Isabel Gemio lucha contra la distrofia muscular a través de la experiencia de su hijo
Toda necesidad se convierte en aprendizaje. En el caso de Isabel Gemio, su maestro es también su hijo. Hace 20 años, la popular periodista conoció dos palabras que cambiaron su vida para siempre: distrofia muscular. Fue la primera vez que un médico le puso nombre a la enfermedad que sufría Gustavo.
Desde entonces, su lucha contra este mal incurable no ha tenido tregua. A la incesante actividad de la Fundación Isabel Gemio, ahora se une ‘Mi hijo, mi maestro’ (La esfera de los libros). Una obra donde la popular periodista y presentadora cuenta cómo ha vivido los efectos de esta enfermedad en alguien imprescindible para ella.
Desde el extremo dolor del principio, cuando los médicos le diagnosticaron la dolencia a Gustavo, al desarrollo durante los siguientes años de un día a día en el que Gemio identifica a su hijo como «mi maestro, mi héroe, el Buda que me muestra el significado del presente, la verdadera dimensión de las cosas que importan y del amor».
Parte de los derechos de ‘Mi hijo, mi maestro’ irán destinados a fomentar la investigación de distrofias musculares y otras enfermedades raras. Actualmente, existen más de 7.000 tipos diferentes y 30 millones de personas en Europa afectadas por estas patologías.
Por lo tanto, cualquier ayuda económica y mediática es más que importante. ‘Mi hijo, mi maestro’ es un viaje vital, pero también un viaje emocional. Una experiencia que podría sucederle a cualquiera de nosotros, a nuestras personas queridas y que, dada su virulencia y desconocimiento, actúa con un efecto devastador.
Relación especial
Como cuenta la obra de Isabel Gemio, también es una manera de conocer hasta qué punto podemos crecer y mejorar como personas, dedicar a los demás más que a nosotros mismos. Admirar a quien, como Gustavo, no pierde la paciencia ni se rebela ante el mundo a pesar de estar condenado a una «quietud de hierro». El valor de ‘Mi hijo, mi maestro’, además de que en lo formal está contado con vivo ritmo periodístico, es que se trata de una historia desconocida que surge de una persona muy conocida.
Por lo tanto, la potencia pública se multiplica y es ahí, en la difusión, donde radica el valor último de este libro: difusión para que todas las personas que, como Gustavo, sufren una enfermedad así, tengan la certeza de que la ciencia cuenta con la atención y los recursos suficientes para seguir dándoles una esperanza.
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