Más de 4.826 personas han perdido la vida en todo el mundo por el terrorismo yihadista
El Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo ha publicado este lunes el informe semestral de la actividad yihadista de 2020, en donde ha informado de que las medidas adoptadas por los Gobiernos de distintos estados para reducir la propagación de este patógeno han creado el campo de cultivo perfecto para la expansión de estos grupos terroristas, que se han visto favorecidos por la concentración de los esfuerzos de tropas locales en contener la pandemia y por la retirada puntual de soldados destinados a misiones internacionales, tal y como señala este informe.
Francia y Reino Unido – advierte este documento – han sido testigos de la transformación que han sufrido estos procesos de radicalización, al sufrir acciones terroristas perpetradas por individuos que han actuado de manera autónoma. En España, en cambio, las operaciones policiales antiterroristas no han dejado de sucederse a pesar de que gran parte del país estaba confinado. Por ejemplo, los Mossos d’Esquadra, han detenido este mes de julio a dos argelinos de 41 y 43 años en Barcelona en el marco de una operación contra el terrorismo yihadista.
El Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo considera que una nueva era comenzó con la derrota militar de Daesh ya que, desde entonces, el movimiento yihadista global está cada vez más descentralizado, tal y como lo demuestra la “alqaedización del propio Daesh”, han advertido. Así, el informe establece que la tendencia descentralizadora que ya se venía marcando en 2019 se ha acentuado durante los últimos meses, por el incremento del protagonismo de sus grupos afiliados y franquicias regionales como, por ejemplo, el Estado Islámico del Gran Sahara (EIGS), el Estado islámico de África Occidental (ISWAP, por sus siglas en inglés) o el Estado Islámico de África Central (ISCAP), establecidas en distintas áreas geográficas.
El análisis semestral elaborado por la OIET también alerta de que “la influencia de Daesh sobre movimientos insurgentes locales ha acabado por dar un impulso a los planteamientos más radicales”, concretamente a la corriente ideológica del salafismo yihadista que se ha ido extendiendo sigilosamente en países como la República Democrática del Congo o Mozambique.
En los últimos seis meses, 4.826 personas han perdido la vida en todo el mundo por el terrorismo yihadista. Las organizaciones terroristas han visto en el coronavirus una oportunidad para aumentar su influencia tal y como ha ocurrido, por ejemplo, en Afganistán donde los talibanes se han posicionado como “el único actor que se preocupa por el bienestar de los ciudadanos”, establece este artículo. Algo similar ocurre en África Occidental, donde las organizaciones yihadistas han aprovechado para expandirse por nuevos territorios. La OIET ha mostrado su preocupación ante el aumento de los atentados de estas características, que han pasado de ser 757 en la primera mitad de 2019 a los 1.013 de este semestre. Las regiones más afectadas han sido, según este documento, Afganistán y el Sahel, una de las zonas más afectadas a nivel mundial por el fenómeno terrorista. Aun así, también se ha producido una disminución considerable en el número de víctimas, situándose la cifra de fallecidos por debajo de los 5.000.
De acuerdo con el informe semestral elaborado por la OIET, Siria e Irak son los países en donde más se ha reducido la violencia, en contra con el Sahel Occidental donde los datos son –según la organización– “muy alarmantes”. Las conclusiones de este documento inciden en que de “los diez primeros países con mayor número de muertos, ocho de ellos pertenezcan a la mitad sur del continente africano, concentrándose todos ellos en la región del Sahel Occidental, R.D. Congo y Mozambique”.
Así, subraya el informe, “la región del Sahel se ha consagrado como uno de los principales focos de terrorismo a nivel global”. El coronavirus ha creado el escenario perfecto para que los grupos armados vayan teniendo más poder y aumentando su influencia en la región. “Estas organizaciones han demostrado tener fuertes capacidades operativas y de inteligencia que les permiten llevar a cabo ataques de gran envergadura contra instalaciones militares y asentamientos de población civil”, han aseverado. Según este documento, esta situación provoca que estas organizaciones continúen su expansión territorial hacia el sur o el oeste, tal y como hemos podido ver en los últimos meses, con el incremento de ataques en naciones como Burkina Faso, Malí e incluso Níger.
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