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Lo hacemos todos en los baños públicos y es un peligro: el hábito que pone los pelos de punta a los expertos

  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

Los baños públicos, aunque imprescindibles en la rutina diaria de muchas personas, tienen una serie de riesgos que no todos conocen. Desde superficies contaminadas hasta dispositivos cuya función higiénica es, en realidad, cuestionable, el uso de estos espacios exige ciertos cuidados. Aunque todos prestamos especial atención a lavarnos las manos correctamente, no todos pensamos en lo peligrosos que son los secadores de manos. Lucía Almagro, biotecnóloga, advierte sobre estos dispositivos.

Aunque muchos creemos que secarnos las manos con aire caliente es lo más higiénico, la ciencia ha demostrado que estos dispositivos pueden convertirse en verdaderos dispersores de bacterias. Según Lucía Almagro, los secadores de manos, en especial aquellos sin sistemas de filtración adecuados, acumulan humedad en su interior. Este ambiente cálido y húmedo es ideal para la proliferación de diversos microorganismos, los cuales luego se liberan en el ambiente a través del flujo de aire.

¡No hagas esto en los baños públicos!

Las declaraciones de Almagro están respaldadas por estudios científicos. Un trabajo llevado a cabo por la Universidad de Connecticut y el Quinnipiac University School of Medicine arrojó resultados muy preocupantes. En sólo 30 segundos de exposición, se hallaron hasta 254 colonias bacterianas en las manos de los participantes. En comparación, las manos expuestas al aire ambiente del baño sin el uso del secador mostraron una carga bacteriana significativamente menor.

Estos datos sugieren que el secador de manos no sólo no elimina bacterias, sino que también puede contribuir a su redistribución sobre la piel y en el ambiente del baño. Esto tiene implicaciones serias, sobre todo en lugares como hospitales, colegios, restaurantes y otros entornos donde la transmisión de enfermedades es un riesgo latente.

Papel vs. aire: ¿cuál es la mejor opción?

Frente a esta evidencia, Almagro sostiene que las toallas de papel representan la alternativa más segura. Diversos estudios, incluyendo una revisión publicada en el Journal of Hospital Infection, coinciden con la biotecnóloga. El uso de toallas de papel elimina una mayor cantidad de bacterias por la fricción que se genera al frotarse las manos.

La investigación citada señala que las toallas de papel pueden reducir hasta un 71% de las bacterias presentes en las manos, frente al escaso 23% que logran eliminar los secadores. Además, las toallas ofrecen un uso adicional: permiten evitar el contacto directo con superficies como manillas de puertas, pestillos y grifos. Así, cumplen una doble función higiénica.

Sin embargo, en muchos baños públicos no hay toallas de papel, ya sea por decisiones logísticas o por un enfoque ambiental que prioriza reducir residuos. En estos casos, Almagro recomienda simplemente dejar que las manos se sequen de manera natural. Aunque pueda parecer incómodo, especialmente durante los meses de invierno, este método resulta más higiénico que exponerse al aire de un secador contaminado.

La advertencia de Lucía Almagro no busca generar alarma, sino hacernos reflexionar acerca de prácticas cotidianas. En un mundo donde la salud pública ha cobrado un gran protagonismo, detalles como el método para secarnos las manos cobran una nueva dimensión. No se trata únicamente de evitar enfermedades, sino de tomar decisiones informadas basadas en evidencias científicas.

Consejos para una higiene más segura

Teniendo en cuenta las recomendaciones de Lucía Almagro, adoptar una serie de medidas simples pero efectivas puede marcar una gran diferencia a la hora de reducir el riesgo de contaminación en baños públicos. Llevar siempre pañuelos de papel o toallitas desechables es una práctica muy útil: no sólo sirven para secarse las manos de forma más segura, sino también para evitar el contacto directo con superficies como grifos, pestillos o manillas.

Además, es aconsejable limitar al máximo el contacto con elementos innecesarios dentro del baño, como paredes, lavabos o dispensadores, ya que estos puntos suelen acumular una gran cantidad de bacterias y otros microorganismos. Otra recomendación clave es utilizar el antebrazo o el codo para empujar puertas cuando sea posible, evitando así el uso directo de las manos.

Finalmente, es importante recordar no tocarse la cara, especialmente la zona de ojos, nariz y boca, después de salir del baño, hasta haber podido volver a lavarse o desinfectarse las manos adecuadamente. Estos gestos, aunque pequeños, pueden tener un gran impacto en nuestra salud diaria.

El testimonio y la postura de Lucía Almagro aportan una perspectiva fundamentada y necesaria sobre un aspecto del que se habla muy poco. Si bien los secadores de manos están presentes en casi todos los baños públicos, eso no significa que sean seguros. La ciencia ya ha puesto sobre la mesa datos que cuestionan su efectividad y alertan sobre los riesgos que implican.

En definitiva, lo que podría parecer un simple detalle (cómo nos secamos las manos) tiene una gran importancia. Escuchar a expertos como Almagro nos permite tomar decisiones más acertadas y responsables. Optar por métodos de secado más seguros, como las toallas de papel o incluso el secado al aire, puede marcar una gran diferencia.