Carlos Holmes Trujillo: «Los uribistas somos amigos de la paz en Colombia. Pero somos voz de los que rechazan la impunidad»
Carlos Holmes Trujillo (Cartago, Valle del Cauca, 1951) está en España para ponerle voz institucional al clamor de muchos colombianos. La palabra ‘paz’ es tan esperanzadora que ponerle reparos a quien la enarbola como bandera en el mundo entero supone un peaje muy duro. Y los uribistas lo están pagando. Dentro y fuera de Colombia. Su oposición al Gobierno de Juan Manuel Santos y a sus conversaciones en La Habana con los terroristas de las FARC, auspiciadas por el dictador Raúl Castro es firme pero no total. «Estamos contra determinados aspectos de esos acuerdos, pero son aspectos fundamentales».
Trujillo lo explica para OKDIARIO, y nos da una primicia: quiere ser presidente de su país. Y luchará por la candidatura de su partido, el Centro Democrático (CD), fundado por el ex presidente Álvaro Uribe.
¿Qué está pasando en Colombia, un país tan polarizado cuando desde fuera se ve que está ante una oportunidad histórica?
El Gobierno del presidente Santos ha generado una gran expectativa con respecto a las conversaciones con las FARC, pero es una mesa entre un presidente que tiene un del 13% de apoyo popular y una organización terrorista que cuenta con el 97% de rechazo de parte de los colombianos. Además, Santos cometió el error histórico de dividir artificialmente a la sociedad colombiana entre amigos y enemigos de la paz, por razones de estrategia electoral.
Hay quien legitima el origen de las guerrillas porque en los años 60 no se integró a los partidos de izquierda radical en el proceso democrático. ¿Ese debate existe en Colombia?
Inicialmente, las guerrillas tuvieron un origen político. Un grupo de campesinos se alzó en armas para defenderse del régimen vigente en la época. Pero luego influyó la guerra fría, el bloque socialista apoyó al movimiento guerrillero colombiano. Además, la Revolución cubana incidió en la creación del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Y posteriormente, surge el fenómeno del narcotráfico, al que se acude para la financiación de los grupos armados ilegales. Finalmente, la llegada del paramilitarismo, que naturalmente le dio otras características al fenómeno de la violencia en Colombia…
En medio de esas circunstancias, el presidente Santos, resolvió poner en marcha en su primer periodo un proceso de conversaciones para el cual no había sido elegido. Porque a él lo votaron para darle continuidad a la Política de Seguridad Democrática. Y el mismo día en que tomó posesión generó una brecha política.
¿Hay un precio justo por la paz? ¿Cuál sería?
La paz no se compra. La paz se construye. Eso de hablar del costo de la paz es caer en una trampa conceptual absolutamente innecesaria, que debe ser superada.
¿No hay en Colombia gente de acuerdo con que el Gobierno haga las cesiones que sean necesarias para llegar a la paz, las que sean?
Mire, la sociedad colombiana siempre ha demostrado ser generosa para facilitar la negociación con grupos alzados en armas. Y ha estado dispuesta a hacer concesiones. Por eso se han hecho tantos procesos de conversación en Colombia, pero los colombianos tienen muy claro que rechazan. Los colombianos queremos la paz, pero la queremos sin impunidad y sin legibilidad política para los miembros de las FARC que se desmovilicen. Estoy hablando de los culpables de los más graves delitos.
Sin embargo, el discurso de los líderes de las FARC es «no hemos llegado hasta aquí para dejar las armas a cambio de nada»…
Y la sociedad colombiana ha estado dispuesta siempre a hacer concesiones, lo que pasa es que el mundo de hoy cambió. En 2012 entró en vigor el Estatuto de Roma que exige perseguir los delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra. Y que en caso de que los tribunales nacionales no lo hagan, se acepta la competencia subsidiaria de la Corte Penal Internacional. Es decir, que existe el riesgo de que el acuerdo que finalmente se firme entre el Gobierno y las FARC no se sostenga por ilegitimidad.
¿Qué se le reprocha hoy en día a Santos?
Sobre el acuerdo con las FARC, en primer lugar, las gravísimas deficiencias que ya le he dicho en materia de Justicia. Segundo, que permite la elegibilidad política inmediata de los culpables de los más graves delitos. Tercero, abre la puerta para que el narcotráfico llegue a ser considerado como delito conexo al delito político. Cuarto, que su pacto con los terroristas los coloca en el mismo plano a efectos de Justicia que los agentes del Estado y la sociedad civil. Quinto, que ese acuerdo desconoce principios fundamentales de la seguridad jurídica… y por último, que se crea un ‘tribunal para la paz’ que puede convertirse en un nuevo tribunal de la inquisición para que las FARC derroten judicialmente a la sociedad colombiana que no lograron derrotar por las armas.
