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«Poco más y me llama paleta»: Mari acude a ‘First Dates’ y la actitud de su cita le deja en shock

  • Idania Monzón
  • Graduada en Periodismo y Comunicación Audiovisual. Escribo sobre la actualidad televisiva y musical. Además, me gusta investigar y hablar sobre todo lo relacionado con las ficciones del momento, tanto de la pequeña como gran pantalla.

El pasado jueves 25 de mayo First Dates regresó a Cuatro de la mano de nuevos comensales que andan en busca de su media naranja. Uno de ellos fue José Luis, un hombre divorciado que señaló que su matrimonio se desgastó «por la falta de sexo cuando tienes hijos”. 

Respecto a lo que busca en una mujer, el soltero lo tiene claro. “Yo quiero una chica de diario, pero para los fines de semana”, dijo. Su cita de la noche fue Mari, una chica que ha tenido que enfrentarse a muchos hombres debido a que piensan cosas incorrectas al verla tras una barra. “Mi apodo es Mari, la borde”, afirmó.

Pero, lo que dejó a Mari estupefacta fueron las declaraciones que realizó el comensal respecto a cómo sería su pareja perfecta. “De viernes, sábado y el domingo nos recogemos. Yo no aguanto a una mujer 24 horas”, señaló. Ante ello, la soltera ha comenzado a tomar un poco de distancia, pues también empezaba a sentirse incómoda cuando la llamaba «cariño».

Además, cuando le ha confesado que ella buscaba una relación seria, José Luis no ha dudado en manifestar sus pensamientos. “Pues aquí está papá”, le dijo. “¿Papá? Papá de tus hijos. He sentido ganas de levantarme y marcharme”, ha explicado Mari.

Posteriormente, y tras comprobar que la comensal se estaba enfriando un poco, José Luis le ha explicado que quizás no harían buena pareja juntos porque sentía que le sacaba 20 años de modernidad y que al ella ser de pueblo no comprendía lo que eran las relaciones abiertas. “Poco más y me llama paleta», declaró Mari sin dar crédito.

Al concluir la velada, en la decisión final la soltera lo tuvo claro. “Ni muerta ni hecha cachos, como dicen en mi pueblo, tendría otra cita contigo”, sentenció. Unas palabras con las que el comensal, que había dicho que se había encontrado muy a gusto con ella y que le gustaba su carácter, terminó aceptando que lo mejor era dejarlo ahí.