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Rafael Riqueni: “Todos los guitarristas somos diferentes, pero como Paco de Lucía no hay ni habrá nadie”

Rafael Riqueni
Rafael Riqueni. @JoséAntonioAlonso
María Villardón

Guitarrista y compositor. Rafael Riqueni (Sevilla, 1962) es uno de los grandes concertistas flamencos. Discípulo de Niño Ricardo y Manolo Sanlúcar, descubierto con apenas 13 años por Paco de Lucía, compañero de Naranjito de Triana y Chocolate, salvado de las garras de la enfermedad mental por la generosidad de Enrique Morente y un ser renacido que venció a la tristeza tras su paso por la cárcel con la guitarra entre las manos, casi como un Perseo derrotando el ataque pétreo de la cruel Gorgona.

Su voz es tierna, dulce y simpática. Suena feliz, con esa tonalidad que denota plenitud y felicidad. “Me han dado el Giraldillo, acabo de tocar con la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, acaba de salir mi disco ‘Herencia’ (Universal). ¡Esto está a tope!”, apunta entusiasmado. Reconoce, no obstante, que “el flamenco encierra más tristeza que alegría” y que, además, y a pesar de los años y la experiencia se pone igual de nervioso tocando para 400 personas que para cuatro familiares. “¿Te lo puedes creer?”, comenta sorprendido.

Riqueni, que hoy vive en Sevilla junto a los suyos que es donde “estoy a gusto”, rememora con cariño su paso por Madrid, las charlas con los flamencos en el Candela –bar flamenco de Lavapiés– y los momentos dulces que brinda la juventud y el amor. “Disfruté mucho y viví como un rey”, apunta afirmando que, a pesar de los pesares, no cambiaría nada del pasado.

¿Cómo te trata el día?

Pues muy bien, la verdad.

Encantada de hablar contigo porque, además, te diré que a la gente que hace música tan bella como la tuya siempre hay que estarle agradecido.

(Ríe) Afortunadamente, María, tengo muchos seguidores de mi música desde hace tiempo y me siento muy arropado. Cada día son más, me siento muy feliz de hacer música para la gente que me sigue, me encanta.

¿Estás en un momento feliz?

Sí, desde luego, estoy en el momento más importante de mi carrera, de mi vida, te diría, incluso. Es un momento dulce, la verdad. Me acaban de dar el Giraldillo –premio que se da en la Bienal de Flamenco de Sevilla–, es el segundo que me dan, también acabo de tocar con la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla y acaba de salir mi disco ‘Herencia’. ¡¡Esto está a tope!!

Una de las cosas que te caracterizan es que subes solo al escenario, guitarra y punto, sin nada ni nadie más que te acompañe. ¿No impone mucho?

¡Muchísimo! Sí, sí que impone. Pero, ¿sabes qué pasa? Que estoy acostumbrado. Al principio de mi carrera, como con veintitantos años, hice muchos conciertos solo por todo el mundo, así que digamos que me acostumbré y algo me queda de la entereza de aquella época.

Claro, has llevado la guitarra por todo el mundo. ¿Cuál es el concierto internacional que no olvidarás?

Pues te diría que el concierto que di en Atenas, en el conservatorio María Callas, ya que dio la casualidad que la noche anterior me fui de fiesta con unos amigos y al día siguiente, mira, es que estaba fatal, ya sabes tú. Además, me perdieron la maleta en el aeropuerto, ¡un desastre todo! Pero, salí a tocar y fue el día que mejor toqué en mi vida. Te lo prometo. Y lo recuerdo como algo anecdótico, así que sí, ese es uno de los conciertos que más me han gustado de mi carrera.

Maleta perdida y todo. Hijo, Rafael, qué bajona.

¡Sí! ¡Todo fue caótico!

Bueno, los atenienses son un poco caóticos también.

Sí, ya sabes lo que dicen los humoristas, ¿no? Que allí está todo roto, todo partido.

(Reímos)

 A veces hay que romper las cosas para volver a estar bien. O al menos eso dicen.

Sí, en la vida hay que romperse para romper también esquemas. Además, en el arte y en la carrera de un músico, éste tiene que romper moldes para crear algo y seguir adelante.

Como flamenco, ¿estás más cómodo dando un concierto o juergueando en familia?

¡En los dos sitios paso nervios! Porque, mira, si está mi familia y amigos también me pongo nerviosísimo, eh. Es increíble, ¿no te parece?

Desde luego, pero los nervios van por libre.

Con seis o siete personas también me pongo muy nervioso tocando, pero en conciertos ¡ya ni te digo!

¿Sales más nervioso de lo que entras? ¿O cómo?

¿En el concierto? En el primer tema siempre estoy nervioso, ya en el segundo me voy sintiendo mejor, más relajado. ¡Todo es empezar!

¿Tú hijo Rafael sigue siendo el crítico que todo lo ve?