Las posturas no pueden estar más enfrentadas… ¿se puede pacificar un país cuyo cuerpo democrático está roto?
Claro que se puede, pero eso depende de la generosidad del poder. Voluntad por parte de la oposición democrática para hallar consensos en materias sensibles nunca ha faltado. Lo que pasa es que el Gobierno no quiere construir consensos, sino que la oposición le firme un contrato de adhesión, y eso no va a suceder.
Esta polarización entre uribistas y santistas, ¿a quién favorece?
Como ya le dije, las conversaciones se sostienen entre interlocutores sin apoyo social. La oposición democrática es la voz de muchos colombianos, que quieren paz, pero la quieren sin impunidad y sin elegibilidad política inmediata para los culpables de los más graves delitos.
Entonces, ¿usted cree que Santos actúa así porque considera que es lo mejor para Colombia o porque considera que es lo mejor para sí mismo?
El presidente Santos puso todos los huevos en la misma canasta y por eso sólo mira al balance histórico de su gestión. Pero se está equivocando. Porque un acuerdo con los terroristas en su situación de debilidad política y en la de rechazo a las FARC y en medio de una división artificial como la que él creó, no tendría sostenibilidad. Y por lo tanto podría dar lugar a una nueva frustración mañana.
Juan Manuel Santos plantea un plebiscito para aprobar lo que se acuerde con las FARC, ¿por qué ustedes lo rechazan?
No es el mecanismo adecuado jurídicamente porque le plebiscito no se concibió para esto. Tampoco lo es políticamente porque sólo se pregunta sí o no de un todo demasiado complejo. Eso sería una especie de trampa democrática.
¿Y cuál sería el mecanismo?
Históricamente, en Colombia en contextos relacionados con la búsqueda de la paz siempre se ha logrado llegar a un acuerdo político sobre un mecanismo para que la gente se pronuncie. Ocurrió en 1957, cuando el Frente Nacional, que se instauró un plebiscito, que no existía institucionalmente, para superar la violencia. Y con la nueva Constitución de 1991, que se convocó una Asamblea Constituyente un año antes, pese a que ese mecanismo no existía en el ordenamiento jurídico. Hay muchas vías. Es cuestión de sentarse a mirar una posibilidad.
Parece que crece el cultivo de coca en Colombia, y mucho…
Es una de las más grandes preocupaciones que tenemos. Tras bajar a 40.000 las hectáreas cultivadas, que hoy estén en 160.000, si no más, lo que demuestra es que ha habido graves errores. Y yo creo que son los siguientes: se acabó con la fumigación aérea, en esas zonas ha disminuido la percepción del riesgo… Todo tiene que ver con que las FARC estarían haciendo caja para el periodo siguiente. Resumen: los errores han sido monumentales.
¿Qué tiene Uribe para que los de su partido lo sigan como un mesías?
Lo que tiene Urbe es una gran capacidad de liderazgo, claridad en el mensaje, y además, lo que plantea está avalado por los buenos resultados que tuvo su Gobierno. Yo diría que la principal característica del liderazgo de Uribe es la consistencia.
Señor Trujillo, ¿quiere usted ser presidente de Colombia?
Yo voy a buscar la candidatura presidencial del Centro Democrático, sí. Fui precandidato en el proceso anterior, tuve la honra de formar en el ticket de Óscar Iván Zuluaga, y ahora tengo el propósito de buscar la candidatura del CD.
¿Tienen ustedes encuestas que les den opciones de Presidencia?
El candidato del CD, quienquiera que sea, va a tener grandes opciones. Pero lo fundamental es acertar en cómo elegir al líder. No tengo ninguna duda de que una vez escogido el candidato y garantizada la unidad del partido, el candidato tendrá grandes opciones…
¿Garantizar la unidad? ¿Hay división entre los uribistas?
No… Hay matices, por supuesto, pero yo no querría que se repitiera el espectáculo que tuvo lugar durante la última vez. Debemos buscar un mecanismo que favorezca la cohesión interna.
En su opinión, ¿cuál sería este mecanismo?
