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COPA DEL REY

Pablo Barrios evita un drama

Un gol del canterano a 13 minutos del final mete al Atlético en 16avos de final

El Arenteiro se adelantó en el marcador y llevó al límite a los rojiblancos

Morata falló uno de los dos penaltis discutibles que señaló González Fuertes

Pocos síntomas de mejora del equipo de Simeone, mentalmente hundido

Un gol del canterano Pablo Barrios a 13 minutos del final le evita al Atlético un cataclismo y le mantiene vivo en la Copa del Rey, pero no oculta la evidencia de la profunda depresión que padece el equipo, que sufrió lo indecible para superar a un Arenteiro que llegó a adelantarse en el marcador y que sobrevivió en la eliminatoria hasta que el partido llegó al descuento. Morata falló un penalti, Simeone señaló a Koke sustituyéndolo con empate en el marcador y jugadores como Savic, Giménez o Lemar, antaño piezas claves, deambularon sobre el fango del estadio gallego como verdaderos fantasmas. El resultado fue favorable, pero las sensaciones siguen siendo tremendas. Hay muy poco que celebrar.

Simeone evitó confianzas y mandó al ruedo lo mejor que tenía con la única concesión a la galería del joven Pablo Barrios, al que el Cholo no deja de obsequiar con guiños que refuerzan su condición de perla de la cantera. Los acontecimientos le volvieron a dar la razón al entrenador porque su gol no sólo resolvió la eliminatoria, sino que además fue el mejor jugador rojiblanco con diferencia.

Con seis mundialistas sobre el terreno de juego, el Atlético intentó imponer la ley del más fuerte, pero el fango y un rival intensamente motivado convirtieron lo que debería haber sido un trámite en un encuentro de máxima exigencia en el que fue necesario ensuciarse para, por lo menos, igualar la entrega del Arenteiro que, consciente de que estaba ante el partido de su vida, no regateó ni el menor esfuerzo.

Lemar abrió las hostilidades con un disparo tan defectuoso que le arrancó al Cholo una queja visible en el banquillo. Luego lo intentó en un par de ocasiones Morata, una de ellas a bocajarro en un remate de cabeza, pero el equipo se fue al descanso de la temporada negado ante el gol y ha vuelto de vacaciones con el mismo peso sobre la espalda. Necesita crear una docena de ocasiones para marcar y así es imposible sacar buenos resultados.

Privado de su entrenador Javi Rey desde el minuto 20 en el primer acto de narcisismo de la noche de González Fuertes, el Arenteiro consiguió no sólo no pasar demasiados apuros, sino que incluso se permitió soñar con la proeza. A los 42 minutos un pase largo dejó solo ante Oblak a Marquitos, que no estaba en fuera de juego porque Llorente salió tarde, pero que sí se ayudó de la mano para controlar el balón. En cualquier caso, resolvió la acción de manera tan magistral que hizo sonrojar a todos los delanteros rojiblancos. Su vaselina hizo estallar en llamas el pequeño estadio de Espiñedo mientras en Madrid la amenaza de una debacle total empezó a hacer temblar los cimientos del Metropolitano.

Por suerte para el Atlético González Fuertes no tardó en arreglarlo. Un minuto más tarde compensó la mano previa al 1-0 con un penalti de los que jamás se pitan, por un empujón a Giménez en el área el saque de una falta. Carrasco se sacudió de la cabeza los fantasmas de su error ante el Leverkusen y aceptó la responsabilidad de ejecutar el lanzamiento. Diego García le adivinó la intención, pero para desgracia del portero del Arenteiro el balón iba demasiado ajustado al poste. El 1-1 al filo del descanso fue jaleado con entusiasmo por Simeone, consciente de la importancia de haber reaccionado tan rápidamente.

Amansado por el empate, el Arenteiro salió más dócil en la segunda parte remitiendo la presión de manera considerable, lo que permitió al Atlético circular el balón con mayor comodidad, aunque eso no se tradujo en llegadas solventes que pusieran en compromiso el resultado. Fue entonces cuando decidió intervenir de nuevo González Fuertes, que a los 59 minutos señaló el segundo penalti a favor de los rojiblancos en una acción sobre Carrasco aún más discutible que la que sancionó en la primera parte. Álvaro Morata fue esta vez quien tomó el balón, pero solo para volver a hacer evidente que es un pésimo lanzador desde los once metros. Su disparo, a media altura y por el centro de la portería, coronó a Diego García y deprimió aún más a un equipo que no destaca precisamente por su fortaleza mental.

El error de Morata, como era de esperar, hundió al Atlético, que escondió la cabeza bajo el césped y se dejó llevar sin volver a aparecer en territorio adversario durante muchos minutos. Simeone, cansado, buscó soluciones domésticas con Alberto Moreno y Reinildo, dándole descanso a Koke y Hermoso y haciendo buena su frase de ayer de que nadie es indiscutible. El partido llegó al último cuarto de hora con un empate tan vergonzoso como peligroso que solucionó de la forma más inesperada Pablo Barrios con un disparo desde fuera del área ante el que esta vez no estuvo afortunado Diego García. La noche acabó con el tercer gol rojiblanco, obra de Carrasco en el descuento al aprovechar que el Arenteiro estaba lanzado arriba en busca del milagro. El  Atlético estará en el bombo de mañana, pero mucho tendrá que mejorar para aspirar a algo en esta Copa del Rey.