La 'Memoria histórica' de Podemos

Iglesias equipara el ‘exilio’ de Puigdemont en Waterloo al de Jorge Semprún en el campo de Buchenwald

Los familiares del exilio republicano contra Iglesias por blanquear a Puigdemont mientras Sánchez calla

Chalet de 1.500 metros cuadrados con sauna y jardín frente a campos de refugiados franceses y posteriormente de exterminio nazis

exilio Puigdemont
Los dos 'exilios' que compara Iglesias: el de los republicanos españoles y el del separatista Puigdemont.
Pelayo Barro

El vicepresidente Segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, ha provocado un profundo malestar en la izquierda española al comparar los sufrimientos del ‘exiliado’ separatista Carles Puigdemont con los de los republicanos que huyeron de España durante y tras la Guerra Civil. El dirigente catalán, fugado de la Justicia, reside en un exclusivo chalet en Waterloo con todo tipo de comodidades, frecuenta restaurantes de lujo, cobra cerca de 9.000 euros de salario mensual y se ha dejado ver entre los ambientes más refinados de Bélgica. Frente a él están los relatos del sufrimiento y las penurias por las que pasaron grandes iconos del exilio republicano como los escritores Antonio Machado o Jorge Semprún.

«Puigdemont se ha jodido la vida». Ese es el resumen que ha hecho Pablo Iglesias de la vida actual del eurodiputado catalán, fugado de la Justicia española por el golpe del 1-O. Sus palabras durante la entrevista en Salvados, en las que equiparaba su situación con la de los exiliados del franquismo, han soliviantado a una parte mayoritaria de la izquierda española. Son muchos los que le han recordado las penurias que atravesaron miles de republicanos que huyeron de España a partir de 1936, que pasaron por campos de exterminio nazis y que en muchos casos ni siquiera volvieron a pisar su país. Para el vicepresidente, sin embargo, el caso del político catalán es equiparable al del más de medio millón de personas (170.000 de ellas civiles) que cruzaron a Francia huyendo de la guerra.

Aquellos exiliados no fueron recibidos con los brazos abiertos al otro lado de la frontera, donde eran reubicados en atestados campos de refugiados como los de Argelès-sur-Mer, Saint-Cyprien o Gurs, en los que imperaba el hambre y la miseria, donde no había agua potable y dormir a la intemperie era lo habitual.

Mansión, langosta y ópera

Puigdemont, en cambio, reside en uno de los barrios ricos más acomodados de Waterloo, a apenas 20 kilómetros de la capital belga. Suya es la habitación más exclusiva de las seis que componen la vivienda independiente de dos plantas y 550 metros cuadrados, que también dispone de tres baños, sauna y un garaje con capacidad para 4 coches. En 2020, un año marcado por los confinamientos, Puigdemont ha podido disfrutar también de la gran terraza de 100 metros cuadrados y el jardín privado adyacente de otros 1.000 metros cuadrados que dispone la finca y que deja una factura mensual de cerca de 5.000 euros, gastos incluidos. Quién paga la renta sigue siendo una incógnita no resuelta, pero parece meridianamente claro que no salen de los 8.758 euros brutos que percibe Puigdemont al mes como eurodiputado.

El golpista fugado tampoco se conforma con cualquier cosa cuando de lujos se trata. Famosas son sus visitas al exclusivo restaurante Carnivore Grill, donde en 2018 le fotografió un cliente degustando una langosta armonizada con un maridaje de champán.

Y como no sólo de pan vive el hombre, como dice el refrán, Puigdemont compagina su exclusivo refugio y sus descubrimientos de la gastronomía belga con la cultura. Ha sido fotografiado acudiendo a ver ‘El Duque de Alba’ al palacio de la ópera de Gante, lugar de encuentro habitual de la alta sociedad de la capital de Flandes. Una obra de Gaetano Donizetti en la que el imaginario independentista se ve reflejado, equiparando sus delitos de rebelión y malversación del 1-O con el levantamiento de los flamencos contra la dominación española en el siglo XVI.

Los verdaderos exiliados

Esa descripción de la vida belga de Puigdemont, equiparable «salvo el contexto histórico» a la de los republicanos españoles según Iglesias, dista mucho del relato histórico del exilio que ha perdurado a lo largo de las últimas décadas.

Una de las figuras más representativas del exilio republicano la encarnó el poeta español Antonio Machado. Un icono del antifranquismo que huyó en 1939 a Francia, donde se estableció en el pueblo de Colliure. Moriría poco después, en febrero de ese año.

Otro caso reseñable es el de Jorge Semprún, escritor criado en el exilio que llegó a ser ministro de Cultura entre los años 1988 y 1991 con el Gobierno de Felipe González. La Guerra Civil estalló cuando Semprún tenía 13 años. Su familia se fue al exilio en Holanda, y años más tarde se instalaría en París poco antes de la ocupación nazi. Integrado en las filas del PCE y trabajando en la clandestinidad para el movimiento de resistencia francés, en 1943 fue detenido y torturado por las SS. Posteriormente fue enviado al campo de concentración de Buchenwald (Weimar, Alemania).

Los campos nazis

Allí, como reflejaría posteriormente en su producción literaria y en sus memorias, entabló amistad con otros exiliados españoles de la Guerra Civil que habían corrido la misma suerte. Virgilio Peña, por ejemplo, fue compañero de barracón de Semprún. Agricultor y militante socialista huido a Francia, Peña relataría su experiencia en los campos nazis con extrema crudeza.

Entre sus recuerdos destaca el traslado en un tren abarrotado desde Burdeos -donde fue detenido en 1942- hasta Buchenwald, un trayecto en el que los ocupantes del vagón tuvieron que lamer la humedad de los tornillos proveniente de la condensación del sudor para evitar morir de deshidratación. No todos lo consiguieron. En el campo era exterminados a diario entre 4 o 5 presos al azar, que amanecían colgados de una encina como advertencia al resto de los prisioneros.

Las memorias del movimiento antifranquista en el exilio, que Iglesias compara con los ‘sufrimientos’ de Puigdemont, están llenos de escenas semejantes a las relatadas por Virgilio Peña. Muchos de ellos pasaron por esos campos nazis (Auschwitz, Dachau, Treblinka o Mauthausen) en los que se les colocaba el triangulo rojo por «terroristas políticos» que ahora lucen en redes sociales los principales dirigentes de Podemos y buena parte de sus simpatizantes mientras les equiparan a Puigdemont.

Parte de aquellos exiliados que consiguieron escapar a los campos de la Francia ocupada se unieron a las fuerzas de liberación francesas en su lucha contra la invasión nazi. De hecho, fue una sección española formada por republicanos la primera que entró en París para liberar la capital gala.

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