¿Estamos hechos para vivir en Marte? Las bio-adaptaciones que podrían permitirnos llamarlo hogar
Aunque exploramos a menudo el planeta rojo, la pregunta clave que nos podemos hacer, es la de si estamos hechos para vivir en Marte.
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Si los planes de SpaceX y la NASA se cumplen, en 2038 los primeros humanos pondrán sus pies en Marte. El objetivo es dar inicio formal a la colonización espacial. Sin embargo, esto supone vencer obstáculos inmensos. ¿Podremos lograrlo? ¿El nuevo “hogar de los humanos será Marte?
Las barreras físicas
Vivir en Marte supone enfrentar condiciones altamente hostiles. Significa enfrentarse a una gravedad que es solo el 38 % de la terrestre y a una radiación que equivale a tomarse unas 200 a 300 radiografías de tórax al año.
También implica hacer frente a un aire que está compuesto casi exclusivamente de CO₂ y a una presión 170 veces menor que en la Tierra. Las temperaturas medias son de –63 °C y hay polvo tóxico cargado de percloratos.
El cuerpo humano ha evolucionado durante millones de años para adaptarse la sabana africana y los océanos de oxígeno. Por lo tanto, no está preparado para las condiciones del planeta rojo. La pregunta es: ¿será posible rediseñarlo para que sí lo esté?
Adaptaciones fisiológicas posibles
Una vía para “marcianizarnos” sería potenciar adaptaciones biológicas. En un escenario futuro, la ingeniería genética podría ayudar a fortalecer huesos y músculos para compensar la baja gravedad, quizá mediante la regulación de genes relacionados con la densidad ósea. También se investiga la posibilidad de mejorar los mecanismos de reparación del ADN, inspirándose en organismos extremófilos de la Tierra capaces de resistir altos niveles de radiación.
Otra adaptación clave sería la eficiencia metabólica. En Marte, la producción de alimentos será limitada, por lo que cuerpos capaces de aprovechar mejor los nutrientes o reducir su gasto energético tendrían una ventaja fundamental. Incluso se ha especulado con modificaciones en la sangre para mejorar el transporte de oxígeno en atmósferas pobres en este gas.
¿Adaptarnos nosotros o adaptar Marte?
Existe un dilema central: ¿debemos modificar al ser humano o transformar el entorno marciano para que se parezca más a la Tierra? Probablemente la respuesta sea una combinación de ambas estrategias. Trajes, hábitats presurizados y escudos contra la radiación seguirán siendo esenciales, mientras pequeñas adaptaciones biológicas podrían mejorar la salud y la calidad de vida a largo plazo.
El cuerpo y el espacio exterior
Los astronautas de la Estación Espacial Internacional (gravedad cero) ofrecen una pista sobre los cambios que sufre el cuerpo en el espacio exterior. Se ha probado que en condiciones de microgravedad se pierde entre el 1 y el 2 % de densidad ósea al mes, y entre el 10 y el 15 % de masa muscular en el primer trimestre.
También se ha visto que el líquido cefalorraquídeo sube a la cabeza y altera la visión; más del 70 % de los astronautas regresan con daño permanente en el nervio óptico. Así mismo, la radiación cósmica y las tormentas solares aumentan 700 veces el riesgo de cáncer y provocan daños cognitivos irreversibles.
En la baja gravedad marciana la pérdida ósea y muscular sería menor que en órbita: se estima 0,5-1 % de hueso perdido por mes. Esto no es alentador. Se cree que los niños nacidos en Marte tendrían huesos más frágiles, corazones más pequeños y estaturas más altas y delgadas.
Cambios sensoriales y psicológicos
No todas las adaptaciones serían físicas. Vivir en hábitats cerrados, con cielos rojizos y sin paisajes familiares, supone una carga psicológica enorme. Podríamos necesitar una mayor tolerancia al aislamiento, ritmos circadianos más flexibles ante días marcianos ligeramente más largos, y una regulación emocional distinta para evitar depresión o conflictos sociales en colonias pequeñas.
A nivel sensorial, la menor gravedad y la iluminación artificial constante podrían llevar a cambios en el equilibrio, la percepción espacial y la visión. El cuerpo humano es plástico: con el tiempo, el cerebro podría reorganizarse para interpretar un mundo diferente, aunque no sin costos durante el proceso.
Terapias farmacológicas y hormonales
El uso de algunos químicos ha probado reducir la pérdida muscular y ósea en un 70 %. En 2025 la empresa Axiom Space ensaya un “cóctel” que mantiene la masa muscular y retrasa el envejecimiento celular bajo radiación.
Edición genética (CRISPR y derivados)
Una prueba demostró que los ratones con el gen MYH7 modificado pierden solo un 5 % de músculo en las simulaciones. Un equipo chino editó el gen p53 en embriones de mono y consiguió que los animales sobrevivieran a dosis letales de radiación.
Implantes y órganos bio-artificiales
Se está desarrollando un hígado bioimpreso capaz de hacer modificaciones para compensar la anemia marciana. También hay glóbulos rojos artificiales con hemoglobina modificada que transportan 60 % más oxígeno.
Modificación de la microbiota
Se están produciendo bacterias intestinales editadas que protegen del estrés oxidativo y producen vitaminas K y B12 en condiciones de la luz roja marciana. Algunos ensayos en el desierto de Atacama ya muestran progresos.
Adaptaciones transhumanas más radicales
También hay proyectos de elaboración de sangre basada en perfluorocarbonos, que disuelve 15 veces más oxígeno que la hemoglobina; permitiría respirar atmósferas con solo un 5 o 6 % de oxígeno.
Así mismo, se desarrolló una piel con melanina sintética roja que bloquea el 99 % de la radiación UV-C y parte de la radiación ionizante.
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