¿En qué consiste una refinanciación?
Puede que, en un determinado momento, la empresa se vea en una situación de dificultad por la imposibilidad de afrontar aquellas deudas que tiene a corto plazo. Ello no significa necesariamente que la situación de la compañía sea negativa, porque este aprieto en el pago de aquellas obligaciones más a corto plazo puede deberse a varios motivos: la realización de una inversión que aún no ha dado el rendimiento esperado, una fecha de pago inferior a la de cobro, una morosidad puntual de clientes importantes…
En los casos anteriores, por lo tanto, la empresa sí podría afrontar el total de la deuda en un medio o largo plazo. En este caso, puede acogerse a lo que se llama refinanciación. Básicamente, consiste en alargar el plazo de pago de las deudas mediante la conversión de deuda de corto plazo a largo plazo. De esta forma, se gana tiempo para poder subsanar las incidencias puntuales que hayan podido ocurrir o para desarrollar del todo la innovación que permitirá un incremento sustancial de los ingresos.
¿Qué tener en cuenta al pedir una refinanciación?
En el estudio sobre esta posibilidad, hay que tener en cuenta distintos factores:
- Plan de empresa: ninguna entidad financiera concederá la refinanciación si no se presenta un completo estudio en el cual se demuestre que se podrá hacer frente a los pagos correspondientes. Debe de ser un plan realista y de acuerdo a la evolución y exigencias del sector. En caso de exagerar predicciones de ingresos, se pierde tota credibilidad y se transmite una sensación de poca confianza con las posibilidades reales de la empresa de salir adelante.
- Deuda total en relación a los recursos propios: es un aspecto a tener en cuenta. Es imprescindible que se disponga de una cantidad de recursos propios superior a la deuda total. Es la mejor forma de asegurar al deudor que existen auténticas garantías de devolución. En caso que este patrimonio neto sea muy reducido, hay que encontrar inversores que apuesten por el proyecto para sostener su continuidad.
- Interés de más a afrontar: financiar la deuda no sale gratuito. A cambio de alargar el plazo de pago, las entidades financieras exigirán algún tipo de interés adicional. Ello supone, por lo tanto, un incremento de los gastos financieros y obliga a aumentar los ingresos más de lo esperado en un principio.
- Ingresos futuros: son la fuente que permitirá pagar la deuda. La compañía debe de estar segura que contará con suficientes entradas a medio plazo para satisfacer las nuevas exigencias.
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