(Reímos)

Sí, ¡no me deja pasar ni una! El otro día toqué no sé dónde y se vino él, siempre que puede se viene conmigo, le encanta estar en el camerino, y toqué el bolero, ¿no?  Y al terminar, me dice: “Papi, en el bolero te has equivocado en las notas más importantes”. Y digo: “¡Vaya hombre!”. (Ríe)

¿Tu hijo también se dedica a la música?

Toca un poco la guitarra, tiene bastantes cualidades. Tiene las manos muy hechas y colocadas, pero no, él no se dedica a la música, dice que no se ve en una habitación en soledad durante horas con un instrumento. La guitarra, además, es muy complicada, si la dejas un día ya se te nota.

La guitarra que has traído a Madrid en esta ocasión, ¿cuál es? ¿Aquella primera que te regaló tu padre y que has arreglado?

No, no he traído guitarra, fíjate tú. He venido ligero de equipaje, además, mi hermana me ha echado poca cosa, así que llevo la maleta vacía. ¡Más ligero que un galgo!

 El otro día puse una guajira de Naranjito de Triana y, mira tú, tocabas con él. Sabía YouTube que hablaríamos.

Hombre, es que toqué mucho con Naranjito porque, además, era muy amigo de mi padre y lo conocía desde muy pequeño. ¿Sabes que aparte de cantar tocaba la guitarra muy bien?

Ah, pues no lo sabía.

Pues sí, sí, venía de la escuela de Niño Ricardo y me dio muchísimos consejos que me sirvieron de mucho. Y ya de más mayor toqué con varios sitios con él, le acompañaba.

Pero, vaya, que Naranjito de Triana es uno más, has tocado con muchísima gente de primer nivel.

Sí, he tocado mucho para cantaores, festivales, peñas flamencas, conciertos con Enrique Morente, Calixto Sánchez, Manuel Mairena, Chocolate, ¡a casi todos!

¿Y qué sientes al estar entre los grandes y siendo también un grande?

¡La verdad que me pongo un poco vergonzoso con los piropos, María!

Ya, bueno, pero, ¿y qué hacemos?

Nada, mujer, nada. La música tiene magia porque puedes expresar muchas cosas con el ritmo, la tonalidad, la velocidad.

El flamenco es triste más que alegre, ¿no?

Para mí encierra más de tristeza que alegría, sí.

Pues siempre se asocia a pasarlo bien.

Sí, pero la soleá y la seguiriya son dos palos que sostienen el flamenco y no tienen nada de alegre. Nada de nada, pero ni la melodía ni la letra.

¿Qué diferencia tu guitarra de la de Paco de Lucía?

Unos guitarristas somos diferentes a otros, pero todos nos preocupamos mucho de sacar una personalidad propia, eso es muy importante. Y, bueno, partiendo de la misma técnica, salvando las diferencias porque creo que como Paco de Lucía no hay ni va a haber nadie, diría que después musicalmente yo salí al mercado discográfico con algo que me distanció del resto y tenía mi sello: ‘Juego de Niños’.

Es que tú, además de guitarra flamenca, tienes formación en clásico, ¿no?

Bueno, pasé dos años por el conservatorio, pero después estudié por mi cuenta. Un poco más autodidacta.

¿Sigues en Huelva de retiro?

No, estuve una temporada grande, pero estoy en Sevilla ya de vuelta. Estoy en casa, con mi madre, mi hermana, mis sobrinas. Me siento bien en esta ciudad, muy cómodo. Ahora paseo menos por el Parque de María Luisa porque tengo menos tiempo, pero me gustaba mucho ir a leer y a hacer deporte. Me encanta ese parque, de ahí mi disco dedicado a María Luisa.

¿Cambiarías muchas cosas del pasado o lo hecho, hecho va?

No, no cambiaría muchas cosas porque cuando era joven disfruté, vivía como un rey. He tenido vivencias muy buenas porque, además de profesionalmente, tenía mi novia, que hoy es mi ex mujer, vivía mi padre, tuve una época muy divertida y feliz.

Vienes a Madrid, ¿con cuántos años?

Con 27 años. Madrid me encantó, pasé años estupendos, estaba muy muy feliz. Iba mucho al Candela…

Pero, bueno, ¡qué emoción! Mi sitio favorito de Madrid.

¿Sí? ¡Pues allí paraba yo mucho! Iban muchos guitarristas y cantaores cuando estaba el dueño, Miguelito, y también en el Candela tuve muchos encuentros con Enrique Morente hasta que me contrató para sus conciertos.

Todo el mundo habla fenomenal de Morente.

Claro, es que era divertido, un genio, un amigo y una maravillosa persona. Todos queríamos imitar a Morente, si se ponía el pelo así, nosotros también, si se ponía una camiseta, nos poníamos una camiseta.

Creo que hasta llevabais el mismo peinado.  

(Reímos)

Claro, es que abría camino, era como si fuera nuestro tío mayor.

@MaríaVillardón

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