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Eres de clase media si tienes estos problemas para comprar un coche: la UE lo sabe y tomará estas medidas

A muchas familias europeas les ocurre lo mismo cuando entran en un concesionario: hacen números, comparan precios y salen con la sensación de que un coche nuevo es algo que ya no encaja en su presupuesto. No es una percepción aislada ni una queja puntual. La propia Comisión Europea reconoce ahora de forma explícita que amplios sectores de la clase media han quedado fuera del mercado del automóvil, una constatación que ha marcado el rumbo de la nueva normativa comunitaria para el sector.

Ese diagnóstico es el punto de partida de una iniciativa legislativa que Bruselas presenta ahora y que llega en un momento clave para la industria. La transición hacia la movilidad eléctrica avanza, pero no al mismo ritmo para fabricantes y consumidores. Mientras los objetivos climáticos siguen siendo ambiciosos, la realidad económica de muchos hogares europeos va por otro camino. La respuesta de la Comisión pasa por dos ejes claros. Por un lado, impulsar el desarrollo y la producción de un coche eléctrico pequeño y realmente asequible. Por otro, introducir cierta flexibilidad en el calendario previsto para el fin de los motores de combustión, fijado inicialmente en 2035. Dos movimientos que evidencian hasta qué punto la Unión Europea ha tenido que ajustar su discurso a la vida cotidiana de los ciudadanos.

La clase media tiene problemas para comprar un coche: la UE lo sabe y tomará medidas

El reconocimiento aparece en un borrador de la futura normativa al que han tenido acceso varios medios europeos. En ese texto, la Comisión habla sin rodeos de una «tendencia generalizada de aumento de los precios de los vehículos en toda la Unión Europea», un fenómeno que está expulsando progresivamente a la población del acceso a un coche en propiedad.

El documento evita entrar en debates sobre la pérdida de poder adquisitivo de la clase media, pero el resultado es evidente. Incluso los modelos más básicos del mercado resultan hoy inasumibles para muchas familias. No se trata sólo de un problema social. Para Bruselas, esta situación también amenaza el equilibrio industrial, en un momento en el que la electrificación no avanza de forma homogénea entre países ni entre distintos perfiles de consumidores.

Uno de los principales obstáculos es el precio de los vehículos eléctricos. La Comisión admite que la mayoría de los modelos disponibles superan los 25.000 euros, una cifra que actúa como barrera de entrada para una parte significativa de los hogares europeos. La consecuencia es doble. Por un lado, se frena la renovación del parque móvil. Por otro, se ralentiza la adopción del coche eléctrico entre quienes no pueden asumir ese sobrecoste inicial.

El coche eléctrico pequeño y asequible como solución

Ante este escenario, Bruselas recupera una idea que ya había puesto sobre la mesa su presidenta, Ursula von der Leyen, en septiembre de 2025. Entonces anunció una iniciativa específica para promover un vehículo eléctrico pequeño y asequible, concebido como una herramienta clave para reactivar el mercado.

La novedad ahora es que la Comisión quiere integrar formalmente ese concepto en la legislación europea sobre vehículos de motor. El objetivo es que sirva de base para medidas regulatorias concretas, tanto a nivel comunitario como en los Estados miembros. Según el borrador, se trata de simplificar el marco normativo para los fabricantes y, al mismo tiempo, mejorar la viabilidad económica de producir este tipo de coches en Europa.

Bruselas confía en que esta estrategia refuerce la competitividad de la industria europea, reduzca los costes de producción y termine trasladándose a precios más bajos para los consumidores. También hay un factor geopolítico de fondo. La presión de fabricantes asiáticos, especialmente chinos, con modelos eléctricos de bajo coste, ha puesto en evidencia las dificultades de Europa para competir en ese segmento.

Más flexibilidad para los motores de combustión

El segundo gran eje de la nueva normativa afecta directamente al calendario para el fin de los vehículos con motor de combustión. Aunque el objetivo de 2035 sigue formalmente sobre la mesa, la Comisión estudia introducir una flexibilización parcial. En concreto, permitir a los fabricantes mantener hasta un 10 por ciento de las emisiones de CO₂ registradas en 2021.

En la práctica, este ajuste suaviza uno de los pilares de la transición verde impulsada durante la primera Comisión de Von der Leyen. La presión para hacerlo ha sido intensa, sobre todo desde Alemania, donde el peso de la industria del automóvil es determinante para la economía y el empleo. Allí, el temor a una transición demasiado rápida se suma a los actuales desafíos industriales y energéticos.

El canciller alemán, Friedrich Merz, junto con el liderazgo del Partido Popular Europeo, ha insistido en evitar lo que califican como una prohibición tecnológica. Desde esta posición se defiende que el motor de combustión debe seguir teniendo cabida en Europa y que los consumidores no deberían ver cerradas sus opciones de forma abrupta.

Merz ha reiterado en declaraciones a medios alemanes que una prohibición total de los motores térmicos está descartada. Un mensaje que refuerza la línea de mayor flexibilidad que ahora parece adoptar la Comisión, aunque no sin resistencias internas.

El choque entre países miembros

Este enfoque no es compartido por todos los Estados. España, por ejemplo, mantiene una posición más estricta en materia climática. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, trasladó recientemente por carta a Von der Leyen su petición de mantener los objetivos de reducción de emisiones de CO₂.

Desde Moncloa se advierte de que cualquier relajación podría poner en riesgo la credibilidad climática de la Unión Europea y frenar inversiones clave vinculadas a la electrificación y a la reindustrialización verde. Es un choque de visiones que refleja el delicado equilibrio entre ambición ambiental, realidad económica y competitividad industrial.

En el fondo, la nueva normativa asume algo que millones de europeos ya saben por experiencia propia. Tener problemas para comprar un coche nuevo se ha convertido en un rasgo común de la clase media. Que Bruselas lo reconozca y ajuste su estrategia en consecuencia marca un giro relevante en la política comunitaria de movilidad. Ahora queda por ver si esas medidas llegan a tiempo y, sobre todo, si se traducen en coches que vuelvan a estar al alcance de quienes sostienen el grueso de la economía europea.