar más atención al Pacífico y a China que a Oriente Próximo, incluido Israel, el régimen saudí considera que su seguridad no puede depender de Washington, resida quien resida en la Casa Blanca. Otro tanto se puede aplicar a Pakistán, encajonado entre la India (1.429 millones de habitantes), mejor armada, con la que libró cuatro guerras en el siglo XX, e Irán (90 millones).

En este escenario, India, que pretende conseguir un estatus de gran potencia independiente, tiene como principal suministrador de petróleo a Arabia Saudí, aunque también lo compra a Rusia, pese a las sanciones contra ésta por la invasión de Ucrania.

Sin duda, este acuerdo fortalecerá los deseos iraníes de contar con su propia fuerza de disuasión nuclear. ¿Lo permitirán Washington y Tel Aviv?
Como declaró Marco Rubio, secretario de Estado, en febrero, la unipolaridad ha sido una época excepcional en la historia que ya se ha cerrado, de modo que el mundo recupera la multipolaridad… con Estados Unidos como país más poderoso, tal como subrayó su jefe, Trump.

Las líneas y los colores en los mapas se están desdibujando. Los únicos que no se enteran son quienes siguen viendo el mundo desde su campanario y con un telescopio ideológico. ¡Cuántos de ellos hay en España!