No hubo ganador claro pero perdió Sánchez
Un Sánchez desdeñoso con sus colegas de debate, rígido en su gesticulación, incómodo desde el minuto cero, perdió dos ocasiones clamorosas para alejarse de dos de las imputaciones que peor le pueden venir a un político en activo: una, no responder a las preguntas de sus interlocutores, otra prometer ofrecimientos que anteriormente ha incumplido. Casado, mucho mejor que en el debate de abril, acorraló literalmente al aún presidente cuando le preguntó repetidamente si, llegado el momento volvería a pactar con los independentistas. No respondió se salió por peteneras y cayó prisionero de un dicho muy español: el que calla otorga.
Ya empezó muy mal su intervención con un segundo compromiso fallido; dijo que, si volvía a ser presidente, pondría en marcha la reforma urgente del Código Penal para ilegalizar los referendos ilegales en clara alusión al de octubre de 2917 en Cataluña. Sánchez o se olvidó o quiso disfrazar la realidad que no es otra que ésta: fue el Partido Socialista y él mismo como diputado el que cercenó la iniciativa que había tomado en su momento el Gobierno de Rajoy. Sánchez no es que se arrepintiera de este desmán, es que quiso aprovecharse de una propuesta que no solo no es suya, sino que de la que él en su día abjuró claramente.
Casado fue un participante muy distinto al de la pasada primavera. En la parte económica del Debate fue claramente vencedor aunque bien es cierto que en este punto no tuvo enemigos: Abascal se mostró fuera de su confort habitual en una materia en la que no es precisamente un experto, e Iglesias se movió siempre en las arenas movedizas de sus planteamiento estrictamente comunistas. Tampoco Rivera fue rival suficiente en este ámbito. Realmente ni en este ni en ninguno porque del Rivera de la ocasión precedente a éste de ahora con los ojos desorbitados y los movimientos convulsos, media una abismo. En este Debate le venció nítidamente Abascal. Los votos que el presidente de Ciudadanos consiguió en abril ayer volaron a otros destinos. Es menester hablar también de Iglesias porque su enemigo político no estaba en el gran plató del Debate; era Errejón del que, curiosamente, no se habló una palabra en dos horas u media de discusión. No se diga que tampoco en abril estaba presente Abascal porque entonces éste sí, éste estuvo siempre presente en la retórica de los participantes. Ayer Errejón se quedó fuera de juego. Probablemente lo pagara el domingo. En síntesis: el Debate no fue precisamente la crónica de una película hilarante, siquiera distraída, pero valió para concluir más o menos así: no ganó espectacularmente nadie, pero el Debate lo perdió Sánchez.
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