Opinión

Ha de abstenerse el PSOE

Llevamos unos días oyendo y leyendo que el PP debería abstenerse en la segunda votación de una hipotética investidura de Sánchez para evitar que éste gobierne con el apoyo de los independentistas, el antiguo brazo político de ETA y el partido del prófugo de la Justicia e impedir, así, cesiones que debilitarían a España. A simple vista, puede parecer una petición llena de buenas intenciones, pero no lo es.

Y no lo es porque se basa sobre la premisa de que el PSOE, segundo en las elecciones, está legitimado para tratar de ser quien forme Gobierno pese a haber perdido, ya que si incorpora a todo lo que no es el centroderecha nacional y regionalista, entonces puede sumar más, y para que no se vea forzado a hacerlo, se le pide al PP que facilite las cosas para evitar males mayores.

Es decir, que el PSOE pierde, se arroga casi la exclusividad de la posibilidad de formar Gobierno, está dispuesto a aliarse con una veintena de partidos (los quince de sumar, más ERC, Bildu, Junts, PNV y BNG), pese a que, con ello, pueda perjudicar a España y, para evitar que tenga que hacerlo, se insta al PP a que se aparte para que el PSOE no tenga que buscar esos aliados. Esto es esperpéntico: el PSOE está dispuesto a hacer una barbaridad para gobernar a toda costa pese a haber perdido y le culpa al PP de dicha barbaridad si no se abstiene.

Los resultados de las elecciones, aunque ajustados, han sido claros: el PP ha ganado y el PSOE ha perdido, y el bloque de centroderecha ha superado al bloque de izquierda. Sí, es cierto que si el PSOE se alía con todo el resto, puede llegar a la mayoría absoluta para ser investido, pero eso también podía hacerlo en junio de 2016 y el PSOE se abstuvo, eso sí, después de tener que echar de la Secretaría General a Pedro Sánchez, que ya tenía preparado un primer Frankenstein que abortaron los propios dirigentes socialistas tras descubrir que Sánchez quería forzar una votación para decidir qué postura adoptaba el PSOE en una urna tras una cortina.

Quien debería abstenerse es el PSOE, como hizo en junio de 2016. El PP tiene los mismos diputados que entonces -137-, incluso más, porque en esa cifra se incluían los de UPN. Ciudadanos se quedaba en 32 escaños -uno menos que Vox- y CC tenía uno. En total, 170. Ahora, esos mismos partidos suman 172 escaños. Si entonces el PSOE se abstuvo, ¿qué motivo hay para que ahora no lo haga? Quizás que su abstención implicaría perder el Gobierno, que significa el puesto de trabajo para cientos de personas nombradas por el Ejecutivo, desde altos cargos a asesores, pasando por presidentes de empresas públicas.

Nadie pone en duda que el PSOE puede sumar todo lo que tenga a mano y lograr que Sánchez sea investido, pero lo que no puede ocultarse es que sería quebrar una regla no escrita de nuestra democracia en cuanto a las elecciones generales, en primer lugar y, sobre todo, lo que nadie puede hacer es culpar al PP de las nocivas alianzas de Sánchez, porque los únicos responsables son Sánchez y quienes le dejan que las realice. Los socialistas deberían recobrar el coraje de octubre de 2016 e impedir que Sánchez se eche en manos de un Frankenstein ampliado, pero poca esperanza podemos tener, porque, al final, parece que sólo les preocupa el cargo que ocupan, llegando a pensar que los garbanzos son los garbanzos.