Economía
ECONOMÍA

La falacia de la justicia social

“Mientras la creencia en la “justicia social” rija la acción política, el proceso deberá aproximarse cada vez más a un sistema totalitario». Friedrich von Hayek

Margaret Thatcher pasó a la historia con el implacable apodo de la dama de hierro, no en vano, Margaret fue un astuta líder política convencida de las teorías liberales de Hayek, basadas en el principio del trabajo y el ahorro. Creía en la iniciativa privada y en la voluntad, así como en la ambición de la colectividad partiendo del individuo. Hacer partícipes a los ciudadanos de manera individual tiene que ver con la célebre frase de JFK: “no pienses qué puede hacer tu país por ti. Piensa qué puedes hacer tú por tú país”. Clara demostración de la importancia de la libertad y del principio básico de von Misses, ¡la maravillosa acción humana! Aquella que defiende el proceso de creatividad empresarial, así como el proceso de resolución de los problemas que tiene el individuo incentivado y motivado. Hacernos partícipes a todos como ciudadanos de nuestros propios sueños es reflejo de un sistema meritocrático, en el que el Estado juega un papel menor, y casi siempre en la defensa del Estado de Derecho, poco más. Lo contrario, es hacernos caer en la tentación de que todos somos una especie de ignorantes a merced de papá Estado redentor. Este miedo a vivir desamparados nos hace caer en la necesidad de un Estado que se sirve de su poder para ampliar sus propias ambiciones. De ahí que Thatcher y JFK pasaran a la historia como dos figuras clave en la historia de la edad contemporánea, precisamente por abanderar la libertad y la necesidad de que pongamos las ambiciones particulares a merced del colectivo, siendo el Estado un instrumento al servicio de todos, y no lo contrario. Puesto que de otra manera, lo que promulgamos es volver a una página pasada de la historia, más cercana al fracaso del comunismo que al desarrollo de la libertad. 

Y se preguntarán: ¿qué interés tienen los gobernantes en que así sea? El poder es corruptible por naturaleza y se esconde en las bondades de la democracia para saciar su propia codicia, la codicia del poder. ¿Qué es lo que queremos?; ¿un Estado al servicio del pueblo? ¿o un pueblo a merced del Estado? Me atrevería a decir que un pueblo sin ambición se convierte en una sociedad frágil, sin motivación, sin felicidad, abatida y desganada. Una sociedad presa de la injusticia y que se aferra a papi Estado como si fuera la única verdad bondadosa ante la falta de oportunidades creadas por la propia aniquilación de la iniciativa privada por parte de dicho Estado.

Bien lo sabemos en España, al amparo de la justicia social, todo vale. ¿Acaso las elecciones no han dado una victoria a la derecha? Si sumamos los votos de PP, VOX,  JxCAT y PNV está claro que la derecha es la opción mayoritaria en España. Pero al parecer, lo que se nos impone en esta investidura es que las sensibilidades nacionalistas son más importantes que las ideologías sociales, algo que posiciona al PP y al PSOE en una encrucijada peligrosa. ¿Seguimos marginando las reivindicaciones nacionalistas o nos abrimos a una nueva era en la democracia española? Sin duda, el PP debería plantearse que cualquier aritmética de gobierno le será imposible si no vuelve a la época en la que José María Aznar hablaba catalán en la intimidad, tal vez ahora deba hacerlo además en Euskera y Gallego. Mientras tanto, la investidura de Feijóo ayuda a pensar en su nuevo mantra: “he tenido los votos para ser Presidente, pero no he estado dispuesto a pagar su precio”. ¿Será este mantra una losa para el Sr. Sánchez? Está claro que Pedrito es el maestro del cambio de opinión y en vestir de buenismo sus mentiras. Bajo el mantra de la concordia y la convivencia aceptará los indultos con la excusa del no a un referéndum pactado que habrá que ver cómo lo vende un renovado Puigdemon, y que veremos de igual forma cómo se las gasta. Ironías del destino, ¿no creen?, finalizando este 2023 llega la hora de la verdad, y llega para comprobar cómo están forjados sus ideales, si de acero o de mantequilla. Hagan sus apuestas…

Con ello no pretendo hacer apología del PP o en contra del PSOE. Yo soy libertaria y lo que defiendo es la libertad, la libertad en todas sus vertientes. Lo demás me parece un ejercicio de centro, pero que peligrosamente está degenerando hacia unos extremos que ciertamente me preocupan. ¿Ven lógico que las minorías españolas determinen el gobierno? Yo no, y en realidad preferiría volver a las urnas sabiendo de antemano las verdaderas intenciones de unos y otros, me siento estafada. ¿PP pactará con VOX?; ¿El PSOE romperá la Ley a cambio del poder? Que cumplan sus promesas, y luego decidimos. Y si me preguntan, yo lo tengo claro; que gobierne la lista más votada en minoría y se busquen grandes pactos de Estado hacia donde se consensuen las mayorías. Cualquier otra aritmética, es fomentar la crispación y el odio.

Y claro, como libertaria no tolero la mentira, que ignorantes me traten de ignorante es algo que no soporto, puesto que el buenismo de la justicia social es una práctica que Hayek ya nos advirtió que se acercaba al totalitarismo, puesto que el pretexto del buenismo es el pie que da paso al expolio fiscal, que coercitivamente necesita un Estado que se sirve a sí mismo en pro de subvencionar su propia incompetencia. Y como les decía, yo aspiro a vivir en un Estado al servicio de sus ciudadanos y de la vulnerabilidad de los mismos, y no lo contrario, pues este es en sí mismo (o al menos debería) el fin último de la democracia. Una nación que pretende presumir de sí misma, debería preguntarse qué puede hacer cada individuo por su país, más que pensar qué puede hacer su país por él, puesto que de la justicia social al totalitarismo hay una delicada línea que nunca se debería traspasar. Al fin y al cabo el estilo no es sólo lo que haces o usas, sino también lo que proyectas.