Cospedal o el orgullo de ser español

Cospedal o el orgullo de ser español

María Dolores de Cospedal quiere que el orgullo de ser español esté presente en los lugares donde los radicales más tratan de vilipendiarlo. Esencial para que los miles de constitucionalistas que ocupan esas regiones no se sientan abandonados. La candidata a la Presidencia del Partido Popular hace esta promesa en caso de que consiga liderar su formación y llegue después al Gobierno. Su medio para conseguirlo, entre otras propuestas, es que el Desfile de las Fuerzas Armadas y las distintas selecciones deportivas de España visiten tanto Cataluña como el País Vasco. Sería una manera interesante de afianzar el nombre de nuestro país en comunidades donde es constantemente despreciado por las veleidades de los exaltados.

Cospedal lleva tiempo señalando con acierto la necesidad de que haya «más España» en los lugares donde los independentistas se afanan por tratar de erradicar su unidad. A principios de año, en una entrevista exclusiva en OKDIARIO, la entonces ministra de Defensa ya dejó clara su receta para tratar de eliminar el virus del independentismo. Entonces, Cospedal defendió la política como una actividad sin complejos que en territorios donde no respetan la legalidad —como era y sigue siendo el caso de Cataluña— exigía una férrea aplicación del artículo 155, la vigilancia directa de TV3 y una postura inflexible contra los símbolos golpistas. Un desempeño sin complejos, realizada siempre con el orgullo que debe suponer el hecho de representar a nuestro país.

Algo que debería estar siempre presente en los representantes del arco parlamentario y que lamentablemente falta con preocupante asiduidad. España necesita de sus símbolos, quizá ahora más que nunca. El día a día de nuestro Estado de Derecho está hipotecado debido a las constantes cesiones que Pedro Sánchez está concediendo a los radicales de uno y otro lugar. Prebendas que están dando oxígeno a los radicales de Cataluña y País Vasco. Los primeros tendrán pronto allí a los golpistas encarcelados; los segundos, a los presos etarras. Ante tantas cesiones y tanta laxitud gestora y gubernamental, el rigor y la utilización que propone Cospedal es un motivo de esperanza.

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