SEGURIDAD CIUDADANA

Los ‘riders’, en el punto de mira de los ladrones en Zaragoza: «En tres segundos nos robaron las bicicletas»

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Paula Ciordia

Es una imagen diaria. Noche y día, los repartidores a domicilio bajo plataformas webs como Globo, Uber Eats o Just Eats, recorren las calles en patinetes y bicicletas. Son en su mayoría inmigrantes, de origen hispanoamericano, conocidos popularmente con el término inglés de ‘riders’ (‘jinetes’), y conocen las ciudades como la palma de su mano.

No solo saben el nombre de las calles, sino también qué sucede en ellas, y están muy bien informados sobre los casos de delincuencia callejera, porque ellos sufren los mismos robos que observan en el resto de ciudadanos, lo que les hace estar alerta y tomar la iniciativa, en muchos casos, de actuar por ellos mismos para cazar al ladrón.

Riders, información continua callejera

Todos ellos están conectados a través de grupos de WhatsApp, que no paran de sonar informándoles de la situación en las calles: tráfico, presencia policial, pero también si hay hurtos, robos, violencia… Lo que ha llevado a que estos trabajadores hayan tejido una red de información continua y actualizada de lo que sucede en las calles, porque ellos son en sí mismos puntos de información viajando, que no paran de moverse de manera sigilosa, como si patrullaran la ciudad.

Los riders de Zaragoza se sienten «un equipo», aunque cada uno sea independiente, gestione sus repartos. La unidad entre ellos les permite ser eficientes, «cubrirse las espaldas» y «sentirse protegidos» nos cuentan.

Grupo de riders en uno de los puntos de espera de reparto.
Grupo de riders en uno de los puntos de espera de reparto.

 Riders cazando ladrones

Hace pocos días, OKDIARIO sacaba a la luz la intervención de 3 riders en Zaragoza, que habían cazado a un ladrón, tras haber hurtado el móvil a un hombre de unos 50 años enfermo de esclerosis múltiple, mientras estaba sentado en una terraza del centro de la ciudad. El señor acabó no denunciando.

Estos riders observaron la escena y fueron a cazar al delincuente, que era inmigrante, recuperaron el móvil en tiempo récord y se lo devolvieron a su dueño. Según pudo saber este diario, actuaron porque «esta inmigración delincuente también acaba echándonos a nosotros», dicen a este diario.

El caso de estos tres valientes riders no fue excepcional. Es una escena cada vez más recurrente, porque ellos mismos sufren robos. «Hace poco unos compañeros tuvieron un inconveniente con la delincuencia que abunda en Zaragoza. Llegaron del trabajo, y en cuestión de segundos les robaron las bicicletas, una de ellas con GPS».

¿Qué hicieron?: «Se corrió la voz, por medio de grupos de WhatsApp, se dio la noticia, se alertó a los muchachos y, como estamos en constante movimiento por la ciudad, fuimos a localizar las bicicletas. Dimos el aviso a la policía mientras nos movíamos hacia el lugar del GPS», explica. Finalmente no lograron recuperarlas porque, pese a encontrar el sitio donde una marcaba que estaba, «era un local con gente viviendo ilegalmente».

La inseguridad aumenta en las calles

Esta situación refleja otra problema. Mientras la inseguridad en las calles aumenta, contrasta el descenso de hurtos en los índices de criminalidad, por ejemplo en Zaragoza.

«A mí me han robado la bicicleta muchas veces trabajando», explica otro repartidor, «la recupero con mis propias manos, porque muchas veces hemos llamado a la policía, que sí que llega, pero quizá el valor del objeto no alcanza lo suficiente para hacer una denuncia para que se mueva».

Es lo que les hace actuar ellos mismos: intentar dar caza al ladrón. En los últimos meses, reconocen que sus actuaciones no solo están destinadas a recuperar sus pertenencias, las que les roban a ellos mismos, sino también a ayudar a otras personas.

Es el caso que nos relata un rider venezolano afincado en Zaragoza: «Vimos que un ladrón cogió el monopatín a una persona, dándose a la fuga. En ese momento, varios repartidores, al ver el acto delictivo, por nuestra cuenta, fuimos a por él y pudimos quitarle el monopatín».

También el mismo repartidor nos cuenta cómo, hace unos días, «escuchamos a un señor mayor que estaba gritando. Le habían sacado el móvil. Como estábamos varios repartidores, salimos corriendo a por él. Vimos una patrulla, les avisamos y la policía dio con el ladrón».

«Este tipo de casos siempre suceden. No sé qué pasa ahora, pero hay bastantes robos. Los hacen, sobre todo, a personas mayores, personas en condiciones especiales» nos explica el rider. «Nosotros, los repartidores, nos damos cuenta porque siempre estamos en la calle y vemos esas movidas, y sabemos de qué van».

«No tengo miedo»

«Se me ha presentado alguna vez un jalón de bolso a alguna chica, y yo sin ningún problema salí corriendo para recuperarlo. La verdad que podríamos ayudar a quien sea en las calles», explica, «venimos de países en la que la delincuencia es muy superior, para nosotros aquí no es peligroso».

A la pregunta de si tienen miedo, responden: «No», aunque matizan. «Miedo tenemos a meternos en problemas legales, judiciales, pero a enfrentarnos al delincuente callejero, no. El miedo lo tenemos en nuestros países».

¿Oportunidades desiguales?

La mayoría de los repartidores rondan los 30 años, alguno de ellos tiene formación universitaria que cursó en su país de origen. Todos estos ‘jinetes’ trabajan manteniendo la ilusión que les movió a llegar a Europa, a la soñada España.

«El trayecto de llegada es muy difícil», nos cuentan, tratando de explicarnos que vienen con «metas, objetivos», «con afán de superación». Llegar a España desde América «nos cuesta muchísimo esfuerzo. Nuestros países son más pobres, tener un billete de avión, una reserva de hotel, el internet no funciona bien… No tenemos familia acá, ni gente que nos puede aportar una idea de cómo es el sistema», explican.

Su realidad la contrastan con la diferencia que observan con otra inmigración «que llega, tiene más facilidades y no aprovecha la oportunidad», nos relata un joven periodista venezolano, que trabaja ahora como repartidor, y que compara el interés de integración de los hispanoamericanos en la sociedad con el otras nacionalidades.

«Yo he notado que, por ejemplo, respecto a los marroquíes, tienen más ayudas para que tengan documentos, más rápido, en comparación con los hermanos latinos, llámese Colombia, Venezuela, Perú. Esto es algo que deberían ver muy cerca, porque, al fin de cuentas, nosotros venimos a progresar, a echar hacia delante a una familia, y me da mucha lástima que personas que tengan mayores oportunidades ahí al lado, no las aprovechen», concluye.

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