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Una trabajadora del SEPE cuenta la verdad de las citas previas y nadie da crédito: «Me quedé en la calle…»

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Blanca Espada

Conseguir una cita previa en el SEPE se ha convertido casi en misión imposible. Lo saben sobre todo, aquellas personas que llevan semanas intentando acceder a una ayuda, renovar una prestación o simplemente aclarar una duda con alguien que les oriente. Pero lo que quizá muchos no saben es que este colapso tiene una segunda cara de la moneda que pasa por todo un entramado de personas que se dedican a eso, a coger cita para otros, no sin antes cobrar por ello.

El programa de Antena 3 Y ahora Sonsoles,  ha sacado a la luz un testimonio que lo cambia todo: el de Julia Rivera, una ex trabajadora del SEPE que ha decidido contar cómo funciona el sistema desde dentro. Y lo que ha contado ha dejado a más de uno con la boca abierta. Durante la emisión, no sólo se mostró la dificultad de conseguir cita previa por medios legales, sino también cómo han empezado a proliferar esos negocios paralelos que comercian con lo que debería ser un servicio público y gratuito. Hay gente que vende citas en portales de segunda mano, y algunas llegan a costar hasta 70 euros. Un mercado negro de citas, sin regulación, que se alimenta de la necesidad de aquellos que no tienen trabajo o dependen de una prestación. Pero el testimonio más impactante fue el de esta ex trabajadora del SEPE que ha explicado que la saturación no es solo una cuestión de demanda, sino de abandono estructural: falta de personal, instrucciones poco claras y un sistema que parece diseñado para poner trabas, no para ayudar. «De las 20 mesas que hay en la oficina, hay 4 funcionarios trabajando», confiesa al empezar su testimonio.

Una trabajadora del SEPE cuenta la verdad de las citas previas

Lo primero que llama la atención es cómo un servicio tan esencial ha acabado convertido en objeto de compraventa. En plataformas de segunda mano, cualquiera puede encontrar anuncios ofreciendo citas para el SEPE a cambio de dinero. Según la investigación del programa, hay quienes cobran hasta 70 euros por un simple turno. Y lo más preocupante: algunos aseguran tener acceso a la «plataforma de ellos», insinuando que trabajan dentro del propio SEPE o que colaboran con alguien que sí lo hace.

El sistema de citas se ha transformado en una jungla. La ex trabajadora lo explica con detalle:»El sistema comienza a las 8 de la mañana y el SEPE cuelga las citas. Tú tienes 2 minutos, bueno no llega a los 2 minutos. Tienes que estar con dos minutos de antelación ya metido en la app para que en cuanto cuelguen las citas, tú rápidamente pinchar. Si en ese tiempo no te ha dado tiempo, hasta dentro de 15 minutos no puedes volver a coger cita».. Así de claro. Una ventana de tiempo de menos de dos minutos, para conseguir una cita. Si fallas, toca esperar. Y si no dominas bien la tecnología, prácticamente te quedas fuera del sistema.

Personal bajo mínimos y una consigna inquietante

El relato de la ex trabajadora del SEPE no se queda solo en lo técnico, ya que también explica hasta qué punto el sistema está en crisis. «De las 20 mesas que hay en la oficina, hay 4 funcionarios trabajando», explica. Según ella, este es el origen del problema. La falta de personal genera un efecto dominó,  ya que a menos atención presencial, más presión en el sistema online, y mayor frustración para los ciudadanos.

Pero hay algo más que inquieta. Julia trabajaba en el departamento de control de información, una de las áreas externalizadas por el SEPE (junto con la seguridad). Y cuenta que desde el primer día recibió una instrucción muy clara: «A nosotros lo que primero se nos decía, y se nos ha dicho, que en la medida de lo posible se ayude lo mínimo al usuario». Una frase que suena inverosímil en boca de una administración pública, pero que, según ella, responde a la lógica de enseñar a los usuarios a conseguir la cita por sí mismos, aunque el proceso sea confuso y excluyente.

Una empleada despedida por ayudar demasiado

La historia de Julia no termina en el relato. También es víctima de un sistema que, según ella, penaliza a quienes intentan hacer las cosas bien. Con 59 años, y tras haber trabajado como cocinera, tuvo que reinventarse profesionalmente por una discapacidad. Logró una oportunidad en el SEPE, pero no pasó el periodo de prueba. ¿El motivo? «Me quedé en la calle por coger citas con mi móvil», explica. La empleada ayudaba personalmente a los usuarios que no sabían cómo reservar una cita online. Y eso, al parecer, no encajaba con la política interna.

Según cuenta, su voluntad de echar una mano fue vista como un exceso. «Me dijeron que ayudaba en exceso a los usuarios a coger cita». Algo incomprensible para alguien que sólo intentaba que el sistema funcionara para todos. Porque en muchas ocasiones, quienes acuden al SEPE no tienen conocimientos digitales, ni un familiar que les ayude, ni siquiera un móvil adecuado. Y aún así, tienen que pasar por el mismo embudo tecnológico que quienes sí manejan estas herramientas con soltura. De ahí que haya tantos problemas, se cree esa mafia secundaria para vender citas y que  muchos acaben desesperados.

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