¿Qué invertir en renta fija?
En un contexto de tipos de interés tan bajos, el ahorrador conservador ha visto como los intereses de productos como los depósitos han bajado hasta prácticamente cero. Con el objetivo de fomentar la inversión, se ha querido penalizar al ahorrador para conseguir que entrara dinero en circulación y, así, fomentar la actividad empresarial. Tal objetivo, por desgracia, no se ha llegado a conseguir del todo. Los perfiles más conservadores con alta aversión al riesgo antes prefieren no ganar prácticamente nada por su dinero que invertirlo en algún negocio o producto de mayor riesgo. Aun así, existe una alternativa para estos perfiles que, sin querer arriesgar, sí esperan obtener una mínima rentabilidad. Se trata de la renta fija.
En contra de lo que podría parecer por su nombre, renta fija no significa riesgo cero. Es decir, existe la posibilidad de acabar perdiendo dinero con la inversión. Este es un detalle importante para evitar imprevistos. Encontramos dos tipos de renta fija:
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Pública
- Es aquella generada por organismos públicos. Son los siguientes productos, que se consignan por un valor mínimo de mil euros y, a partir de aquí, por sus múltiplos:
- Letras del tesoro: son un instrumento a corto plazo que se emite al descuento mediante subasta. Su plazo puede ser de tres, seis, nueve o doce meses. Al tratarse de plazos tan cortos, las variaciones acostumbran a ser muy pequeñas.
- Bonos y obligaciones del estado: en este caso, el plazo es más largo: de tres a cinco años en el caso de los bonos y de más de cinco años para las obligaciones. Se emiten por su valor nominal a un tipo de interés fijo que se paga por cupones anuales.
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Privada
- Son instrumentos ofertados por entidades privadas. Aunque el valor que se puede llegar a obtener con ellos es más alto que el anterior, también lo es su riesgo. Encontramos los siguientes productos:
- Pagarés de empresa: son valores que se emiten al descuento y que cuentan con un plazo de entre siete días y hasta 25 meses. Se colocan por medio de subastas competitivas (en las cuales se marca el precio de adquisición) o a través de un acuerdo entre inversor y entidad.
- Bonos y obligaciones simples: se trata de valores mobiliarios por el cual la entidad que los emite se compromete a retribuir al inversor con un interés determinado (fijo o variable) en un plazo marcado. Se ofrecen por un plazo que oscila desde los dos a los treinta años.
- Obligaciones subordinadas: se trata de un producto con iguales características que el anterior, pero con una sola diferencia: en caso de quiebra, sus tenedores se sitúan por detrás de los acreedores.
- Titularizaciones hipotecarias: es un instrumento más arriesgado que los anteriores. Una empresa vende o cede un activo a un tercero. Éste, a la vez, financia esta compra mediante la emisión de valores que coloca entre inversores.
- Cédulas hipotecarias: se trata de un instrumento que solamente pueden emitir bancos y cajas. Emiten las cédulas con el respaldo de sus préstamos hipotecarios. En el contexto actual y después de la crisis inmobiliaria sufrida, no hace falta decir que se trata de una inversión muy arriesgada.
Temas:
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