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Historia de España

Los bandoleros en la España del siglo XIX: la leyenda de los guerrilleros y bandidos

En la España del siglo XIX, la figura del bandolero se convirtió en un fenómeno cultural y social que despertaba tanto admiración como temor.

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  • Francisco María
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En el siglo XIX, varias regiones de España fueron víctimas de bandoleros y criminales que asaltaban a turistas y viajeros, ante intento fallido de las autoridades por detenerlos. Las regiones en las que el bandolerismo tuvo mayor repercusión fueron Andalucía, Cataluña y Galicia, aunque también hicieron estragos en los Montes de Toledo y las montañas Madrid.

La aparición de los bandoleros en España se remonta a la época de la dominación musulmana en la península. A lo largo de los siglos, diversos monarcas, entre ellos, Rey Enrique II de Castilla y Fernando el Católico, lucharon contra esta forma de delincuencia, pero no hubo forma de frenarla por completo. De hecho, el periodo de mayor apogeo del bandolerismo abarca desde finales del siglo XVII hasta el primer tercio del siglo XIX.

La incidencia mayor de los bandoleros en España se remonta a la Guerra de la Independencia contra las tropas napoleónicas, que tuvo lugar entre 1808 y 1814. Durante este conflicto, surgieron las primeras partidas de guerrilleros, que se dedicaban a hostigar a las tropas francesas y a proteger a la población civil. Tras la finalización de la guerra, muchos de estos guerrilleros se convirtieron en bandoleros, dedicándose al bandolerismo como forma de vida.

Bandoleros conocidos

Uno de los bandoleros más famosos de la época fue José María «El Tempranillo», quien lideró una banda de bandidos en la serranía de Ronda, en Andalucía. Conocido por su valentía y astucia, El Tempranillo se convirtió en una figura legendaria en toda España, siendo objeto de numerosas canciones y leyendas populares.

Otro bandolero destacado fue Juan José Mingolla, más conocido como «Gasparilla», que operaba en la zona de la Alcarria, en la provincia de Guadalajara. Gasparilla era famoso por su crueldad y su habilidad para el robo, siendo temido por campesinos y viajeros por igual.

Héroes populares

La figura del bandolero en la España del siglo XIX era ambivalente, ya que, si por un lado representaban la lucha contra la opresión y la injusticia, por otro lado también eran vistos como criminales y delincuentes. Muchos bandoleros eran fugitivos de la justicia, buscados por las autoridades por sus fechorías y robos.

Pero más allá de su faceta criminal, estos personajes también eran considerados como héroes populares, que se enfrentaban a los poderosos y defendían a los más desfavorecidos. En muchas ocasiones robaban a los ricos para dar a los pobres, ganándose así la simpatía de la gente común.

El origen de las cuadrillas de guerrilleros en España

Las causas del bandolerismo en España, como en cualquier otro lugar, fue empobrecimiento del medio rural, la falta de autoridad y la existencia de zonas despobladas. Al encontrarse en una situación de pobreza e injusticia, muchos jornaleros agrícolas, artesanos, labradores y vendedores ambulantes, así como desertores del ejército, comenzaron a dedicarse al contrabando, el robo y el crimen.

No todos se iniciaron en el vandalismo de la misma manera. Algunos cometían actos ilegales de manera ocasional, por lo que sus familiares protegían su anonimato. Otros se iniciaron con el contrabando y terminaron formando parte de cuadrillas que se dedicaban al bandolerismo. También se encontraban los prófugos de la ley que, en su intento por huir, se convertían en bandoleros.

Las formas de bandolerismo

La manera más extendida de bandolerismo fue la de asaltador de caminos y zonas despobladas. De hecho, era las más frecuentes entre las pequeñas cuadrillas de los pueblos que asechaban las rutas comerciales. Estos bandoleros enmascarados asaltaban a diligencias, carretas, arrieros o viajeros que eran sorprendidos con la frase “la bolsa o la vida”.

En las rutas principales el tráfico era abundante, por lo que los bandoleros tenían muchas posibilidades de obtener un buen botín. Por lo general, los malhechores no eran asesinos, simplemente se valían de la violencia e intimidación para desvalijar a los viajeros.

Los bandoleros más experimentados, pertenecientes a grandes cuadrillas, se dedicaban a asaltar casas de personas adineradas, así como monasterios y casas de recaudación de impuestos, sobre todo, por las noches. Operaban irrumpiendo los pueblos, tomando las calles y lanzando autos contra de la casa que iban a robar.

Impunidad y falta de autoridad

Las cuadrillas de bandoleros que se dedicaban al contrabando eran mucho más grandes, ya que contaban con alrededor de ochenta, cien o hasta doscientos integrantes. Esto les permitían entrar fácilmente en ciertas localidades para liberar a sus prisioneros y quemar los procesos abiertos en su contra.

Las autoridades se vieron frecuentemente impotentes ante la astucia de estos malhechores. Incluso para el ejército regular fue una tarea imposible capturarlos, sobre todo por el apoyo que recibían en sus pueblos, donde ya no eran vistos como simples forajidos de caminos, sino como bandoleros generosos y valerosos.

Entre 1784 y 1795, las autoridades recurrieron a las patrullas encubiertas que operaban en secreto o capturaban bandidos arrepentidos que, a cambio del indulto, entregaban a sus compañeros. No obstante, los resultados de estas estrategias no siempre fueron los deseados.

El triste final de los bandoleros

Ante tantos intentos fallidos por parte de las autoridades, las penas contra estos bandidos se fueron endureciendo, hasta el punto de convertir su ejecución en un espectáculo escalofriante. Una vez que eran asesinados, sus cuerpos eran arrastrados y descuartizados, y sus restos eran fijados en los lugares donde habían cometido sus delitos.

El bandolerismo en España supuso por mucho tiempo un grave problema de seguridad pública que amenazaba a personas, mercancías y todo aquel que transitara por los caminos montañosos. Durante varios siglos,las disposiciones y fuerzas desplegadas no fueron capaces de detener a las cuadrillas, sino hasta la creación Cuerpo Nacional de la Guardia Civil en 1844, bajo el gobierno de Luis González Bravo.

Con la actuación de la Guardia Civil, se dispuso de un despliegue de una policía disciplinada y profesionalizada que logró desaparecer, progresivamente, el bandolerismo de la península, hasta su erradicación total a finales del siglo XIX.

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