En la posguerra era comida de pobres y ahora un manjar de dioses que sólo existe en Cantabria y Asturias
Lo tratan como oro en Asturias, y apenas se ve fuera
Este postre de Castilla ya salía en el Quijote y casi nadie lo sabe
Parecen pedruscos, pero este manjar de dioses sólo lo consumen en Extremadura y crece siempre bajo tierra
La gastronomía española es tan rica como variada. En Asturias destaca por su fuerza: platos como el cachopo o la fabada. Cantabria va en la lista por su sencillez bien hecha, con el cocido montañés o sus quesadas. Ambos territorios brillan a su manera, pero comparten uno de los platos más simples y sabrosos que, además, arrastra una historia que merece la pena contar.
En la posguerra, el panorama era muy distinto. La alimentación era escasa, basada en productos vegetales, con poco acceso a la carne y muchas ganas de llenar el estómago con lo que se pudiera. Y ahí nació un plato humilde que, en su día, fue sinónimo de pobreza, pero que estaba tan rico que hoy se sigue comiendo en Asturias y Cantabria con mucho orgullo.
El manjar que sólo se come en Asturias y Cantabria
El plato que sólo se consigue en Asturias y Cantabria es el torto de maíz. Es un bocado de casa, una torta crujiente hecha con harina de maíz, agua templada y sal. Muy poco, pero lo suficiente para hacerlo. En su origen se cocinaban directamente sobre la chapa de la cocina, sin aceite. Hoy, en cambio, se fríen hasta que se inflan, dorados y con un toque crujiente.
Durante años fue alimento de pobres. En las aldeas de Asturias y Cantabria, se preparaban para desayunar, acompañados de leche o de lo que hubiese a mano. Rellenarlos con huevo frito, picadillo o queso Cabrales era ya todo un lujo. Eran tiempos de escasez, pero nadie salía de casa con hambre. Ahora, décadas después, los tortos se han convertido en plato estrella de muchas sidrerías.
El torto tiene algo que lo hace especial, y es que su sencillez no cansa. Puedes acompañarlo con dulce o salado, con carne o con miel.
Cómo hacer los tortos de maíz en casa
La receta es sencilla y sabrosa. Si no tienes un viaje al norte a la vista, o no estás por allí, vale la pena probarla igual, sirve para una merienda o como desayuno.
Ingredientes:
- Harina de maíz.
- Agua templada.
- Sal.
- Aceite para freír.
Proceso:
- En un bol, mezcla la harina con la sal.
- Añade el agua poco a poco mientras vas amasando hasta formar una masa blanda, pero que no se pegue.
- Divide en porciones y aplasta cada una con las manos o entre dos paños húmedos.
- Fríelas en aceite caliente hasta que se inflen y se doren.
- Escúrrelas en papel y sírvelas al momento.
El secreto está en la temperatura del aceite: si está muy frío, no suben; si está demasiado caliente, se queman antes de hacerse bien. Hay que cogerle el punto, y eso sólo se consigue con práctica. El fuego medio-alto suele funcionar, pero cada cocina tiene su truco.
Tampoco conviene hacerlos demasiado grandes. Si son muy anchos, se rompen al darles la vuelta o no se fríen bien por dentro. Lo ideal es que entren en la mano y se puedan comer sin cubiertos.
Se pueden acompañar con huevo frito, picadillo, queso Cabrales, pimientos o incluso un poco de miel. No es un plato para comer todos los días, pero sin duda es uno que merece su momento.
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