El PSOE apoyó el Cupo vasco para dejar abierta la posibilidad de una moción contra Rajoy de la mano de PNV

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Idoia Mendia, Pedro Sánchez y Miquel Iceta. (Foto: EFE)
Carlos Cuesta

El PSOE no aprobó el Cupo vasco por creer en él. Lo hizo porque sigue calculando posibles alianzas de cara a una moción contra Rajoy. Y, si no contentaba a los nacionalistas vascos en un asunto considerado primordial para el PNV, los números es muy difícil que le puedan llegar a salir a Pedro Sánchez.

La estrategia no es nueva. Es el conocido como plan Roures. Y uno de los que mejor conoce ese plan es el líder de los socialistas en Cataluña: Miquel Iceta, la persona que se podría beneficiar en la primera fase de estos pactos con nacionalistas. Porque el plan trazado en la cena que el multimillonario podemita Jaume Roures mantuvo en su casa con Junqueras, Domènech y Pablo Iglesias justo después de los atentados de Barcelona y Cambrils, pasa por atraer al Partido Socialista a un nuevo tripartito en Cataluña comandado por ERC y, posteriormente, pagar los favores a escala nacional, invirtiendo las alianzas: si en Cataluña deberían ser los socialistas los que apoyen a los separatistas, acto seguido serían ERC y Podemos quienes apoyarían al PSOE en una moción contra Mariano Rajoy en el Congreso de los Diputados. Una moción que debería dar el poder a los hombres de Pedro Sánchez. Eso sí, con un Iceta convertido en figura clave de todo el PSOE nacional.

Se trataría de una simbiosis teóricamente beneficiosa para todas las partes. Para ERC, porque le permitiría mandar en Cataluña y contar, además, con un Gobierno nacional proclive a ceder más ante las reclamaciones nacionalistas e, incluso, a un referéndum pactado. Para Podemos, porque se convertiría en la franquicia nacional capaz de aglutinar en el Congreso las fuerzas de los nacionallistas, fraccionadas por definición entre los distintos territorios, y porque podría resarcirse de su mayor error del pasado: no haber entrado en el Gobierno con el PSOE. Y para el PSOE, porque, por primera vez, la incapacidad evidente de Pedro Sánchez para alcanzar una mayoría absoluta se solventaría por medio de la aritmética de los pactos, eso sí, con los separatistas.

Sólo habría dos partidos perjudicados: PP y Ciudadanos, porque en caso de no sumar de forma conjunta, se verían ante la incapacidad de gobernar desde el constitucionalismo. Por eso el PNV es básico. Para los dos bloques. Porque puede ser el fiel de la balanza. Y, como tal, con sus cinco escaños, puede sumar los 175 que necesitarían PP, Ciudadanos y Coalición Canaria para bloquear la moción.

De ahí que Pedro Sánchez se enfrentó a la mayoría de sus propios barones -Andalucía, Asturias, Castilla La Mancha y Valencia- que le pedían no respaldar el Cupo vasco. Porque para él era mejor contentar al PNV que atender las demandas de un aumento de los fondos regionales de sus propios feudos: para dejar la puerta abierta a una posible alianza anti Rajoy. Una alianza que, como el Pacto del Tinell, nacería de una alianza en Cataluña para expulsar al PP.

Pero un pequeño detalle se ha empezado a cruzar en las cábalas de Pedro Sánchez: los votantes. Y es que las encuestas internas que manejan los socialistas tras aprobar el Cupo vasco registran un sensible impacto entre su potencial electorado. Sus votantes no entienden que se apoye la mejora, exclusivamente, de un sistema de financiación diferenciado del que afecta al resto de la población española. Ante esta mensaje del electorado -que es lo que más puede asustar a Pedro Sánchez-, la postura del secretario general de los socialistas ha sido la de pura cautela. Por eso ha remitido ya un mensaje claro: el de que el plan Roures deberá esperar a pasar el 21-D, la fecha de las elecciones catalanas. Y sólo después de esta fecha y con los diputados y las posibles alianzas en la mesa del laboratorio del PSC adoptará una decisión.

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