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‘First Dates’: Carolina, protagonista por sacar de quicio a su cita

  • Idania Monzón
  • Graduada en Periodismo y Comunicación Audiovisual. Escribo sobre la actualidad televisiva y musical. Además, me gusta investigar y hablar sobre todo lo relacionado con las ficciones del momento, tanto de la pequeña como gran pantalla.

First Dates regresó una noche más y lo hizo de la mano de nuevos comensales que se encuentran en busca del amor. Una de ellos fue Carolina, una joven asturiana que le apasiona el ballet, está estudiando y es profesora. No le gusta nada como la gente baila en las discotecas y siente que los chicos son muy sosos, por lo que se ha animado ha adentrase en la aventura del programa para probar suerte.

Su cita de la noche fue Miguel Ángel, un hombre que confesó que su vida experimentó un cambio radical desde que conoció el gimnasio. “Estoy enamorado del entrenamiento y el culturismo”, afirmó. De hecho, señaló que este cambio de vida le ha ayudado mucho a la hora de ligar con las mujeres. “Me han llegado a morder un hombro”, confesó.

Posteriormente, el soltero le ha preguntado a Carolina cuál fue su primera impresión al verle. El motivo de ello fue que se dio cuenta de que puso caras raras. Unas palabras donde la soltera no negó el hecho de que no le habían gustado sus gafas, por lo que le pidió que se las quitara para comprobar si la situación mejoraba. Con humor, Miguel Ángel le siguió el juego, pero la comensal seguía desilusionada.

“Para mí ni con gafas ni sin ellas”, afirmó la joven. Pero, la paciencia del soltero explotó en el Rasca del Amor. El motivo de ello fue que Carolina, para hacerse la graciosa, le llamaba Armando y no por su nombre real. Una situación que incomodó bastante a Miguel Ángel, que le recordaba que su nombre no era ese, hasta que ya no pudo más.

Deja de llamarme Armando, no me toques los cojones”, le dijo. Al concluir la velada, en la decisión final de First Dates, Miguel Ángel sí quiso volver a tener una segunda cita con Carolina, a pesar de que continuó llamándole Armando. Al escucharlo, la soltera se quedó de piedra y no pudo evitar preguntarle qué creía él que ella iba a responder. Pero, el comensal no pudo estar más equivocado al contestarle afirmativamente. “Sinceramente, no”, sentenció ella.