CUMBRE EN LA CASA BLANCA

El fracaso de Macron en Washington: desaires, debilidad y fracaso diplomático

El fracaso de Macron en Washington: desaires, debilidad y fracaso diplomático
Macron en Washington con Trump

Cuando el presidente francés, Emmanuel Macron, aterrizó en Washington el lunes, lo hizo con la intención de defender el protagonismo de los líderes europeos en las conversaciones sobre Ucrania y un eventual fin de la guerra. Su objetivo era conseguir un lugar en la mesa de los adultos en las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia. En estos días sabremos si esta estudiada pretensión de liderazgo europeo tuvo sus frutos o fue sólo otra deriva de lugares comunes, desaires y fracasos.

La visita tuvo gestos diplomáticos de manual: apretones de manos y palabras cálidas entre Macron y Trump. Ambos participaron en una larga reunión virtual con los líderes del G7 y el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky. Para la realización de esta cumbre en formato virtual, Donald Trump sentó al presidente francés en una incómoda silla al borde de la mesa, mientras que él se sentó, distante, en el centro de su escritorio y de la escena. En estas imágenes, Macron, en el precipicio del escenario, lucía ridículo. Mientras tanto, el vicepresidente Vance, que la semana pasada regañó a los líderes europeos en un histórico discurso, se sentó al otro lado de Trump con una pose relajada y segura.

Es poco probable que ese fuera el “lugar en la mesa” que demandaba el presidente francés a quien Donald Trump ni siquiera recibió en su arribo a la Casa Blanca. Posteriormente, ofrecieron una conferencia de prensa en la que Macron intentó recuperar el terreno perdido mostrando camaradería y firmeza, señalando que Europa quiere la paz, pero no a cualquier precio: «No queremos un acuerdo débil. Esta paz no debe significar la rendición de Ucrania».

Pero ahí comenzaron las divergencias frente a los ojos del mundo, porque Trump afirmó que Europa recupera el dinero que otorga a Ucrania. Macron, incómodo, interrumpió al anfitrión tocándolo para interceptar su alocución y corrigiéndolo respecto de las cifras. Esto puso de manifiesto un debate abierto desde la semana pasada: quién pone más dinero en Ucrania, quién lo presta, quién lo regala y de qué sumas estamos hablando. Un debate que no parece se vaya a zanjar en un plazo breve.

Trump, ante la desmentida de Macron, esbozó una sonrisa escéptica, agitó la mano con desaire. En los hechos, ese desaire fue una constante. Al salir de la Casa Blanca, Macron intentó vender que la cumbre había sido exitosa y calificó las conversaciones con Trump de «perfectas».

Pero en paralelo, en la Asamblea General de la ONU, Estados Unidos votaba en contra de la resolución apoyada por Europa que condenaba las acciones de Moscú y defendía la integridad territorial de Ucrania. Minutos después, Washington promovía una resolución que pedía el fin del conflicto sin criticar a Rusia. La iniciativa fue aprobada en el Consejo de Seguridad, Francia y Reino Unido se abstuvieron.

Esta paradigmática rueda de eventos entre la Casa Blanca y Europa expone la crisis intestina de la OTAN. Trump insiste en que Europa debe asumir el costo de su propia seguridad y continúa advirtiendo sobre el riesgo de una guerra nuclear si el conflicto se prolonga.

Macron, por su parte, habla de enviar tropas pero sólo si hay garantías de seguridad estadounidenses para dicho despliegue. Trump lo rechazó de plano argumentando que “Europa debe asumir ese papel central y garantizar la seguridad a largo plazo de Ucrania”. La propuesta de Macron ante esta demanda carece de credibilidad. Ya se han manifestado muchos mandatarios europeos en contra de desplegar sus tropas en el terreno. La reunión que el propio Macron convocó la semana pasada no llegó a nada en concreto. Como en los últimos tres años.

Trump reforzó su posición respaldado por sondeos que dicen que más de la mitad de los estadounidenses apoyaba negociaciones para poner fin a la guerra en Ucrania. Su popularidad sigue en ascenso, mientras que el declive de Macron no conoce piso y se sabe que el francés no puede caminar por la calle sin sentir el repudio de su pueblo.

En breve será el turno del primer ministro británico, Keir Starmer, y la jefa de política exterior de la UE, Kaja Kallas, de visitar a Trump. Allí estará Elon Musk, uno de los hombres del presidente con mayor popularidad, que tiene un durísimo enfrentamiento con Starmer, la visita será más que interesante.
Pero es difícil imaginar que esta cumbre tenga más éxito que la de Macron.

Ayer, un grandilocuente Starmer sostenía en conferencia que “Rusia no tiene todas las cartas” sin dar muchas explicaciones de lo que realmente significaba esa afirmación. En paralelo, Trump volvía a hacer gala de su provocativa retórica al revelar que Putin podría aceptar que existieran fuerzas de paz en Ucrania: “La paz está al alcance de la mano”, aseguraba.

Aunque el presidente de EEUU pareció bajar el tono brutalmente beligerante de la semana pasada, atizó el fuego diciendo que tanto él como Vladimir Putin quieren un acuerdo, que él reconoce cuándo alguien quiere llegar a un acuerdo y cuándo no. El aire en la Casa Blanca se podía cortar con un cuchillo.

En conclusión, Macron buscó relanzar su liderazgo global en esta cumbre. Dependiendo de quién cuente el cuento, esta misión fue exitosa o no. Lo cierto es que con la foto de hoy, el francés regresa a París con las manos vacías. En breve sabremos si la cumbre rindió frutos. Starmer, en su turno, intentará mostrar a una Europa que puede tomar las riendas de esta fase de la guerra y marcar la agenda. Será difícil si su propuesta sigue dependiendo de Estados Unidos para garantizar su seguridad.

La partida de póker sigue en curso. Por ahora, Trump parece tener la mejor mano, tal vez no por su pericia o sus inciertas dotes diplomáticas, sino por la fragilidad del resto de la mesa.

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