Conciertos

Un pingüino en mi ascensor: 40 años de incorrección política y viviendo una segunda juventud

Un pingüino en mi ascensor.
Un pingüino en mi ascensor.
Eduardo Segovia
  • Eduardo Segovia
  • Corresponsal de banca y empresas. Doctor y Master en Información Económica. Pasó por El Confidencial y dirigió Bolsamanía. Autor de ‘De los Borbones a los Botines’.

Es todo un síntoma de la España actual que nuestro grupo de música más políticamente incorrecto haya celebrado 40 años de carrera: Un pingüino en mi ascensor. Mientras los grupos jóvenes hacen letras insustanciales, existencialistas o afines al pensamiento único progre, la banda más irreverente y divertida de los 80 (seguida por Toreros Muertos, Los Nikis, Siniestro Total y poco más) sigue en plena forma en 2025 riéndose de todo y de todos.

Un pingüino en mi ascensor, formado actualmente por José Luis Moro (voz y teclados) y Mario Gil (teclados, guitarra y coros) más Steve Jobs al bajo y a la batería, como dicen ellos, celebró este sábado su aniversario con un concierto en la sala Nazca de Madrid con todas las entradas vendidas desde hace meses. Algo que da idea del tirón que ha adquirido el grupo en los últimos años. Todos sus conciertos están abarrotados de fieles entregados, en su mayoría cincuentañeros que eran adolescentes en su ápoca de gloria, aunque también hubo anoche una nutrida representación de las nuevas generaciones.

Y estas hordas pingüineras no sólo se saben las canciones de entonces, sino también las de ahora. Porque este dúo no vive de las rentas de hace 40 años como la mayoría de los grupos de su generación que han vuelto a la carretera, sino que ha sacado unos cuantos discos divertidísimos en los últimos años. El último, con edición en vinilo y todo -también se apuntan al revival en eso-, se titula Hace sol y es viernes y está muy ligado a la pandemia (por cierto, durante el confinamiento hicieron sus «conciertos en pandemia» desde su casa todos los viernes para levantar el ánimo de sus fans).

Las canciones del Pingüino de los 80 serían impensables hoy día con el feminismo normativo: títulos como Atrapados en el ascensor o Espiando a mi vecina que, sí, significan exactamente lo que parece. Si se montó un pollo hace unos años porque Mecano decía «mariconez» en una canción de entonces (Mecano, los de Mujer contra mujer, no precisamente sospechosos de LGTBI-fobia), imagínense si los ofendiditos descubrieran estas letras. Esto también nos demuestra el retroceso en la libertad de expresión que ha supuesto el auge del woke.

En este concierto (y en los anteriores y en los próximos), también repasaron otros éxitos de sus primeros tiempos, como El sangriento final de Bobby Johnson, En la variedad está la diversión, He-Man y Barbie, Perestroika, Tú me induces al mal, El Balneario, Arqueología en mi jardín, Juegas con mi corazón o ese desgarrador retrato del pijerío madrileño de los 80 que es Jota Jota.

Las nuevas canciones del Pingüino mantienen e incluso revitalizan ese humor ácido y políticamente incorrecto que tanto se echa en falta en esos tiempos. Ahí tenemos títulos que se han convertido en nuevos himnos para sus seguidores como Vuelo en Ryanair, Foie gras foie gras, Pitis, Un disco del Fary, No es el mejor momento para hacerse perroflauta, Asaltar el Capitolio (ésa no la tocaron) o el nuevo buque insignia del grupo: 41 películas porno. Sin olvidar su último hit, Supergilipollas (todos conocemos a alguno).

Todo ello, aderezado con las bromas y chistes que se cruzan los dos miembros del grupo -«Michael Jackson, ese señor que cuidaba niños por las noches»-, que solían incluir un «a Irene que vas» cuando la señora de Pablo Iglesias era aún ministra.

El renovado éxito de Un pingüino en mi ascensor demuestra que sigue habiendo una España que no sale en televisión, que está harta del progresismo woke y de los guardianes de la moral, y que quiere divertirse y reírse de todo sin complejos. La de nuestros chistes de toda la vida. Esperemos que su creciente popularidad no les acabe cortando las alas.

Lo último en Cultura

Últimas noticias