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Champions League: Atlético - Oporto

Mucho ruido y pocas nueces

El Atlético fracasa en su debut en el grupo de la muerte y no puede pasar del empate

El Oporto remató una vez al poste y le anularon un gol por mano de Taremi

Así te hemos contado el Atlético - Oporto, en directo

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Que Kondogbia sea el mejor jugador del Atlético no suele ser una buena noticia. No porque el francés no sea un gran futbolista, sino porque eso significa que arriba ha habido cortocircuito. Simeone dispone de una nómina de atacantes fantástica, con delanteros que manejan todos los registros, pero ni uno solo de los que intervinieron en el partido -todos menos el brasileño Cunha- estuvo a la altura de lo que pedía la primera jornada de la Champions. El resultado fue un decepcionante (0-0), pero el drama sobrevoló el Metropolitano cuando a los 80 minutos el iraní Taremi aprovechó un error grosero de Giménez y Kondogbia para enviar el balón al fondo de la red. El 0-1 parecía irreversible, pero el VAR descubrió que en su caída el delantero había rozado el balón con la mano. Fue un pequeño milagro que evitó una zozobra que pudo haber sido decisiva para el futuro rojiblanco en la competición más exigente del mundo.

En un grupo tan exigente como éste cualquier fallo te echa a la calle. Especialmente en casa, donde está prohibido flaquear. Era el primer mandamiento rojiblanco, sumar de a tres contra el Oporto, un enemigo habitual que ya sabe lo que es ganar en Madrid y que nunca le ha puesto las cosas fáciles al Atlético. Este Oporto es tan coral como pueda serlo el equipo de Simeone. Un equipo de entrenador que la pasada temporada humilló a la Juventus de Cristiano Ronaldo y al que sólo pudo eliminar el futuro campeón, el Chelsea. Todo un hueso para arrancar una competición que en los últimos años se le atasca a los rojiblancos.

Cinco minutos tardó Luis Suárez en sacar los colmillos. El uruguayo probó a Diogo Costa desde fuera del área tras un pase de Lemar. No tuvo demasiados problemas el joven portero portugués, pero fue la primera advertencia de un Atlético que no dejó pasar la oportunidad de marcar el territorio. Ese era precisamente el objetivo del Cholo: intimidar desde el principio a un rival limitado en los laterales pero con sobrado talento arriba al que había que intentar encerrar en su área.

Por eso apareció en el once por primera vez Joao Félix, conocedor de primera mano de los defectos individuales del gran rival histórico de «su» Benfica. El plan parecía perfecto, pero había lagunas. En primer lugar, enfrente había otro equipo que también juega y que dispone de argumentos suficientes para desactivar cualquier plan en contra. Además, tampoco ésta fue la noche de Joao, que sigue desperdiciando una tras otra todas las oportunidades que le dan. Con la nómina de sustitutos que hay esperando turno le conviene reaccionar cuanto antes.

El Oporto no tardó en desactivar al Atlético y mostrar las uñas. El colombiano Luis Díaz sembró el pánico en su primera intervención por la izquierda y en el primer saque de esquina forastero el serbio Marko Grujic se elevó por encima de toda la defensa y cabeceó por encima del larguero.  Con Mateus Uribe jerárquico en medio campo, el campeón español se quedó sin argumentos mientras su rival no dejaba de crecer. Simeone, preocupado, ordenó de inmediato subir la línea de presión. La única buena noticia al paso por el minuto 20 era que toda la banda izquierda de los dragoes estaba amonestada.

Precisamente Luis Díaz y Zaidu, los dos jugadores con tarjeta, fueron los protagonistas de la primera gran oportunidad de gol de la noche. A los 27 minutos Carrasco y Lemar se molestaron en la banda izquierda y el balón acabó llegando al colombiano, que dibujó un pase extraordinario para la llegada del nigeriano, que hubiera ejecutado en solitario a Oblak de no ser por la providencial llegada de Kondogbia, que se jugó el penalty pero acabó evitando el remate del lateral del Oporto.

A esas alturas Simeone era un manojo de nervios. El Atlético había desaparecido en ataque porque ni uno solo de los jugadores que suelen ser decisivos en ataque había dado señales de su presencia. Para colmo, a los 35 minutos Lemar se echó mano a la pierna y miró con tristeza al banquillo. El francés se marchó al banquillo y se incorporó al partido el argentino De Paul. Joao, intrascendente hasta ese momento, dio un paso hacia atrás para ejercer el papel de su compañero lesionado. La última oportunidad de reivindicarse para el menino, que ha comenzado la temporada como acabó la anterior: siendo transparente. Con Griezmann y Correa en el banquillo estaba claro que el rendimiento de Joao no justificaba que continuara en el campo en la segunda parte.

Simeone mantuvo de salida al decepcionante media punta portugués, pero quién sí introdujo movimientos fue Conceiçao. Era demasiado peligroso mantener a Zaidu con tarjeta amarilla y optó por dar entrada al brasileño Wendell en el lateral izquierdo para no correr el riesgo de sufrir una expulsión que podría haber sido decisiva. El relevo le sentó muy bien al Oporto, que pasó a encerrar a un Atlético incapaz de sacar la cabeza. A los 49 minutos Otavio sacó un centro desde la derecha que fue cerrándose hasta tal punto que el balón se estrelló en el poste. El estadio siguió en silencio la trayectoria posterior del esférico, que pasó entre los dos delanteros portugueses sin que ninguno fuera capaz de introducirlo en la portería de Oblak.

Ahí se le acabó la paciencia al Cholo. Joao, que completó su nefasta actuación con una tarjeta amarilla, dejó su sitio a Griezmann, recibido por la grada con división de opiniones. Sin embargo el entrenador no se detuvo ahí. Hermoso y Koke también se fueron al banquillo y entraron Lodi y Correa para reconvertir al equipo en un 4-4-2 con el que pretendía cambiar la dinámica de un partido que cada vez pintaba peor. A todo eso, además, el Oporto había sufrido un golpe inesperado: Pepe, renqueante desde la primera parte, no pudo aguantar más y dejó su plaza a Marcano.

Los cambios amansaron a los portugueses, que guardaron el revólver y decidieron protegerse. Por primera vez Carrasco tuvo opciones en el uno contra uno, pero ni de lejos fue capaz de repetir la suerte del pasado domingo en Cornellà.  De todos modos estaba claro que el partido se había agitado y estaban empezando a suceder cosas. A los 67 minutos llegó la primera oportunidad real del Atlético en un disparo cruzado de Correa que obligó a Diogo Costa a mostrar lo mejor de su repetorio. Simeone saltó como un resorte y reclamó más intensidad a la grada. Por primera vez en toda la noche parecía que era posible ganar.

Sin embargo, lamentablemente fue sólo un espejismo. El Oporto volvió a poner el partido en su sitio e incluso llevó al Metropolitano al borde del infarto cuando Taremi mandó a la red un rebote tras un error inadmisible de Kondogbia y Giménez. El VAR, que el año pasado dio validez al gol de Giroud en Bucarest, fue esta vez más compasivo y ordenó al árbitro que diera marcha atrás por mano del iraní. El 0-1 posiblemente hubiera significado el adiós precipitado del Atlético a los octavos de final. El 0-0 no es bueno ni mucho menos, pero al menos mantiene en juego a un equipo que debe mejorar radicalmente en un grupo en el que no podrá cometer muchos más errores.