OkBaleares

De la noche al día

Se hace hasta incomprensible que un equipo experimente una transformación tan grande como la que ha mostrado el Mallorca una vez consumida una hora del lance bajo un calor sofocante. Resultaría no menos extraño que Jagoba hubiera visualizado el partido, eso era lo que aseguraba hacer Manzano en la víspera, tal como había transcurrido hasta entonces. No solo la defensa exhibía su falta de contundencia, con un agujero por la banda izquierda ocupada por Mateu Morey, sino que encontró castigo en la incontable ocasión en que un enemigo entra solo al segundo palo. Esto si se entrena, la intensidad, por el contrario, está en el ADN de cada cual.

Sin hacer nada los de Almeyda se anotaron la ventaja, no definitiva gracias a la ingenuidad de Isaac al encarar dos veces a Leo Román. Todo lo contrario que ocurría con los vestidos de negro (al árbitro se le ocurrió ir de rojo y quien tiene que cambiar su indumentaria habitual tiene que pasar por el tubo), cuya única aproximación a los dominios del griego Odysseas, que terminó sufriendo una de ellas, partió del esperado Jan Virgili que, pese a su evidente calidad, pecó de egoismo en sendas internadas sin mirar las posiciones de Muriqi y Sergi Darder completamente solos.

Vista la nulidad del planteamiento inicial, hubo que mover el banquillo. No es lo mismo jugar con ocho que con once. Las dolencia de Llabrés y Mateu, más tarde la de Morlanes el futbolista más inocuo que he visto jamás, propiciaron las entradas de Mojica, motivado y concienciado, y Joseph, con la marcha puesta en lugar del ralentí del mallorquín. Y ante el exceso de confianza del anfitrión, la oxidada máquina bermellona, insisto hoy de negro, empezó a carburar. Emergió por fin Sergi Darder, el equipo en bloque adelantó su línea de presión y, cuando fue necesario ante una pérdida, retornó con presteza para paliar daños irreversibles.

No solo la contra del Mallorca ganó en velocidad, sino que su fe en un triunfo que parecía imposible, le dio alas para no dar un solo paso atrás. El empate catapultó una ambición necesaria pero oculta. No solo Muriqi pisaba el área y sus líneas se juntaban tanto en terreno enemigo como para perpetrarse tras la muralla propia. No se rindió a un desesperado repliegue para sostener el resultado, sino que supo y pudo mantener el balón en su poder como primer arma de contención. La batalla degeneró sin que el herido generara más peligro que un tiro de Mendy desde lejos, bien atajado por Leo.

ENSEÑANZA: que la contundente victoria de hoy no sirva de la misma manera que al Sevilla la suya frente al Barça.