Parece una palabra cariñosa, pero la usan los catalanes para insultar a los españoles más de lo que crees
España es un país marcado por su diversidad cultural y lingüística, un mosaico en el que conviven varias lenguas oficiales y cooficiales, como el catalán. Esta lengua, con profundas raíces históricas, no sólo lo hablan lo catalanes, sino que también se utiliza en las Islas Baleares, la Comunidad Valenciana, la Franja de Aragón, una pequeña zona de Murcia y, fuera de España, en Andorra y una parte de Cerdeña. En total, más de nueve millones de personas la utilizan para comunicarse en su vida diaria, ya sea en contextos familiares, académicos o profesionales.
El catalán no es sólo una lengua, sino una representación de un legado que combina tradición, historia y pertenencia. A pesar de su parentesco con el castellano (ambos proceden del latín), el catalán ha desarrollado estructuras y sonidos únicos, influenciados por el occitano y otras lenguas romances. En la actualidad, así como en cualquier idioma, en el catalán existen expresiones que pueden llegar a ser profundamente despectivas, especialmente cuando se utilizan con intención de resaltar diferencias sociales, culturales o regionales.
El poder de las palabras: insultos difíciles de traducir
Cada lengua tiene su propio universo emocional. Hay palabras que son tan particulares que resulta complicado traducirlas con precisión. En catalán, esto ocurre con varios términos que, si bien pueden parecer inocentes fuera de contexto, en su uso local pueden tener una carga ofensiva considerable.
Uno de los aspectos más llamativos del catalán son precisamente estos insultos que escapan a una traducción literal. Expresiones como «nyordo», «tros» de «quòniam» o «bleda» tienen significados que van mucho más allá de lo que aparentan a primera vista. Por ejemplo, «nyordo» se usa de forma peyorativa para referirse a alguien visto como grosero, paleto o poco refinado. Es una palabra que denota superioridad cultural o social por parte de quien la pronuncia.
«Tros de quòniam», literalmente, podría entenderse como «edazo de quòniam» (una palabra que no tiene un equivalente claro), y se utiliza para ridiculizar a alguien por su torpeza o falta de inteligencia. Es un insulto clásico, pero que aún hoy se escucha en conversaciones coloquiales.
Por su parte, «bleda» (que en origen significa acelga) se utiliza para describir a una persona ingenua, tonta o con poca chispa. Aunque parezca inofensivo, en el contexto adecuado puede resultar bastante hiriente.
‘Charnego’: un insulto con historia
Sin embargo, entre todos los términos despectivos que utilizan los catalanes, hay uno que ha tenido un impacto especial, tanto por su historia como por su carga social: «charnego». Esta palabra, que muchos han oído alguna vez, tiene un origen complejo y, a menudo, mal entendido.
El término «charnego» (en catalán, «xarnego») se empezó a utilizar con más frecuencia entre los años 50 y 70, coincidiendo con las grandes oleadas migratorias hacia Cataluña procedentes de otras regiones de España, especialmente Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha y Galicia. Eran miles las personas que llegaban en busca de trabajo y un futuro mejor, lo que provocó un choque cultural significativo con la población local.
Aunque su origen etimológico es incierto, se apunta a una raíz en el gascón («charnègo»), donde se utilizaba para designar a alguien mestizo o forastero no integrado. También se ha relacionado con términos antiguos españoles como «lucharniego» o «nocharniego», aplicados a perros que cazaban de noche. Sea cual sea su procedencia exacta, su uso en Cataluña adquirió rápidamente una connotación ofensiva.
Se llamaba «charnego» a quienes, pese a vivir en Cataluña, no hablaban catalán, no compartían su cultura o eran vistos como «ajenos» a la identidad catalana. Era un insulto de clase y origen, cargado de desprecio. Durante décadas, ser llamado «charnego» era sinónimo de no ser aceptado plenamente, de ser considerado un ciudadano de segunda dentro de la propia comunidad autónoma.
Con el paso del tiempo, sin embargo, muchas personas comenzaron a reapropiarse del término «charnego», dándole un sentido distinto. Así como ha ocurrido en otros contextos con palabras ofensivas que ciertos colectivos han hecho suyas, algunos catalanes con raíces migrantes empezaron a autodenominarse «charnegos» con orgullo.
Hoy en día, no es raro encontrar escritores, músicos o activistas que se definen como «charnegos» como una forma de afirmar una identidad híbrida y compleja. Esta reapropiación ha permitido resignificar la palabra y restarle parte de su poder ofensivo. No obstante, el insulto sigue vigente en ciertos contextos, y dependiendo del tono y la intención, puede seguir siendo profundamente peyorativo.
El catalán es una lengua viva, rica y profundamente arraigada en la identidad de millones de personas. Como cualquier otro idioma, tiene expresiones bonitas, matices culturales únicos, y también palabras cargadas de prejuicio y poder simbólico. Entre estas últimas, el término «charnego» destaca por su historia, su complejidad y su transformación a lo largo del tiempo. Hablar de estos términos no significa señalar ni estigmatizar a una lengua o a sus hablantes, sino comprender cómo las palabras reflejan realidades más profundas.
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