Opinión

Admiro a la izquierda…

…por la indudable capacidad que históricamente ha tenido de apropiarse, de monopolizar determinados conceptos, credos e ideas hasta acabar usurpándolas. Ideas como el progreso, la libertad o la sensibilidad social se han convertido en coto privado, teórico y falso del pensamiento progre. Pero desde los años 60, es la cultura quien encabezaría tan falsa y propagandista lista hasta llegar a convertir en un verdadero oxímoron la existencia de una “cultura de derechas”. Ha sido un verdadero éxito abanderarlo, cuando en realidad no ha sido más que un indubitado cliché puramente propagandístico distando mucho de la realidad.

Cuando hablo de cultura no me refiero a personajes como Almodóvar, el Gran Wyoming o un tal Alberto San Juan. No hablo de zafiedad, tosquedad o chabacanería, ni de aquellos que se nutren de la “cultura de la subvención”. No trato hoy del cine o el teatro. Hablo de cultura con mayúsculas, de la cultura intelectual, de las ideas y del pensamiento, aquel que conforma una determinada concepción de la vida y dan forma, en última instancia, al pensamiento político. La causa de semejante, e irreal, hegemonía intelectual de la izquierda reside en la concepción unitaria que esta tiene de la vida, de su perspectiva materialista, de su negación del individuo y de sus valores. Ha conseguido presentarse ante la hoy adormilada sociedad como los prebostes del neoiluminismo y del cientificismo.

Aun entendiendo equivocada y cuasi nociva la aportación de la izquierda al pensamiento occidental, i) No seré yo quien niegue el valor y la importancia cultural e intelectual, sin duda histórica, de la concepción materialista de la historia de Marx, ii) valoro la atracción que Gramsci tenía de Maquiavelo, si bien este último creó lo que hoy entendemos como ‘Estado’ y su relación con el individuo frente al internacionalismo marxista, iii) resalto la aportación de Althusser al pensamiento neomarxista que consigue desenmascarar las falsedades reales del propio marxismo, iv) me interesa la visión que Marcusse tiene, con su “hombre unidimensional”, de la liberación del individuo a través del arte (¡Si Marx levantara la cabeza!) y es curisosa la idea de v) José Saramago sobre el retorno a la conciencia, y el papel de la familia, desde el trauma quizá, pontificando que “¿No es en las familias donde ocurren algunas de las peores cosas que han pasado en la historia de la humanidad?.

Pero reivindico la intelectualidad de la derecha. Existe, aunque sea la propia derecha quien la oculte. Reivindico la aportación de Bossuet y su defensa, desde el meritoriaje, de la igualdad entre todos los hombres. Reivindico a Martín Heidegger y a Carl Schmitt, con una orientación contextualizada en la derecha radical cuyo pensamiento interesó a ciertos sectores de la extrema izquierda intelectual a partir de los años 70. No es posible desdeñar la figura de Ramiro de Maeztu y su concepto de España y la defensa de la hispanidad, hoy altamente cuestionada. Apasionan las críticas que el “Marcusse de la derecha”, Julius Evola, realiza contra las figuras de pies de barro del mundo moderno.

Envidio a la izquierda por su irreal monopolio intelectual. Pero me preocupa la manera en que la derecha ha renunciado por completo a tener voz en el ámbito cultural. La derecha, desde el complejo, nada en la incertidumbre y en la imprecisión ideológica. Vaga en una atmósfera deprimente enmascarando de forma cobarde y acomplejada un presunto conservadurismo de andar por casa, intelectualmente vacío, mendigando una respetabilidad burguesa y acomodaticia. Si la izquierda tiene en sus genes, falsos o no, elementos de una cultura de izquierda y lee a Marx, Freud y Sarte, desde la derecha se oculta cobardemente y de forma irreal, una conciencia cultural de “Derechas”. Marc Levy, escritor y novelista francés en una de sus obras dice, “(…)¡Te preocupa demasiado lo que los demás piensan de ti!”…y la derecha, desde sus complejos, renuncia a su pensamiento, a su intelectualidad y a sus aportaciones históricas al progreso. Admiro a la izquierda.