Urdangarin, último cumpleaños en libertad

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Urdangarin, en el banquillo el pasado día 11 (Foto: Efe).

Cuando sopló el viernes las cuarenta y ocho velas, Iñaki Urdangarin sabía que el de este 15 de enero sería el último cumpleaños en casa y la infanta también. El pasado viernes, Txiqui celebraba en Ginebra junto a los suyos el más agridulce de los aniversarios. El apoyo de su familia nunca le ha faltado y en este día tan especial quisieron estar junto a él su madre, Clara, que viajó desde Vitoria con dos de sus hermanas. Pero la realidad no pudo camuflarse durante la pequeña fiesta hogareña, opción más discreta que la cena celebrada el año pasado, que la infanta le organizó en la elegante residencia ginebrina que comparten desde hace tres años. El próximo cumpleaños estará en la cárcel. Cristina sabe que el año que viene no lo pasará con él o, al menos, en las mismas circunstancias. Anticorrupción le pide inicialmente 19 años de cárcel por nueve delitos. Después de cerrar el pacto, es muy probable que se rebaje a algo menos de la mitad. Son demasiados años para olvidar mientras te cantan el cumpleaños feliz.

Su matrimonio ha resistido fuertes crisis, presuntas relaciones extramatrimoniales que luego se hicieron públicas cuando se conocieron los correos electrónicos en los que Urdangarin se escribía con otras mujeres, y el  daño infinito del escándalo Nóos que según les acercaba a la imputación les alejaba de la Familia Real. Sin embargo, ella se posicionó junto a él desde el primer momento, pese a todo. Desde su traslado a Washington, la infanta ha luchado por mantenerse junto a su marido contra viento, marea, terceras personas y órdenes que llegaban de Zarzuela. Cuando regresaron a España tardaron muy poco en comprender que tendrían que volver a hacer las maletas y alejarse de nuevo. Y lo hicieron, pero unidos. Su llegada al juicio, caminando a la par frente a toda la prensa, ha dejado ya una foto para la historia: Cristina e Iñaki, juntos hasta que la cárcel los separe.

Ella se siente abandonada por su familia, la del Rey y la de su padre, a excepción del apoyo que siempre le ha brindado la reina Sofía y su hermana Elena. Huelga decir que Urdangarin también. Cuando Clara Liebaert declaraba el jueves pasado, a su llegada a la casa del matrimonio, que estaban allí para demostrar el apoyo de la familia resultaban palabras muy lógicas viniendo de una madre. Una señora que ha sufrido de manera indecible por su hijo y sus nietos, que ella sí que no se enteraba de lo que estaba ocurriendo en Nóos ni en Aizoon, y que, además siempre ha sido correctísima con los medios. Añadió que ya estaban más tranquilos “ahora que todo se ha puesto en marcha”, le contaba a mi compañero Pepe del Real. Pero la realidad es que lo que ha comenzado es la cuenta atrás. Es cierto que el juicio se acaba de iniciar con las cuestiones previas planteadas el pasado día 11 ante el tribunal en Palma pero también que menos son los días que le quedan a su hijo en libertad.

El  futuro de Urdangarin es negro. El pacto de conformidad perseguido por Fiscalía desde hace más de un año no podrá conseguir el consenso obligatorio para que sea tal, es decir que todas las acusaciones estén de acuerdo. Manos Limpias, que ejerce la popular, se niega en rotundo, por ahora, y la Comunidad Balear, Abogacía del Estado y Partido Socialista Valenciano, no ejercen la fuerza del fiscal Horrach pero hay que tenerlos en cuenta. Diego Torres fue el primero en intentar un pacto ofreciendo la cabeza de su socio Iñaki a cambio de su salvación y le salió mal. Pedía librarse de prisión pero el fiscal, motor de arranque indiscutible en la investigación de Nóos, le dijo que para nada; que no cumplir cárcel no era una opción.

Hoy me pregunto si, después de ver el colegueo con su ex socio durante la vista del pasado lunes, le habrá felicitado por su cumpleaños. Y es que mis fuentes me aseguran que durante todo el 2015, se ha trabajado un pacto y que está ya prácticamente ultimado. A ambos les interesa estar a bien, pese que se han destrozado durante la larga instrucción. Torres ha declarado que él no quiere acuerdos con la Fiscalía porque no va a reconocer nunca algo que cree injusto,  ni delitos que no ha cometido. Eso mismo mantuvo Isabel Pantoja desde que la detuvieron en el marco de la Operación Malaya y, después de ser condenada a 2 años de blanqueo -condena de la que ha cumplido casi la tercera parte-, ha tenido que reconocerlo por escrito para que quede constancia y pueda disfrutar de beneficios penitenciarios.

El fiscal ha dicho muy claro que un acuerdo sólo se podría alcanzar si se restituye el daño, o lo que es lo mismo, se devuelve el dinero; se reconocen los delitos y se cumplen años de cárcel. Años, los que sean. El ex presidente balear Jaume Matas, imputado en la causa, se ha apresurado a entregar el 50 por ciento de la propiedad de su palacete en Palma como atenuante frente a su condena segura. Él pretendía un pacto global, porque tiene otras causas pendientes en las que también le piden cárcel, pero se le complica la cosa con un posible cambio de Gobierno, y si vienen otros, es más que evidente que no pactarían. En cualquier caso, habrá que esperar al 9 de febrero, fecha en la que se retome el juicio y si mis fuentes no fallan, poco después se presentará un escrito de conformidad ante la Sala y conoceremos los términos finales del acuerdo, entre los que se cuenta con la rebaja de las penas.

La infanta lo tiene mejor pero no más claro. Mejor, porque su imputación la sostiene solo la acusación popular de Manos Limpias y poco claro porque el tribunal debe decidir entre la delgada línea roja que separa los motivos para aplicar o no la Doctrina Botín. Me aseguran que las tres magistradas, Samantha Romero, Eleonor Moyá y Rocío Martín, intentan llegar a un acuerdo. Se han reunido cada día desde el martes siguiente a las cuestiones previas. “Deben ponderar la decisión de un manera global y tener en cuenta que si deciden no aplicar la Doctrina, a resultas de negar la legitimidad para acusar a Manos Limpias, habrá recurso ante el Supremo; y saben que si este tribunal resolviera al contrario, el juicio se anularía y habría que empezar de nuevo. ¿Te imaginas lo que eso supone? Están valorando si es más lógico sentarla (a la infanta) y absolverla, claro. Pero sentarla. Además, hay otras dos personas acusadas solo por la popular. No sería muy lógico que se la aplicaran a ella sola y a Grau y Trinxet, no”, concluye este alguien que estuvo en sala el 11E. En nuestra conversación me da nuevos detalles de cómo vio a la infanta Cristina: “Me la topé dos veces, saludó por obligación y con cara de preguntarse qué hago yo aquí con esta gentuza. Tenía bolsas en los ojos, sin embargo él estuvo mucho más suelto”. Le comento que este fin de semana han celebrado el cumpleaños de Urdangarin, a lo que me contesta: “Que celebre, que celebre. El año que viene, no podrá”.

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