LA OTRA CARA DEL SECRETARIO DE ESTADO PARA EL DEPORTE

Los chóferes de Cardenal desvelan que los sometió a trato vejatorio

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Miguel Cardenal no disfruta de un cuerpo 'Danone'.
Francisco Rabadán
  • Francisco Rabadán
  • Redactor jefe de deportes. He tenido la oportunidad de cubrir dos Juegos Olímpicos, varios Mundiales de distintas disciplinas y algún que otro All-Star de la NBA con los Gasol. De Córdoba y sin acento.

Miguel Cardenal además de no ser un gran dirigente deportivo, tiene un serio problema de empatía con las personas. Así lo confirman algunos de los conductores que se han encargado de llevar arriba y abajo al secretario de Estado para el Deporte. Y ademas, todos coinciden en un diagnóstico: no da un paso más de los necesarios.

En cuatro años al frente del CSD, Cardenal ha destituido a tres conductores. Algunos de ellos habían trabajado antes para Albert Soler, Jaime Lissavetsky, Matilde García Duarte o Alfonso Luengo. Es decir, que anteriormente los secretarios de Estado, directores generales de Deportes o directores generales de Infraestructuras (ambos cargos se fusionaron en uno con la llegada del PP, y es el cargo que ocupa Óscar Graefenhain) contaron con los servicios de los conductores de Cardenal sin ningún tipo de problemas. De hecho, los conductores reconocen que eran mejor tratados, que el ambiente era menos enrarecido y que la relación era mucho más humana, con más empatía.

Uno de los casos que más revuelo causó en el CSD fue la destitución del antiguo conductor de David Villaverde (el primer director general de Deportes de la etapa de Cardenal y que luego se marchó a la Vicepresidencia del Gobierno). Ambos mantuvieron una relación muy cordial, prácticamente de amistad. Sin embargo, nada más abandonar el CSD Villaverde, su conductor se convirtió en el de Cardenal, aunque por poco tiempo, puesto que apenas duró 10 o 15 días. No mostró ninguna falta de profesionalidad o de puntualidad ni dio ningún argumento para perder su puesto. El motivo que esgrimió Cardenal fue, simplemente, «falta de feeling». Lo peor fue que en apenas un mes, a dicho conductor se le diagnosticó un cáncer. Recibió llamadas para interesarse por él y para animarle de buena parte de los trabajadores del CSD, menos de su cabeza visible, quien se jacta de su cercanía, de su humanidad, de tener empatía por las personas y de regirse por parámetros éticos indiscutibles.

Otra anécdota que cuentan sus conductores tiene que ver con la dependencia de Cardenal del coche oficial. El secretario de Estado asume constantemente la inauguración de jornadas que versan sobre los hábitos saludables o sobre las bondades de la actividad física, aunque él no se lo aplica ni lo más mínimo, según cuentan sus conductores. Sirve como ejemplo gráfico el situarse en la sede del CSD. Cuando Miguel Cardenal ha concertado una comida en El Museo del Traje, exige a su conductor que le traslade al mencionado lugar. Quien conozca la zona puede advertir el sedentarismo del presidente del CSD, que es incapaz de moverse 450 metros a pie.

csd-museo-traje-cardenalEl anterior ejemplo es el suceso más manifiesto, pero uno se puede imaginar que cualquier trayecto por asequible que parezca supone la convocatoria del conductor a la puerta de su casa. Un directivo que se jacta de haber ordenado las federaciones, de contribuir al ahorro y a la eficiencia, no se lo aplica; se resiste a realizar alguna travesía andando aunque sea para satisfacer los consejos de cualquier profesional de la salud.

La insensibilidad por bandera

Sus conductores también señalan la falta de sensibilidad del presidente. Son constantes las comidas o cenas en las que participa Miguel Cardenal y casi todas se dilatan en exceso. Sin entrar en lo procedente o no de las mismas, la realidad es que nunca piensa en que el conductor podría disponer, por su parte, de ese tiempo para comer. Nunca son liberados. Puede entrar a un restaurante a las 14.00 horas y salir a las 17.15, y mientras el conductor debe permanecer en el coche, sin poder abandonarlo, a la espera, y con un poco de suerte degustando algún fruto seco que guarde en el bolsillo.

Según los mismos conductores, eso jamás ocurría con otros secretarios de Estado. Siempre se comunicaban con ellos, eran flexibles, y no los sometían a esas leyes jerárquicas, hasta el punto de que en días de comida o cena del presidente no pueden alimentarse de forma civilizada. Es cierto que cobran los pluses para tener que llevarle o traerle en horarios intempestivos, pero de una persona que se pronuncia siempre con mucha dulzura los conductores esperaban otra cercanía. En el Parque Móvil de Canal son comentadas las continuas «cardenaladas».

Impuntual y temerario

Otra de las características que aducen los conductores es su costumbre por llegar tarde a los sitios. Cardenal es la impuntualidad personificada. Y quien dice tarde es como 45 minutos o más de media. Llamativas son las bromas que el presidente del Villarreal realizó cuando participa en un acto con el secretario de Estado: bloquea su agenda posterior y se toma mucha cautela a la hora de concertar citas después, ya que sabe que no tiene remedio.

Impuntual por naturaleza, lo que en un cargo público que está «para servir» puede enviar implícitamente mensajes de soberbia, de irreverencia, de falta de respeto hacia el tiempo de los demás y, sobre todo, de falta de educación. No es un comportamiento muy cívico. Pero lo peor es su forma de afrontarlo. Cuando se sube al coche, exige a los conductores que «vuelen», que «van tarde», que «aceleren». No parece una mentalidad muy prudente, con la consiguiente tensión y el estrés para el conductor, que se ve forzado a arriesgar.

Esa solicitud de apremio debe ser lo poco que comparta Cardenal con sus conductores. El silencio hosco, el ninguneo, la falta de camaradería con este personal está fuera de toda duda para ellos. Tanto los que han sido destituidos como los que no revelan que Cardenal nunca se preocupa por ellos desde un punto de vista humano. Y, por supuesto, si existe posibilidad de que los conductores entren en cualquier sarao de Cardenal, al menos para que puedan comer algo mientras esperan, el presidente del CSD no se lo facilita. Todo lo contrario. Los quiere con la marcha metida y en el coche y, por supuesto, en la puerta de los sitios, para no tener que desplazarse.

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