Hombre… Esto no lo he presentado de manera formal, pero se lo adelanto aquí a usted. Podría consistir en una especie de primarias. Sectoricemos el país, establezcamos periodos de campaña, que culminen en un foro programático, y después en una votación en esa zona del país que elija delegados para una convención final que aclame al candidato ganador.
Un sistema muy parecido al estadounidense…
Similar.
Esto asegura mucha exposición mediática, porque es un proceso largo…
Asegura un gran debate programático, asegura mucha solidez interna, asegura mucho contacto con la ciudadanía. Y además asegura que se vaya generando un fenómeno de unidad a lo largo de ese proceso de campaña.
Bien, ya sabemos que usted quiere ser presidente y cómo quiere llega hasta ahí. Lo que no sabemos es cuál es su programa… ¿qué le preocupa a usted?
A mí me preocupa mucho la seguridad de los colombianos, me preocupa generar condiciones para el emprendimiento de mis compatriotas y me preocupa la cohesión social. Tenemos una deuda en materia de salud y educación en la que tenemos que hacer un gran esfuerzo. Por otro lado, soy amigo del contacto permanente con la ciudadanía. Ése es uno de los pilares del CD, y es un sistema de liderazgo que yo mismo puse en marcha como primer alcalde elegido popularmente en Cali.
Si usted fuera presidente mañana, ¿qué haría?
Si yo fuera presidente, abriría la posibilidad de consensos en materias fundamentales. Sobre todo, en el mecanismo de refrendación de los acuerdos con las FARC: es fundamental por razones de legitimidad y de sostenibilidad. Se necesita un mecanismo que permita la expresión auténtica de la gente con los ojos bien abiertos y bien informada. El plebiscito que plantea el Gobierno no permite eso.
Pero si Santos le deja el acuerdo cerrado y se convoca el plebiscito… ¿Llamaría a Timochenko para verlo en Nariño y hablar?
No…Nosotros somos amigos de la paz, yo lo soy. Nosotros somos amigos del procedimiento del diálogo político. Yo también lo soy. Pero no como está planteado. Pensemos que el Gobierno saca adelante el plebiscito. ¿Y si lo pierden? Nosotros no entenderemos que eso es un ‘no’ a la paz, sino un mandato para reorientar el proceso. Lo mismo pasaría si se gana de manera precaria. Por eso es mejor otro mecanismo que le dé mucha legitimidad a lo acordado.
Pero permítame. Por mucho que ustedes se digan amigos de la paz, les acusan de lo contrario si defienden el ‘no’ a los acuerdos.
No, no, no. Eso no está definido. Nuestra posición es contra el plebiscito tal como está planteado…
Y contra los acuerdos tal y como están concebidos ahora mismo, ¿no?
No es contra la totalidad de los acuerdos.
Pero será muy difícil que CD apoye los acuerdos, porque lo acordado ya no se va a cambiar y a ustedes les parecen «errores muy graves».
Hasta ahora, hay varias tendencias en CD. Hay quien pide que defendamos el ‘no’, hay quien aboga por la abstención activa… Yo diría no a la impunidad y no a la elegibilidad política inmediata. Y concentraría la campaña en esos aspectos, que recogen el uno el 80% de la opinión pública y el otro, el 78%.
Pero no se podría votar por aspectos…
Eso es lo que queremos, pero si no nos dejan, tendremos que aclarar la campaña. Si dicen que es sí o no a la paz, no será verdad, porque en La Habana no se está negociando la paz, sino el fin del conflicto. Y los propios interlocutores lo han definido como un proceso que se inicia con el acuerdo sobre todo y acaba cuando se cumpla todo.
En caso de tener que continuar con las negociaciones usted como presidente… ¿se sentaría con el dictador Castro y el terrorista Timochenko?
No. Hay aspectos que no comparto y habría que mirarlos con detenimiento. Pero lo fundamental de los acuerdos no es que se firmen, sino que recojan el mayor apoyo de la opinión de los colombianos. Y hay algunos aspectos de lo acordado que generan un rechazo mayoritario por los ciudadanos.
Y una de esas cosas que genera rechazo es que el presidente le dé la mano al jefe de los terroristas, ¿eso me dice?
No, eso ya es anecdótico. Si los acuerdos son buenos, que se den la mano. Pero hay cosas que no se le pueden imponer a los colombianos con la teoría de que hay que sacar adelante los acuerdos de todas las maneras.
Total, que usted sería capaz de darse la mano con el jefe de los narcoterroristas…
Pues llegado el momento, y con buenos acuerdos, eso no tiene problema. Pero lo fundamental no es la fotografía, sino el contenido de los acuerdos.
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