Juegos Olímpicos de Tokio

La historia de Ray Zapata: un dominicano «muy loco» que creció en los brazos de Gervasio Deferr

Ray Zapata, el dominicano que llegó con 10 años a Lanzarote y ahora se ha colgado la plata en los Juegos Olímpicos de Tokio. Gervasio Deferr fue el gran mentor y maestro de un gimnasta que se define como "un tío muy loco"

Ray Zapata rompe a llorar en el podio tras lograr la medalla para España

Juegos Olímpicos, directo, Ray Zapata
Ray Zapata (RFEG)

Toda España presume orgullosa de Ray Zapata. El gimnasta fue el gran protagonista de la mañana del domingo tras bordarlo en la final de suelo y conseguir la sexta medalla para nuestro país en los Juegos Olímpicos de Tokio, una plata celebrada con muchas lágrimas en el cajón por este dominicano de 28 años que ha hecho realidad su gran sueño, por el que lleva peleando muy duro desde que llegara a Lanzarote cuando apenas tenía 10 años y era un crío.

La dedicatoria más especial sin duda fue para su hija recién nacida Olympia, de la que se acordó tras finalizar su ejercicio sacando un babero con su nombre con una sonrisa que casi no le cabía en cara. En ese momento, Ray Zapata ya sabía que lo había bordado y que tenía muchas papeletas para colgarse un metal que acabó siendo de plata. Tras fallar en Río de Janeiro como él mismo reconoce, Tokio era su gran oportunidad y este tren no lo ha dejado pasar.

Gervasio Deferr, maestro y mentor

Poco queda de ese pequeño dominicano que llegó a Canarias con 10 años. Meses después de ese viaje, Gervasio Deferr lo vio entrenando y tuvo muy claro que ese niño merecía que se apostara por él. No se equivocó. Ray Zapata ya mostraba unas condiciones impresionantes para la gimnasia artística, y el tiempo ha dado la razón a su maestro y mentor, oro olímpico en salto en Sídney 2000 y Atenas 2004 y plata en suelo en Pekín 2008.

El canario de adopción  sacó a relucir el ‘Zapata I’, un ejercicio inventado por él mismo y clavó cada diagonal, con solo alguna duda en uno de los aterrizajes. Pudo llevarse el oro, pero empató a puntos con el israelí Dolgopyat y los jueces consideraron que el ejercicio del campeón de Europa era más complejo, de ahí el resultado final. Sin embargo, Zapata no perdió un segundo en pensar en ello. Desde que supo que era plata, la emoción se apoderó de un gimnasta que se define a sí mismo como «un tío muy loco», un loco que hoy es el orgullo de toda España. 

El camino no ha sido fácil, ni mucho menos, pero él siempre ha mantenido esa alegría que le caracteriza, esas ganas de bailar que lleva en los genes, y ese optimismo que le ha permitido superar obstáculos muy importantes como la decepción de Río, donde reconoce que su miedo le impidió ofrecer su mejor versión, o una lesión en el tendón de Aquiles que le tuvo parado durante siete meses en 2017. Todo eso es pasado. Ray Zapata es el hombre más feliz del mundo con la plata conseguida en Tokio, una medalla que pronto podrá colgarle en Lanzarote a su recién nacida Olympia, que todavía no puede ser consciente de lo que su padre ha conseguido hoy. Pero lo sabrá con el paso del tiempo, porque esa plata es historia del deporte en España.

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