OPINIÓN DE RAÚL PALACIOS, PRESIDENTE DE GANVAM

¿Reducir emisiones o tecnologías en los coches?

"Una de mis principales inquietudes es si realmente estamos hablando de una descarbonización efectiva", señala el directivo

Desde mi posición en el sector, veo con preocupación cómo Europa avanza en su carrera hacia la electrificación. Sin duda, el vehículo eléctrico es el futuro y creo firmemente en su potencial para transformar nuestra industria y ayudar a combatir el cambio climático. Sin embargo, me pregunto si estamos siguiendo el camino correcto, si la velocidad con la que se quiere imponer esta transformación es la adecuada. Europa debería apostar por el BEV, pero no a cualquier precio.

Una de mis principales inquietudes es si realmente estamos hablando de una descarbonización efectiva o si, por el contrario, se está utilizando el automóvil como un mantra político, una herramienta fácil para obtener rédito electoral. Las normativas que prohíben la venta de vehículos de combustión a partir de 2035, por ejemplo, parecen responder más a la urgencia política que a un análisis realista de las capacidades del sector. Y me pregunto ¿están los fabricantes europeos preparados para competir con los costes operativos de las marcas chinas, que cada vez ganan más terreno en el mercado? Honestamente, no estoy seguro.

La velocidad a la que se imponen estas medidas y la realidad del mercado también me inquietan. La demanda de vehículos eléctricos no está avanzando al ritmo que muchos desearían. Y es que, el 25% del parque automovilístico en Europa tiene más de 20 años, y el 65% supera los diez. La mayoría de estos conductores simplemente no tienen la renta disponible para cambiar su coche por un vehículo eléctrico. Al contemplar estas medidas para renovar el parque automovilístico con solo VE, estamos dejando fuera al 65% de la población. Incluso para el 35% restante (aquellos que podrían permitirse un VE) nos enfrentamos a otra pregunta, ¿cuántos de ellos tienen acceso a un punto de recarga? La infraestructura es insuficiente, y las trabas burocráticas para instalar más puntos de recarga están lejos de ser resueltas. Nos enfrentamos a una realidad sin renta disponible y sin infraestructura, en la que la transición hacia el VE será, probablemente, más lenta de lo que se espera.

Esto no significa que esté en contra del vehículo eléctrico, de hecho, será el futuro. Pero me preocupa la velocidad con la que se está imponiendo. En 2008, la antigüedad media del parque automovilístico en Europa era de ocho años. Hoy, es de 14. Eso significa que estamos contaminando más que nunca, porque la mayoría de los vehículos en circulación solo cumplen con las normativas Euro 5, que ya están desfasadas en términos de emisiones. Es por ello por lo que desde la patronal sectorial de la movilidad buscamos convertir la renovación del parque en piedra angular de la estrategia de descarbonización, con un plan que ayude a retirar de la circulación un alto porcentaje de vehículos antiguos y contaminantes. Una de las opciones que se proponen es recuperar el espíritu del extinto Plan Prever, ofreciendo ayudas a los conductores que deseen adquirir un turismo nuevo o usado de hasta cinco años y entreguen, a cambio, su vehículo antiguo, incluyendo en esta estrategia los vehículos de ocasión (V.O.).

Para descarbonizar de verdad, no podemos limitarnos a electrificar el parque. Descarbonizar significa sacar de la circulación a los vehículos que más contaminan y reemplazarlos por otros mucho más eficientes. No se trata de eliminar tecnologías, sino de reducir emisiones. Cambiar un coche altamente contaminante por uno que contamine mucho menos ya sería un gran avance. Con el tiempo, la autonomía y las prestaciones de VE mejorarán, pero no podemos permitir que la electrificación se convierta en el único objetivo a cualquier precio. Lo que necesitamos es un enfoque equilibrado. Las políticas públicas deben ser realistas y considerar tanto el impacto medioambiental como las condiciones sociales y económicas de los ciudadanos. Solo así podremos avanzar hacia un futuro verdaderamente sostenible.

Por todo esto, creo firmemente que las decisiones no pueden estar desconectadas de la realidad económica de los ciudadanos. Si realmente queremos reducir las emisiones y avanzar hacia un futuro más sostenible, debemos centrar nuestros esfuerzos en ofrecer soluciones realistas, equilibradas y que respondan tanto a las necesidades del medio ambiente como a las de la sociedad. El futuro del vehículo eléctrico llegará, pero debe hacerlo en el momento adecuado, con el mercado y las personas preparados para asumirlo.