Crónica del día

Se exige una reacción nacional contra Sánchez

Pedro Sánchez
Pedro Sánchez, en el Congreso.

Aún en la mañana de este lunes cuatro abogados del Estado, escribo cuatro, aseguraban a este cronista que, de ninguna manera, Consuelo Castro, reconocida, eso sí, como «muy podemita», podía firmar un informe permitiendo que Oriol Junqueras, condenado a trece años, entre otros delitos, por sedición, facilitando que éste pudiera ejercer como eurodiputado hasta que llegara, a la Cámara comunitaria el correspondiente suplicatorio. Es más, estos letrados coincidían en que «la Abogacía no tiene margen de maniobra» porque no podía exponerse a que el Supremo le prive de toda razón jurídica. Gran error: Castro ha puesto en libertad a Junqueras. Ha consumado la fechoría. Eso a pesar de ya se sabe que el Tribunal presidido por Manuel Marchena, en su Sala de lo Penal, decidirá, inmediatamente y no muy a favor de Junqueras. El Gobierno se ha cargado de repente, filtración incluida, el prestigio finesecular la Abogacía del Estado. NO se puede caer más bajo. Una reacción general es imprescindible.

Consuelo Castro tiene que haberse pensado mucho si le convenía al órgano jurídico que representa en el Ministerio de Justicia abrir una crisis institucional y profesional de «proporciones siderales» como transmitía al cronista uno de los letrados consultados. A la señora Castro le ha podido la obediencia a un  barrenero de España. Ha laminado a sus propios colegas de su Asociación.  Estos no tienen la menor duda de que el comunicado hecho público por la Asociación en la que están insertos iba dirigido al Gobierno, cuya ministra de Justicia en funciones, Dolores Delgado, se ha empleado a fondo en estos días para lograr el «gesto» de la Abogacía que permitiera la abstención de ERC en la investidura. Consumatum est.

Pero a ERC, reunido su llamado Consell Nacional mientras toda la política española estaba pendiente de las nuevas exigencias -que las hay- del preso catalán Junqueras, aún no se fía, y hace bien, del Supremo que, según todas las informaciones, se decantará con toda urgencia por la permanencia de Junqueras en la cárcel. Aquí en el fondo y en la forma lo que sucede es que nadie se fía de nadie. Fíjense, otro partido independentista ha firmado con Sánchez una investidura de la que recela absolutamente. Andoni Ortúzar, su presidente, tiene una opinión horrible de Sánchez y peor aún del que va a ser su vicepresidente. De Pablo Iglesias suele proclamar cosas que vienen a denunciar la falsedad de todos los pronunciamientos del líder leninista, de sus malas artes, de su insistencia en contactar sólo cuando de un diálogo puede extraer réditos a su favor. En resumen: que el PNV va a hacer vicepresidente a un tipo al que detesta; todo sea por la pasta y la independencia a gota a gota.

Y si pésimo es el juicio sobre iglesias, ¿qué decir del que el PNV guarda sobre Sánchez?: «Es un personaje que, sin ninguna razón, tiene una alta consideración de sí mismo». «Le gustaría ser Macron pero no le llega a los zapatos», «En todo caso es fácil entenderse porque te da, a cambio de que le apoyes, todo lo que le pides y hasta un poco más». Literalmente. El PNV se refiere a la infiabilidad de los ajenos cuando ésta es la principal característica que le adorna. Rajoy asegura: “»on estos, aunque vayas, no puedes ir ni a recoger una herencia». El PNV se reconoce como un «partido chinchetilla», o sea que lo mismo vale para «pinchar» que para «ajustar». Ahora se ha ajustado para sacarle a este insensato fusilador de la Constitución, un futuro, poco a poco, fuera de España. Por lo pronto se ha asegurado que el PSOE de Sánchez no promoverá la reforma de la Ley Electoral, una exigencia sine qua non que el PNV ha puesto sobre la mesa para no «empujarnos -según suele decir Ortúzar fuera de España».

Sánchez ya tiene el ‘sí’ del PNV y de sus hermanos separados, los filoterroristas de Bildu, una gran compañía para empezar este año de disolución hispana que nos amenaza. Hasta la economía se está sumando al drama con el último dato del decrecimiento. Es un país que asiste impávido a su propia ejecución que ya ensayó en 1934 con el resultado conocido. La sociedad civil se muere mientras sus presuntos líderes tocan el arpa contemplando el incendio. ¿Dónde están los tres presidentes, excluyendo a Zapatero, de la democracia?, ¿Por qué no salen conjuntamente a la palestra?, ¿Dónde están los que fueron jefes de la Casa del Rey?, ¿Dónde están la Academia de la Historia y la RAE?, ¿Dónde están mancomunadamente los presidentes autonómicos? , ¿Dónde están los tres partidos nacionales que defienden la Constitución?, ¿Donde está el Parrido Socialista que se denominaba Español?, ¿dónde están los ministros de Exteriores que asisten sentados a la fechoría de Bolivia?, ¿Dónde estamos todos los periodistas de la Transición?, ¿Dónde está la España entera que se lamenta en los cafés? Ahitos de pavor todos, pero insensibles ante la tragedia. Así -lo reconozco- es muy difícil felicitar un Año Nuevo que se aventa como un drama nacional. Se exige una reacción nacional contra Sánchez. No la habrá. Pero Feliz 2020. En todo caso.

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