Si eres de Galicia y tienes estos apellidos, desciendes de los celtas
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Muchos de los apellidos de personas que viven en Galicia tienen un origen Celta. Conocer de dónde provienen las raíces de tu familia suele ser algo que despierta el interés en muchas personas. Los pueblos celtas, provenientes de Europa Central y Occidental y caracterizados por su comunicación a través de las lenguas célticas, llegaron a la Península Ibérica entre los siglos VIII y VI a.C. Su influencia cultural dejó una profunda marca en el territorio peninsular. Los apellidos son un claro ejemplo de esta diversidad cultural y de la formación de una identidad vinculada a las diferentes comunidades que han habitado España.
Apellidos de origen celta en Galicia
Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el apellido más común entre los españoles es García, seguido por Rodríguez, González, Fernández, López, Martínez, Sánchez, Pérez, Gómez y Martín.
En la provincia de Pontevedra, los apellidos más comunes son Rodríguez, González, Fernández, Martínez y García. En Ourense, predominan Rodríguez, Fernández, González, Álvarez y Pérez. En la provincia de Lugo, destacan López, Fernández, Rodríguez, González y García. Por último, en A Coruña, los apellidos más frecuentes son García, Rodríguez, López, Fernández y Martínez.
Las comunidades de origen indoeuropeo que llegaron a la Península Ibérica se establecieron principalmente en el norte y noroeste del territorio. Sus apellidos, en su mayoría, están estrechamente ligados a sus propias palabras, la geografía, la naturaleza e incluso los animales.
El apellido Álvarez, por ejemplo, significa «hijo de Álvaro», mientras que Arzúa está relacionado con el municipio del mismo nombre. Por su parte, Estrada tiene un origen toponímico y está vinculado a la localidad gallega de Estrada.
Fernández, que significa «hijo de Fernando», y Freire, derivado del término celta “fraig” que significa “roble”, también son apellidos comunes en Galicia y de ascendencia celta. Igualmente, González denota «hijo de Gonzálo», mientras que López tiene raíces en el idioma galaico.
El apellido Martínez se piensa que puede tener influencias celtas, al igual que Molina, que muestra influencias tanto romanas como celtas. Neira, por su parte, está relacionado con la palabra irlandesa «nairbheach», que significa «noble», y Otero proviene de «othair», que significa «desorden».
Por último, Rodríguez, que significa «hijo de Rodrigo», completa la lista de apellidos de origen celta en la Península Ibérica.
Historia
Los celtas, originarios de Europa central, se establecieron en un área que abarcaría hoy en día Suiza, Austria, Alemania, parte de Hungría, Eslovaquia y el sur de Italia. Su llegada fue gradual, conforme las tribus indígenas, conocidas como «pueblos megalíticos», que vivían de la recolección y la caza.
En la Hispania prerromana, tres grandes culturas ejercieron dominio sobre la península. En el sur, la tartésica, considerada la primera civilización hispánica según fuentes antiguas; en el levante, la íbera, que absorbió numerosos elementos culturales del oriente mediterráneo. La tercera cultura, la celta, la más numerosa, ocupaba gran parte del centro peninsular y mostraba una menor permeabilidad a influencias externas a lo largo de su historia, que abarcó desde el siglo IX hasta el II a.C.
La cultura celta en la península compartía muchos atributos con las culturas celtas de Europa, pero presentaba algunas diferencias impuestas por el clima y la geografía. Aunque sus asentamientos eran sedentarios, conservaban rasgos de su pasado nómada, como la ganadería de transhumancia, complementaria a una agricultura de subsistencia. Sus costumbres eran similares a las de los celtas de la Galia, aunque la casta sacerdotal, los druidas, tenían menos influencia en comparación con la casta guerrera.
La habilidad en la metalurgia era un rasgo distintivo de la cultura celta, tanto para propósitos bélicos como cotidianos, como la fabricación de herramientas agrícolas. Esta habilidad contribuyó a difundir el arado en la península, aunque la agricultura celta estaba más orientada al consumo propio que al comercio. Preferían comerciar mediante el trueque, destacando en la artesanía del bronce y el hierro.
El dominio de la metalurgia estaba vinculado al carácter guerrero de los celtas, evidente en la construcción de sus poblados fortificados, su organización social centrada en una élite guerrera y el uso de armas como símbolos de prestigio en los entierros.
A diferencia de los íberos, la romanización de los celtas fue más lenta debido a su ubicación interior, menos atractiva para colonos y comerciantes. Roma invirtió en infraestructuras para promover la inmigración y facilitar el contacto con la población romanizada.
Costumbres
Los celtas vivían en aldeas amuralladas y transmitían sus tradiciones a través de los bardos, quienes narraban leyendas y mitos a las tribus. Las mujeres tenían un rol igualitario y podían ser políticas, religiosas y guerreras, con independencia económica.
Recordados como excelentes guerreros y jinetes, iban al combate con armas simples y se dice que conservaban las cabezas de sus enemigos como trofeos. Eran politeístas y rendían culto a dioses como Dana o Morrigan, y al roble como árbol sagrado.
Cada tribu tenía un jefe, aconsejado por druidas, y vivían en aldeas con jerarquías sociales que incluían guerreros, religiosos, campesinos y artesanos. Además, tenían la costumbre de decapitar a sus enemigos y conservar sus cabezas embalsamadas, aunque las razones de esta práctica no están claras.