La parte antigua del cementerio de Palma cae en el olvido: sin flores, tumbas abiertas y cruces por el suelo
El Sector 2 del camposanto se degrada a marchas forzadas ante la pasividad del Ayuntamiento
El impago de la tasa municipal a la Funeraria motiva la falta de mantenimiento de estas sepulturas
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Son días para recordar a los difuntos y el cementerio de Palma empieza a llenarse de crisantemos y a recibir la visita de los ciudadanos para honrar a sus seres queridos, ya desaparecidos. Entre visitas, oraciones y flores el camposanto adquiere una imagen especial aunque en la parte más antigua, el denominado Sector 2, el abandono y el olvido siguen siendo la nota predominante.
La prometida reforma del Sector 2 todavía no se ha ejecutado. Hay cruces por el suelo, losas rotas y monumentos funerarios en ruinas. Todo esto domina un sector donde el estado de abandono hace que el acceso sea muy difícil y peligroso. No hay viales y para acceder a un punto determinado no hay más remedio que transitar por encima de las tumbas abiertas o con losas inestables y deterioradas.
La parte más vieja del cementerio, que data de principios del siglo XIX, nunca se ha reformado y sigue degradándose a marchas forzadas ante la pasividad del Ayuntamiento de Palma, que lidera el socialista José Hila, que todavía no ha puesto en marcha el plan de reforma anunciado en 2018 con un coste presupuestado de 530.000 euros.
En esta parte del cementerio son numerosas las tumbas abandonadas por sus titulares. Hace años, o décadas, que dejaron de pagar las cuota a la Empresa Funeraria Municipal para el mantenimiento de las tumbas.
Estos días son fácilmente apreciables las tumbas que han caído en el olvido. No tienen flores, nadie las limpia y sus únicos visitantes son los gatos, que se han convertido junto a los difuntos olvidados en los verdaderos habitantes del Sector 2.
No siempre el motivo del abandono está en el impago de la tasa por razones económicas, sino que en muchas ocasiones se debe al olvido absoluto en que han caído los difuntos aquí enterrados.
Cuando se deja de pagar la tasa, el Ayuntamiento de Palma inicia el procedimiento de caducidad del derecho de usos de la tumba. En general, las tumbas se ceden por un periodo renovable de 99 años. La concesión de la tumba está condicionada al abono del tributo municipal correspondiente para mantenerla en buen estado, una tarea que corre a cargo del centenar de operarios de la sociedad municipal.
Una vez que culmina el procedimiento de caducidad, que se puede alargar varios años debido a los farragosos trámites administrativos y por la dificultad de contactar con los titulares, éstos pierden la propiedad del nicho si no liquidan la deuda y la propiedad de la sepultura revierte al Ayuntamiento.
Son frecuentes los casos en que las tumbas se abandonan porque los herederos han renunciado a hacerse cargo de la titularidad, han desaparecido o incluso desconocen que son titulares de esos derechos.
El inicio del expediente de caducidad se produce generalmente después de varios intentos fallidos de la dirección de la EFM de cobrar por la vía ordinaria la deuda acumulada, en muchas ocasiones, durante varias anualidades. Si la propiedad afectada es del área histórica, el Ayuntamiento no la saca a la venta sino que opta por su eliminación en línea con la política de esponjamiento y ampliación del abigarrado espacio que ocupa el cuadro central de Son Valentí como popularmente se le conoce.
Tumbas de personajes importantes
En el Sector 2 del Cementerio de Palma, las tumbas destrozadas y abandonadas se mezclan con otras que presentan un excelente estado de conservación y con algunos puntos de interés como marca la placa de acceso a esta zona. A modo de ejemplo, es donde se halla la tumba del héroe de la Guerra de la Independencia José de Aymerich i Varas, que murió en Palma asesinado en 1841, un crimen que nunca se resolvió.
También en este sector está la tumba de Fausto Morell, la columna funeraria de Miquel Quetgals i Bauçà, el nicho de Félix Pons Irazazábal o el del Xim Torrents. También los llamativos nichos de Arthur Edward Middlehurst y Sir Arthur Robert Ford Dorward.