Economía
Energías renovables

Esta es la hoja de ruta de la energía eólica marina y el biogás

El biogás y la energía eólica marina son dos fuentes de energía renovables que podrían jugar un papel de relevancia para conseguir la meta de neutralidad de emisiones en 2050. Con ese objetivo, el Ministerio para la Transición Ecológica ha abierto recientemente los procesos de consulta pública previa de la hoja de ruta de ambas fuentes de energía.

La elaboración de ambos documentos contribuye al cumplimiento del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 y está en consonancia con la ruta marcada en el anteproyecto de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, explicaba el Ministerio en un comunicado.

Las dos consultas estarán abiertas durante 15 días, sin embargo, el plazo para presentar contribuciones se encuentra suspendido hasta la finalización del estado de alarma, decretado por la crisis del coronavirus.

Tanto el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima, como el anteproyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética recogen la necesidad de impulsar el despliegue del biogás y el desarrollo de la energía eólica marina.

La hoja de ruta de biogás tiene como objetivo ser la herramienta que guíe y fomente el despliegue y desarrollo de este biocombustible en España, dado el papel relevante que puede jugar en la transición energética y, en particular, a su capacidad para integrar la economía circular en la generación de energía renovable.

Este combustible se obtiene fundamentalmente de los residuos ganaderos y agroindustriales, los lodos de estaciones depuradoras de aguas residuales urbanas y la fracción orgánica de los residuos sólidos urbanos, así como el biometano obtenido del propio biogás.

Por su parte, la hoja de ruta para el desarrollo de la eólica marina y las energías del mar en España responde al avance tecnológico que ha experimentado en los últimos años la energía eólica marina flotante.

Estos progresos facilitan el acceso a emplazamientos más alejados de la costa que antes eran inviables -técnica y económicamente-, con niveles de capacidad muy elevados, superando las 4.000 horas equivalentes y favoreciendo, además, la utilización de nuevas tecnologías que permiten su despliegue con mayores garantías de protección medioambiental.