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La OCU dicta sentencia y confirma que estos quesos en lonchas de supermercado ponen tu salud en peligro

La OCU alerta sobre la composición de las lonchas de queso de los supermercados

El queso es ese alimento que casi nunca falta en la nevera. Ya sea para disfrutar en bocadillos, en sándwiches, gratinado sobre un plato de pasta o acompañando una ensalada, su versatilidad lo convierte en un imprescindible. Y si además viene ya cortado, en formato loncheado, la comodidad se dispara.  Sin embargo, lo que parece una elección sin más se ha convertido en polémica, ya que en las redes sociales no han parado de circular vídeos donde se ve cómo algunos quesos en lonchas no se derriten con el calor, sino que se chamuscan como si fueran de plástico.

Y más allá de lo llamativo de las imágenes, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha dado un paso más: ha puesto el foco en este tipo de productos y ha lanzado una seria advertencia sobre lo que realmente estamos comprando. Detrás de muchas de estos quesos en lonchas, hay ingredientes que poco tienen que ver con el lácteo tradicional. Según la OCU, algunos de estos productos no cumplen los requisitos mínimos para ser considerados auténtico queso. Lo preocupante no es sólo su escasa calidad nutricional, sino su posible impacto en la salud a medio y largo plazo. Te contamos lo que debes saber para protegerte y elegir con criterio en tu próxima visita al supermercado.

La OCU dicta sentencia sobre estos quesos en lonchas

Uno de los principales problemas que ha señalado la OCU es que muchas de las lonchas etiquetadas como queso en realidad no lo son. Se trata de productos que deberían denominarse preparado lácteo o alimento fundido, porque su composición dista mucho de la de un queso real. En lugar de leche o cuajo, estos productos están elaborados con mezclas de grasas vegetales, almidones, colorantes, emulgentes y aromas artificiales que imitan el sabor del queso. Pero nutricionalmente, la diferencia es abismal.

El problema no está sólo en que se nos venda algo como queso cuando no lo es, sino en lo que eso implica para nuestra salud. Este tipo de productos suelen tener un alto contenido en grasas saturadas, sal y aditivos, lo que los convierte en una opción poco recomendable para un consumo habitual. Además, su bajo valor nutricional puede llevarnos a pensar que estamos tomando una fuente de calcio o proteínas de calidad cuando en realidad estamos ingiriendo un producto ultraprocesado sin apenas beneficios.

¿Por qué no se derrite?

Muchas personas han comprobado en casa cómo algunos quesos en lonchas no se funden como lo haría un queso tradicional, sino que se queman, desprendiendo un olor extraño y dejando una textura gomosa o carbonizada. Esto no sólo genera rechazo visual, sino que es una pista clara de su composición artificial. Lo que ocurre es que los ingredientes que se utilizan en estos productos (principalmente grasas vegetales y aditivos) tienen una reacción distinta al calor que la leche y sus derivados.

Cuando un queso auténtico se calienta, sus grasas y proteínas se funden de manera uniforme, dando lugar a una textura suave y cremosa. Pero en los productos ultraprocesados, la grasa vegetal tiende a endurecerse o quemarse sin fundirse, lo que explica esa apariencia tan poco apetecible. El resultado no solo es un producto con peor sabor y textura, sino también con un perfil nutricional mucho menos saludable.

¿Qué dice la OCU sobre estos productos?

La Organización de Consumidores y Usuarios ha sido clara: no todos los productos que encontramos en el lineal del supermercado con forma de lonchas y sabor a queso merecen un hueco en nuestra alimentación. En su análisis, han alertado especialmente sobre aquellos etiquetados como queso fundido o para gratinar, que suelen ser los más económicos. La OCU advierte de que estos productos, pese a su bajo precio, pueden salir caros si se consumen con frecuencia, ya que aportan mucha grasa de baja calidad, sal y apenas tienen los nutrientes esenciales que sí encontramos en un queso real.

Por eso, recomiendan revisar con atención las etiquetas antes de comprar. Si entre los primeros ingredientes no aparece la leche o la cuajada, sino aceites vegetales o almidones, es mejor descartarlo. También conviene huir de los ingredientes que no entendemos o que suenan más a laboratorio que a cocina. A veces, invertir un poco más en un queso de calidad no solo mejora el sabor de nuestras comidas, sino también nuestra salud a largo plazo.

La alternativa: quesos frescos y naturales

Frente a estos productos procesados, la OCU señala que hay opciones mucho más saludables y recomendables. Los quesos frescos como la mozzarella, el queso de Burgos o el requesón contienen menos grasa, menos sal y no suelen llevar aditivos ni ingredientes artificiales. Son perfectos para incluir en nuestra dieta habitual y, además, aportan proteínas, calcio y otros nutrientes esenciales de forma natural.

Esto no significa que tengamos que eliminar por completo otros tipos de queso más curados o grasos, pero sí que conviene tomarlos con moderación y, sobre todo, saber diferenciarlos de los productos que intentan hacerse pasar por queso sin serlo. Como consumidores, tenemos el poder de decidir qué entra en nuestra cocina, y la información es nuestra mejor herramienta para hacerlo con criterio.