El arrepentido de Lezo: «González dijo que no cobraba su mordida de 1,8 millones por el caso dúplex»

El exgerente de la filial colombiana del Canal de Isabel II Inassa, Diego García Arias, asegura que el expresidente madrileño Ignacio González decía que no podía cobrar su comisión de 1,8 millones de dólares acordada tras la compra de la sociedad brasileña Emissao en 2013 porque «estaba siendo investigado» por su dúplex de Estepona.

En su declaración ante el titular del Juzgado del Central de Instrucción nº 6 de la Audiencia Nacional Manuel García Castellón del pasado 9 de mayo, a la que ha tenido acceso OKDIARIO, el exdirectivo colombiano «arrepentido» del caso Lezo explica cómo se repartió una comisión total de 5,4 millones de dólares tras la adquisición de la filial brasileña Emissao en 2013 por 29 millones de dólares. Una compra que, según sus testimonio, se realizó «por orden de Ignacio González».

A preguntas de la Fiscalía Anticorrupción, Diego García Arias explica que la mano derecha de González en los negocios del Canal en Latinoamérica, Edmundo Rodríguez Sobrino, le dijo que «había que sacar adelante la operación (compra de Inassa) porque Ignacio González le había dicho que iba a haber algo para nosotros (comisión). Pero no me definió a quiénes y monto» sostiene.

El exdirectivo colombiano afirma que él percibió 900.000 dólares por la operación y que el reparto de la comisión se efectuó de la siguiente forma: Ignacio González (1,8 millones); el expresidente de Inassa, Edmundo Rodríguez Sobrino (900.000 dólares); el exgerente de la filial colombiana Triple A, Ramón Navarro Pereira (900.000 dólares) y el exdelegado del Gobierno en Ceuta, Luis Vicente Moro (900.000 dólares).

García Arias recuerda como Rodríguez Sobrino le contó que el expresidente madrileño no podía recibir la mordida en ese momento al estar investigado por su dúplex de lujo en Estepona: «Ignacio González ahora mismo tiene el problema de su ático, parece que le están siguiendo, le están viendo y yo voy a tener (guardar) el dinero de González».

«Con Luis Vicente Moro», añade el arrepentido de Lezo recordando las palabras de Rodríguez Sobrino, «estaba intentando abrir cuentas bancarias en el Helm Bank de Panamá y le negaron la apertura de las cuentas porque tuvo problemas en España. También me contó que Moro pidió ayuda a uno de sus hijos para abrir una cuenta y éste se negó. Le dijo ‘papá no’».

Fue entonces cuando Rodríguez Sobrino le pidió a García Arias que guardara parte de la mordida de Luis Vicente Moro. «Ya tengo 900.000 dólares y guardar otros 900.000 es complicado» le contestó. El expresidente de Inassa le propuso que guardara la mitad de la comisión de Luis Vicente Moro y que Ramón Navarro (exgerente de Triple A) guardara la otra mitad.

«A mí me entregaron a través de unos contratos de consultoría que se hicieron 1,5 millones de dólares, a Ramón Navarro le entregaron un 1,4 millones de dólares y el resto hasta 5,4 millones se le entregó a Edmundo Rodríguez Sobrino» señala García Arias.

«Del 1,4 millones que se le entregó a Ramón Navarro, 900.000 eran para él y 500.000 para Luis Vicente Moro. Del 1,5 millones que me entregaron a mí, 900.000 eran míos, 400.000 para completar lo de Luis Vicente Moro y los 200.000 eran para completar lo de Edmundo Rodríguez Sobrino e Ignacio González» añade.

La entrega efectiva de las comisiones

La fiscal Anticorrupción pregunta durante la comparecencia a Diego García Arias, el «arrepentido» de Lezo, cómo se produjo el pago de la mordida de 1,8 millones de dólares por parte de Edmundo Rodríguez Sobrino a Ignacio González.

«La última vez que me vi con Edmundo fue en abril de 2017, que estuve aquí por una reunión del Canal de Isabel II. Él me manifestaba siempre su agobio y su miedo a Hacienda por tener el dinero de Ignacio González y que no se lo pudiera entregar» contesta.

«González le decía a Edmundo ‘no tengo cómo, no hay manera, no hay forma’ (de cobrar la comisión). Lo que siempre manifestó (Edmundo) es que no pudo entregar el dinero a Ignacio González. Eso sí, lo que me decía Edmundo es que el dinero de González lo tenía aparte completamente» concluye su relato Diego García Arias.