Dejen en paz al Rey Felipe VI
Como si no tuviera suficiente el Rey Felipe VI con toda la escasa y a la vez inmensa patulea de izquierdona e independes que desea verle bambolearse, como para que vengan ahora aquellos del extremo contrario (derechona) a tomarle el número cambiado. Lo escribí la semana pasada (La decisión del Rey ante la amnistía) con récord histórico de lectores en este privativo Palo Alto. Y vuelvo a reincidir en lo mismo: el Rey Felipe es sólo prisionero de la Constitución y entre esas rejas debe permanecer.
La decisión de Felipe VI de proponer al Congreso de los Diputados a Pedro Sánchez para la investidura presidencial es corolario obligado dentro de sus funciones institucionales. Función constitucional, por lo demás, ineludible e insalvable ¿Hará falta recordar que el Rey, en su calidad de Jefe del Estado y su función arbitral inherente a su encomienda representativa (no ejecutiva), no puede hacer, y no hace, lo que le venga en gana?
Si existe alguien en este país que conoce bien lo que el autodenominado bloque progesista (sic, niego la mayor) quiere hacer con la Corona ese es, sin duda, Felipe de Borbón y Grecia. Aún así, resistiendo vendavales ad hominem, desplantes, faltas de respeto e injurias (cuando no netas calumnias) mantiene el pulso y no se permite traspasar un ápice las competencias que la Constitución establece para la cúpula del Estado.
¿Acaso existe alguien tan estulto en este viejo y cuarteado país, todavía llamado España, que el Rey es el único español que desconoce los procederes políticos y personales de ese singular personaje apellidado Sánchez? ¡Por favor! La inquina con la que le agasajan en los últimos días los odiadores de Sánchez, con razón y argumentos para ello, no tiene un pase. Las vísceras calentitas hay que ponerlas en el congelador antes de conducirse como hooligans desmedidos, muy especialmente cuando se tratan cuestiones con vitola histórica.
Quiero volver a escribir y escribo. Esa decisión real de proponer al jefe de la banda, expresión prestada en la ocasión por Albert Ribera, es lo único que podía y puede hacer el Jefe del Estado. Don Felipe representa y arbitra, no gobierna, ni se insmicuye en asuntos políticos cotidianos. La única posibilidad de permanencia de la Corona no es otra que atenerse a la pura letra y el lato espíritu constitucional. Cualquier error por ese caminar conduciría directamente al averno. Al buen entender, pocas palabras bastan.
PD: Como todos los 12 de octubre, el autor asistirá al reclamo del Rey Felipe para celebrar la Fiesta Nacional. En la calle y en palacio. Y me alegro de no coincidir con aquellos que, de forma estulta y escasamente inteligente, quieren hacer saltar por los aires la nación más antigua del mundo.
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