El caso Bankia hace más daño a la entidad financiera que al PP, al PSOE o al Banco de España

Bankia
Bankia (Foto: Getty)
Borja Jiménez

El daño reputacional que el ‘caso Bankia’ está haciendo a la entidad presidida por José Ignacio Goirigolzarri es algo de lo que prácticamente no se habla, pero que está latente. De hecho, no es sólo el banco rescatado el perjudicado, toda vez que los reguladores tampoco han quedado reputacionalmente inmunes tras el escándalo.

Alberto Ruíz Ojeda, socio de derecho administrativo de Cremades & Calvo Sotelo y Catedrático de la Universidad de Málaga, explica detalladamente qué es lo que sucedió en el caso Bankia y qué efecto reputacional tendrá sobre la entidad y sobre los reguladores. “Hay una convulsión bancaria total, en la que parece que se produjo una especie de daño recíproco, yo le llamo negligencia concertada. Una especie de ‘hacerse el tonto’ por parte de todos, en el que el poder político de aquella época, es decir, el Gobierno de Elena Salgado y de José Luis Rodríguez Zapatero, intentaron poner paños calientes para convencerse ellos mismos y convencernos a todos de que la crisis se iba a superar y de que la banca española tenía una robustez a prueba de bombas. Sin embargo, eso no era así”, señala Ruíz Ojeda.

Bajo su punto de vista, el caso de Bankia fue un cúmulo de decisiones, no solamente políticas, sino también regulatorias (porque se supone que el regulador está para compensar lo que el político quiere hacer). “Un regulador tiene que mirar por el retrovisor y tiene que intentar hacer una previsión. Entonces, ahí hubo una negligencia recíproca en la que todos dijeron bueno, pues nada, vamos con todo esto para adelante”, explica el experto, que continúa: “Bankia es un puzle de entidades que tenían una gestión común pero cada entidad seguía teniendo una autonomía propia, de forma tal que a través de Bankia no se excluía a nadie de los que tenían sillones de dirección en el ámbito de las entidades de las cajas de ahorro, con lo cual se mantenía todavía el posicionamiento de los grupos políticos y de los grupos locales de influencia en las siete cajas”. De este modo, se dijo algo así como: “Aquí tenemos a unos gestores que saben del negocio bancario; el banco malo dentro de Bankia lo hemos metido en BFA”. Y, entonces, todos tan contentos, “porque nos hemos quedado con el negocio inmobiliario bueno, le hemos pasado el malo a BFA y todos contentos”.

El problema estaba en que según las previsiones que se manejaban por entonces por parte del BCE y de la Troika, la evolución general del negocio inmobiliario iba a ser todavía peor, con el consiguiente deterioro de todo el parque de créditos de todas las entidades financieras, sin excepción alguna. “La dependencia de los diferentes sectores sobre el negocio inmobiliario era tan brutal que eso iba a terminar con un deterioro generalizado de los activos de los bancos. Tuvieran o no tuvieran un negocio inmobiliario explícito y directo”, explican desde el despacho Cremades & Calvo Sotelo.

Entonces, se dice: “Hombre, el ratio de capital de solvencia que se le exige a las entidades será más bajo si la entidad consigue hacer una salida y una colocación de mercados de una parte de su capital”, y eso se hizo con Bankia. En lugar de irse a una exigencia de ‘core capital’ del 12%, lo bajan al 10% mediante la salida de Bankia a Bolsa. Pero, para que se pudieran suscribir las acciones de Bankia era necesario trasladar una imagen distorsionada de su realidad patrimonial. Con lo cual, “un engaño vino con el otro”.

“De ahí, sacan a Bolsa Bankia, se suscriben todas las acciones en el tramo institucional, donde efectivamente la inmensa mayoría de ellos eran grandes entidades financieras, o bien eran entidades ligadas a la propia Bankia, como Mapfre”, explica Ruíz Ojeda. Mapfre compró Bankia, y la vendió al día siguiente, pero compró, es decir, que se suscribió el tramo mayorista. Al suscribirse el tramo mayorista se supone que se podrían encontrar inversores minoristas que entraran en él para suscribir el resto del capital, o la gran mayoría del capital colocado en Bolsa.

“La colocación de Bankia en el parqué es un ejemplo desastroso de cómo el regulador fue capturado por los políticos”

“El asunto está, como ahora hemos sabido, en que el Banco de España y el Ministerio de Economía se repartieron las llamadas para los suscriptores institucionales o mayoristas, diciendo qué parte tendrían que comprar cada uno. De los mayoristas, ya nadie va a reclamar porque se deshicieron de las acciones de Bankia prácticamente de inmediato, pero claro, así se fabricó el engaño”, explica el abogado, que insiste en que “la colocación de Bankia en el parqué es un ejemplo desastroso de cómo el regulador fue capturado por los políticos, una cosa verdaderamente increíble”. Y es ahí cuando se inicia toda una huida hacia delante que consiste en tapar, tapar y tapar, hasta que ya, con la llegada del nuevo Gobierno, se ve como algo evidente la necesidad de rescatar Bankia, de acudir a la Troika y de llevar a cabo un rescate, aunque no se le llamó formalmente así, “pero fue un verdadero rescate de la banca española y de nuestra economía”.

¿Y ahora qué?

“Qué buenos fuimos. Nosotros cómo íbamos a saber que esto iba a ir tan mal”. Es algo así lo que excusan los que entonces controlaban la entidad. Sin embargo, desde Cremades & Calvo Sotelo explican, en primer lugar que sí que se sabía: “Se sabía a nivel de tendencia evolutiva general de la economía occidental, de la que muy difícilmente se iba a escapar España. España no tiene ningún cordón sanitario alrededor, por lo que ni mucho menos se podía escapar de lo que ya se sabía que iba a suceder. A base de decir que ‘nosotros no nos podemos equivocar nunca y no se sabe nunca lo que va a pasar’. Entonces, claro, a base hurtar los mecanismos de control, necesarios en cualquier funcionamiento democrático y transparente, pues al final Julio Segura, Miguel Ángel Fernández Ordoñez y compañía, se han encontrado con que el único mecanismo de control que quedaba era el control penal. En el derecho se dice que el derecho penal es la última ratio, es a lo último a lo que acudes”.

Es algo muy sencillo de entender, bajo el punto de vista del experto: “Hay que ser muy poco inteligente para no darse cuenta de lo que ha pasado. Tú aquí montas un sistema adecuado y correcto de dimisiones, pero dimites porque te vas tú. Esto que se va a hacer con la investigación, lo haces antes, depuras responsabilidades previamente, negocias, en lugar de llevarse lo que se han llevado, te llevas un poquito menos, y ya te escapas y ya es más que suficiente”.

Pero, como no han querido hacer eso, los jueces no son tontos. “El juez lee el periódico, y ve que después de los informes que había de la Inspección del Banco de España, me van a decir a mí que no sabían lo que estaba pasando. Es que encima parece que toman al juez por tonto”, cree Alberto Ruíz Ojeda, que señala que “el dictamen del Consejo de Estado fue totalmente teledirigido, el informe de la abogacía del Estado tres cuartas partes de lo mismo, no daban acceso al expediente a aquellos que querían reclamar… O sea, que era una cosa enormemente turbia”.

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