Azúcar como antídoto contra la depresión
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La depresión es una de esas enfermedades del mundo moderno que atormenta cada día a millones de personas. El desamor, la falta de motivación, la desconfianza en sí mismo… La depresión puede producirse por diversos motivos pero casi todas las personas que la sufren realizan la misma práctica: comer dulce.
La tristeza inunda tu cuerpo y la ansiedad aparece en forma apetito pero… ¿Por qué comemos dulce cuando estamos «depres»? Nos fijamos en un reciente estudio que ha demostrado que esta peculiar relación tiene mucho que desvelarnos.
Ánimo azucarado
Según las investigaciones realizadas por los expertos de la Universidad de Lovaina (Bélgica), existe una relación demostrable entre la tristeza o depresión a niveles poco intensos y la querencia de ingerir dulce. Según los investigadores, el azúcar se enmarca como un alimento que estimula la producción de dopamina y serotonina. Casualmente, dos de los neurotransmisores vinculados de forma directa con el bienestar psicológico.
Los neurotransmisores son fundamentales para que nuestro organismo funcione correctamente, ya que se sirven como nexo de unión fundamental entre las neuronas y el cerebro para la transmisión de información. Por lo tanto, aumentar ligeramente los niveles de los mismos ayuda a que el cerebro funcione mejor incrementando así las dosis de de los compuestos que nuestro cerebro vincula con la alegría.
Experimento demostrado
Desde la Universidad de Lovaina quisieron demostrar su hipótesis por medio de una serie de prácticas en las que el azúcar era la protagonista. Los expertos hicieron ingerir productos azucarados a diversos voluntarios por medio de una sonda gástrica. Todo ello, después de hacer sido inducidos a la tristeza por medio de música clásica e imágenes de personas afligidas. Le resultado fue claro: los individuos mejoraron sus niveles de alegría tras la inyección de glucosa.
La causa de todo esto se basa en que cuando tomamos azúcar, el aminoácido llamado triptófano se adentra en la barrera hematoencefálica. Por lo tanto, estimula la producción de serotonina, la hormona esencial del sueño, la digestión, el humor y el deseo sexual. Por eso sentimos ese bienestar que tanto se busca cuando los pensamientos te impiden poner una sonrisa en tus labios.
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